Uzumaki Boruto, el joven que prometió tres cosas a quien creía que sería el amor de su vida, la persona con quien pasaría la eternidad. Grave error, nunca pensó en que su vida cambiaría y al realizar un viaje conocería una persona, una persona tan e...
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Tic... tac... tic... tac... el reloj avanza y no puede ser detenido, el tiempo es algo que si pierdes jamás recuperaras.
Y hablamos ahora de que se fue bastante rápido, el día de la boda llegó y todos se preparaban para ello. Terminaban los últimos arreglos para el día siguiente.
Una muy cansada azabache estaba recargada en su escritorio. Pues justamente una semana antes de la boda de su hermana había tenido bastante trabajo.
—¿Porqué me pasa esto a mi?
—Nos pasa, recuerda que soy yo él que se casa. —dijo cansado.
—Justamente una semana teníamos que tener bastante trabajo, y aun falta. —dijo frustrada.
Suspira cansado. —Solo hemos dormido unas cuatro ó seis horas cada día. Y creo que exagero con las seis horas.
—Seguro te aplicaré corrector en tus enormes ojeras. —dice burlona.
—Hm... lo malo de ser de piel blanca.
—Te recuerdo que ambos tenemos casi el mismo tono de piel, incluso yo soy más pálida.
—Necesitamos miles de correctores. —ríe el rubio.
—Boruto. —llamó tierna la azabache.
—¿Uh?, ¿tan cansada estas?
—Mañana te casaras... seremos familia. —sonríe— No hagas llorar a (Tn), ¿bien?
—Claro que nunca la haría llorar, no quiero dos chidoris en mi cuerpo.
—Bien, ¿Continuamos? —agarro unos documentos.
—¡Bah!, que más da.
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Una alegre azabache caminaba por el lugar con una pequeña bolsa de papel con tomates dentro. Tarareaba una canción mientras caminaba.
—No necesito guardaespaldas. —dijo sonriendo.
—Lo siento, pero la Octava me lo pidió. —rascó su nuca.
