Prólogo

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Dieciocho años atrás

Arianna se levanto al oír su nombre. Era Micaela, su prima, aunque ellas le decían a todos que eran hermanas. —Levántate Aria, tenemos que irnos.

Ella aún somnolienta y bastante aturdida se levanto y se dejo jalar por la castaña. Al parecer algo había pasado, la casa no había tenido tanto movimiento desde que mamá se fue. No estaba su nana ni ninguno de las personas del servicio. No estaba papá y su olor a habano. Que raro.— ¿Y mi papi?

—Nos va a encontrar allá, vamos no tenemos tiempo.

Micaela estaba asustada pero tenia que sacarla y llevarla a su casa. Era su responsabilidad. Ella tampoco sabía lo que pasaba pero cuando quiso decirle a su mamá ella la calló, le dio un beso y le dijo que tenia que cuidar de Aria y llevarla a la casa sin importar nada.

En el primer piso se encontraron con sus padres. —Mica, lleva a Aria contigo nosotros vamos detrás de ustedes.

—No, yo quiero ir con mi papi.—  Al escuchar eso algo se quebró en el corazón de su padre. Sabía que no podría acompañarla pero la pequeña no tenía porque saberlo. Si ese sería su último momento juntos no le daría un recuerdo triste. Esa niña era su adoración y haría lo que fuera por verla feliz.

—Amor, escucha a papi, ve con Mica, yo iré detrás tuyo, no te dejaré, lo prometo.— Él sabía que eso era mentira, lo estaban buscando para darle caza, tendría que enfrentarlo. Le dio un fuerte abrazo y Aria se colgó a él como un mono, con lágrimas en los ojos su padre le beso la sien y le dio el collar con el anillo de su madre. Era muy importante para él.

—Micaela llévala.— dijo la madre de esta. —Mam...— Calla cariño, ve con ella. No la dejes sola, nunca, te amo y estoy orgullosa de ti.

Micaela sabía que era la despedida, la abrazo con gran fuerza y su madre le seco las lagrimas. Ambas se miraron y sonrieron aun llorosas. Eran como dos gotas de agua.

La voz de la pequeña las regresó a la realidad:— ¡No! ¡Papi no me dejes!— Su padre le mando besos con la mano y le sonrió. Ella se le quedo mirándolo. Papi estaría bien y lo vería más tarde. Él aún no puede irse con mami.

Bajaron al sótano donde estaba el chofer, ambas subieron al SUV de su madre y partieron hacia su casa, Micaela divisó varios autos estacionados, el chofer aceleró y perdió de vista a sus padres y a su padrino. Luego sintió las balas, le cubrió los oídos a Aria y la atrajo hacia sí. Definitivamente tenían que salir de allí y llegar a su casa. Volteo la cabeza y dirigió su mirada hacia la izquierda y vio un motorizado. Eso no era bueno. —Acele...

Un disparo. Y el carro salió de control. Micaela le dijo a Arianna que se colocará debajo del asiento, así lo hizo y la abrazo. Esperaron el choque que no demoro mucho. Fue contra una pared de una casa vecina. Aún aturdidas salieron del auto antes de que explotara. Ambas estaba bien. Micaela reviso a la ojinegro y dijo que llamaría al papá de Cristianno. El vendría.— ¡Chicas!— Ambas voltearon hacia la voz y vieron a Renato del Carpio acercarse junto a Marcelo Ruiz. Ambas corrieron con sus pequeñas piernas y los abrazaron. Eran sus tíos. Su familia. De repente se sintieron seguras.

—Mica, vamos. Vamos a casa.— Le dijo Renato. Ella iba a responder cuando se escucho la explosión. Los hombres sostuvieron a las niñas y las protegieron con sus cuerpos, viendo como la onda expansiva venía directamente desde la casa de Arturo Bianchi, no llegaron a ver mucho ya que fueron arrojados al suelo. Aun aturdidos por la explosión vieron a la pequeña querer levantarse y dirigirse a su casa.— ¡Papaaaa! ¡Nooo! ¡Papaa no me dejes!

Era Arianna. Lo había visto. Su propia casa explotó y no se pudo hacer nada. Micaela estaba congelada. Su mamá.

— Marcello llevatelas, ahora. —Pero...

— ¡Llévalas a casa!

Micaela simplemente volteó y subió al auto, estaba en modo automático. Luego sufriría, vaya que lo haría. Pero Arianna era otra historia. No quería irse, quería esperar a su papi, él dijo que no la dejaría. Estarían juntos. Pataleo y se tiro al suelo llorando. Su peor miedo se había hecho realidad. Estaba sola. Completamente sola.

Hermandad por SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora