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Luego de un rato de buscar Noah estaba dormido sobre mi hombro, aún con nuestros dedos entrelazados, me encantaba estar así con él, pero se me complicaba usar la laptop. Solté un pesado suspiro, recostándolo sobre mis piernas con cuidado de no despertarlo.
Pasaron unos 23 minutos de buscar y ya había encontrado, bastante buenos los precios.

— Oye Noah, amor. — Lo llamé y él me miró sonriente.

— ¿Sí, mi nena? — Preguntó levantándose algo lento, pero sin despegar su mano de mi pierna.

— Encontré pasajes muy baratos, también un hotel, hasta que compremos la casa, ¿Te parece? — Él asintió y se levantó con rapidez, viendo la pantalla de la laptop.

— Bien, me agrada, ¿El vuelo cuando sale? — Preguntó y yo miré sus labios con una sonrisa tonta, eran tan delicados y tan lindos, tenía una boca maravillosa.

— El... domingo. — Parpadeé varias veces al sentir como sus labios se movían sobre los míos con delicadeza, él no era ni muy bruto, ni muy delicado, y eso me encantaba.

Continué aquel beso, pasando mis delgados brazos por el cuello de Noah, acariciando sus cabellos, mientras aquel beso seguía y seguía, nuestras respiraciones estaban agitadas, al igual que mi corazón, sus besos me encantaban. Pero Noah empezó a pasarse de la línea, tocando mi trasero, así que lo separé con una sonrisa tonta. Apoyé mis dedos sobre mis labios húmedos y luego pude percibir como su intensa mirada estaba fijada en mí.

— Sabes que tienes límites, cariño. — Me acerqué y acaricié su mentón provocativamente. Noah sabía a la perfección hasta donde era su límite, no iba a dejarme tocar, no iba a dejarme follar por él.

Pasaron varias horas y ambos estábamos acostados en mi cama, Noah viendo su celular y yo siendo abrazada por un brazo de él.

— Noah, tenemos que salir a algún lado. — Dije aburrida y él me miró con una sonrisa burlona en su rostro.

— A dónde princesita? — Preguntó y yo lo miré suspirando un poco.

Antes de hablar me vino una maravillosa idea a la cabeza. — ¡Ya sé! espera aquí. — Dije ansiosa y rápidamente me puse los zapatos, yendo hacia la puerta, saliendo de la casa. Era un día lluvioso, pero eso no me impidió salir hasta la tienda. Cuando llegué me atendió Sadie.

— Hola, Sads. — Sonreí y ella también sonrió de manera tierna.

— ¿Qué tal, bonita? Hace mucho no pasas por aquí. — Se acercó a mí y me abrazó, yo correspondí.

Asentí y luego la miré con alegría. — Oye, vine a comprar ingredientes para hacer galletas, ¿Tienes? — Ella comenzó a reír, sin parar.

— ¿Tú? — Soltó una risa más. — Haciendo galletas? — No le encuentro la gracia. — Bueno, como tú nunca cocinas... — Rodé los ojos y golpeé su hombro con una sonrisa burlona.

Sadie sacó una bolsa y metió los ingredientes en ella, obviamente luego de pagarlas, me hizo un pequeño descuento, la amo, mi zanahoria. Ella me pidió ir a mi casa, ya que estaba demasiado aburrida en el negocio, y su turno ya había terminad. Yo acepté, ( Grave error ) y ambas nos fuimos a mi casa. Cuando llegué lo llamé a Noah, él se acercó con una sonrisa.

— Hola, bebé, que trajiste? Aparte de esa chica. — Sadie se le quedó viendo, tenía una mirada tonta, y un leve sonrojo en sus mejillas. Rápidamente entendí lo que estaba sucediendo ahí, me puse ¿Celosa? y me fui rápidamente a la cocina.

Vaya puta mierda de celos, Agh, me enferman.

Es culpable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora