Había visto tantas cosas y hablado con tantas personas, pero ninguna podía llenar el vacío. Todos eran lo mismo para él, nadie destacaba.
La luz del día casi se había ido ya, pronto oscurecería y debía volver, pero no podía, tenía que hablar con ella antes.
Así que dirigió sus pasos hasta el lugar donde sabía que Vienna lo esperaría.
Conocía el camino de memoria, sus pasos pisando cada hoja seca en el suelo, casi guiándolo hacia su destino final.Pensaba qué le diría, quizás que por más que lo intentara no encontraría alguien que pudiera reemplazarla jamás y que iba a cargar con ello toda su vida.
Vienna te extraño, pensó.
Finalmente se detuvo frente a la gran verja negra, era alta y tenía formas en el metal. Detrás de ella, un enorme manto de pasto verde brillaba por encima, cubierto por el rocío.
Cruzó esa barrera y caminó entre cada rosa que había sido dejada allí.Su corazón lo guiaba, él sabía perfectamente dónde estaba Vienna.
Hasta que se detuvo en el lugar correcto.Alexander bajó hasta ponerse de rodillas y con la punta de sus dedos trazó las letras escritas en piedra:
Vienna Pierce.
1991- 2016Sacó una rosa amarilla que había recogido en el camino y la colocó al lado del mármol.
Varias velas estaban encendidas, alguien debe haber venido hace poco, Vienna era alguien muy querida, tenía más personas que pensaban constantemente en ella, además de Alexander.
Por fin estaba aquí, frente a lo que fue de su amor.
Se preguntaba qué sería de su vida ahora si todo hubiera sido distinto. Seguramente ella hubiese estado riendo, masticando su goma de mascar favorita, y él no tendría que cargar la angustia de tener que borrarla de su mente.Sin embargo, todo el tiempo, Alexander trataba de mantenerla viva, en cada cosa que se interpusiera ante él.
Aún no había logrado encontrar a una chica que sea tal y como era Vienna, ese era su objetivo, no iba a dejarla ir, nunca.Si tan sólo Vienna hubiera bajado la botella a tiempo, si hubiera mirado al cruzar la calle, si hubiera estado acompañada, si hubiera hablado de sus problemas a tiempo, nada de esto estaría ocurriendo. Y Alexander se culpaba por eso.
Se agachó un poco más y besó la piedra, de alguna forma, era el único contacto que tenía con ella.
El viento comenzaba a soplar un poco más fuerte, tenía que regresar, como todos los días.
Salió de aquél lugar dando una última mirada, quizás Vienna estaba de pie allí, pero no era así ni lo será.
Había empezado a caminar y, a pocas cuadras, la observó.
Una mujer, vestida de blanco impecable, le sonreía aliviada de verlo.-Alexander -suspiró ella -. Aquí éstas, has estado fuera todo el día ¿Has ido a buscarla?
Él asintió.
-Ven, entremos, ya están por servir la comida.
Alexander detuvo sus pasos y la miró, se parecía a su chica, pero para él todas se parecían, no podía sacarla de su mente.
-¿Puedo decirte Vienna? -le preguntó.
-Puedes decirme como tú quieras -le sonrió con ternura y quizás con algo de lástima.
La mujer lo tomó del brazo y ambos cruzaron la puerta, entrando nuevamente al "Centro de Cuidados Mentales de Sheffield"

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El Centro de Sheffield ©
Nouvelles[Completa] Alexander es un chico casi común. Lo puedes ver caminar por la ciudad, lo puedes encontrar comiendo en una cafetería, tal vez lo encuentras en el parque. Pero lo que hace más común a Alexander es que tiene el corazón roto. Está en una bús...