15. Nunca podrás entender

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—¡Lilian! Sube ya mismo al auto

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—¡Lilian! Sube ya mismo al auto.

Estaba completamente helada. Sentía que sus músculos no le respondían. Iván estaba enfrente de ella hablándole con un tono de voz que nunca había usado.

Dobló el cartel en dos y, como pudo, caminó hacia él antes de que tome su brazo para tironearla. Trató de zafarse de su agarre y se metió en el asiento trasero. Con mucho pesar, dio una última mirada a la multitud antes de que el auto arrancara.

Viendo a través del cristal, sentía que la celebración seguía en cámara lenta con un ruido sordo que las ventanillas no dejaban pasar.

Una barrera que la separaba de ese mundo.

No quería prestarle atención a los reclamos que Iván le hacía, solo podía sentir una mezcla de culpa y alivio. Abrazó el cartel en sus piernas y lo fue doblando para guardarlo en su mochila. Si la descubrían con eso, de seguro la obligarían a tirarlo a la basura.

Su hermano bajó del auto y fue a su puerta para sujetarla de la mano de nuevo, pero esta vez de una manera menos brusca. Él no estaba dispuesto a dejarla escapar hacia su cuarto sin escuchar explicaciones.

—¿Sabes que es lo peor? —Continuó con una conversación que ella no había oído para nada—. Haces este tipo de cosas, pero cuando queremos hablar contigo para ayudarte te escapas.

Sintió una enredadera atorada en el pecho. Él no tenía derecho a decirle eso. No sabía por lo que estaba pasando.

—Obligarme a ir al cementerio no es ayudarme precisamente —respondió con dureza.

Si su hermano se sorprendió al recibir esa respuesta, no lo demostró. Mantuvo la mirada firme con un deje de melancolía.

Tenía que decírselo. Estaba cansada de tener "ese" tema de conversación siempre dando vueltas en las cenas. Siempre acechando. Ni siquiera había sido tan valiente para escapar de esa cena, solo fue una serie de sucesos fuera de su control.

—¿Deberíamos dejar que te quedes en cama todo el día?

—Sí ¡Deberían dejarme! —Levantó un poco la voz—. Dejen de meterse en cosas que ni les importa.

Iván volteó el rostro. Estaban a un metro de la puerta de entrada, pero el camino se le hacía pesado, siendo que estaba discutiendo con su hermana menor. No quería eso.

—¿En serio crees que no me importas?

Justo al final de su pregunta la puerta de la entrada se abrió, y su madre apareció con una mirada confusa y desolada.

—¿Se puede saber qué hacen los dos gritando en la entrada? ¡Pasen ya mismo!

Iván fue el primero y, solo así, soltó su mano. Ella tenía la frente fría, como si hubiera sudado de los nervios. Cuando se animó a cruzar la puerta y entrar a la sala, se encontró a su hermano, en el otro extremo de la habitación, en la otra salida impidiéndole cruzar.

El silencio de las Mariposas | GL | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora