8 Enfermedad

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Septiembre finales, 1520

La enfermedad había azotado el imperio cruelmente. O eso creían.

Şehzade Mahmud, Şehzade Murad y Raziye Sultán habían enfermado de viruela unos días antes que fuera octubre. Las madres estaban desconsoladas, tristes, abatidas. La noticia les rompía el corazón, pues nadie en este mundo se salvaba milagrosamente de la enfermedad. El único que milagrosamente se salvó fue Şehzade Mustafa, este fue enviado a otro palacio cerca de la capital con todo el harem, las madres fueron apartadas de sus hijos por orden del sultán.

Lloraba de dolor, de tristeza, de culpa.

Mahidevran se recluyo sola sin salir, sin comer, sin hacer nada más que esperar su castigo.

El castigo que el destino le estaba dando.

— La Madre Sultana fue a los rezos del viernes — le dijo su sirvienta.

Meryem Hatun también estaba triste por la enfermedad de los príncipes, en especial de Raziye Sultán a quien ella misma había cargado en sus brazos cuando nació.

— Que triste — sollozo — No he podido ver a mi hija, siento que mi corazón se destroza en mil pedazos.

— Yo me siento igual Kadin, yo cargue a la pequeña cuando solo era una bebe.

La Kadin escondía su pecado, ni siquiera la sirvienta sabía de lo que hizo. Su corazón estaba llenándose de odio, cuando se vio amenazada por las concubinas de Süleyman intentó envenenar a sus hijos, y lo logró. Quería lastimarlo, tal como él lo hizo.

Decidió visitar al Sultán Süleyman, tenía que ser inteligente para evitar las sospechas a ella. Nadie se debería enterar de su pecado.

Se levantó, se vistió y se preparo para mirar al causante de su dolor.

— Abran la puerta.

Ordenó, pero el ağa no le hizo caso.

— Te he dado una orden Ibrahim.

Él observó a la dama.

— El sultán se encuentra con la Valide Sultán — le dijo —  Ya encontró al culpable.

Tembló.

Era imposible, no había dejado ningún cabo suelto.

Su rostro palidecio.

— ¿La Sultana regresó por eso?

Él asintió.

— Su Majestad esta que echa fuego por los ojos — contó Ibrahim — No es él. Es otro. Tiene razón para hacerlo Kadin, quien enveneno a sus hijos es un hijo de... perdón.

Ella negó.

— Tienes razón, yo pienso lo mismo que tú.

Se fue, tenía miedo.

¿Y si la habían descubierto?

¿Y si culparon a alguien más?

Siguió su camino por los pasillos del palacio temporal, allí se detuvo un minuto para pensar mejor las cosas. La vida de los hijos del Sultán y su propia hija estaban en riesgo. Sentía culpa, pero era la única forma de asegurar su lugar en el palacio. Luego se deshaceria de la rusa.

Una figura femenina la observó de lejos.

Şah Sultán.

La hermana del Sultán.

— Mahidevran — la llamo.

Ella sonrió, fingió estar bien.

— Te ves pálida querida — dijo — Ve a descansar, debes de estar agotada. Raziye y los niños se encuentran mal. Yo no entiendo tu dolor, pero se que es doloroso perder a quien amas por enfermedad.

Hürrem (EDICION) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora