13. Soy una imbécil y me gustan las mujeres

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Había tomado una minucia de valor para hablarle. Es decir, sus sentimientos se aclaraban y cuando estaba por enfrentarlos, volvían a tornarse borrosos.

Por unos momentos sentía que no había problemas en acercarse. Sin duda la otra noche hubo una conexión. Aunque otra parte de ella trataba de convencerse de que solo fue su imaginación, y que en ningún momento hubo señales...

Miró el espacio vacío que quedaba en sus labiales. Al igual que su pijama, se lo había olvidado en la casa de Melissa y ya no pudo pensar cómo pedírselo sin sus nervios de por medio.

—Solo hablaré de mi pijama... —No, mejor no. No hables Lilian, lo arruinarás.

Había pasado una noche muy linda después de mucho tiempo. En contraparte, sus padres aún no le decían nada sobre su ausencia en la cena más importante del año. Pero si era sincera, parecían estar en el estado de una bomba a punto de explotar.

Decidió salir a la calle. Aún no tenía suficiente valor y, sin duda, era mejor usarlo antes que se agote.

Dio vuelta la cuadra y caminó sobre el pavimento hasta llegar a la entrada trasera de la cafetería. Begonia estaba fumando. Apenas la vio, arrojó el cigarrillo y fingió estar tirando basura.

—Creí que ya no trabajarías por la tarde niña.

—No lo hago.

Cruzó a su lado y apenas entró a la cocina el perfume de las meriendas la ahogó.

Sus pasos se volvían más pesados a medida que se acercaba a la puerta que llevaba al salón principal. Se detuvo un instante para tomar una respiración. Al abrir la puerta, Gema cruzó con la libreta en sus manos casi chocándola.

Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando la reconoció.

—Hola Lilian, pensé que no trabajarías a este horario...

Trató de desviar la mirada de ella. Sentía que Gema podía leer su mente y notar que su respuesta había cambiado. Como si Gema tuviera un radar para reconocerlo.

—Hola Gem...

—¡Mierda! ¿Viste esa chica que está en la barra? Sí es la modelo que te había dicho. —Santiago cruzó la puerta y empujó del hombro a su amiga mientras sacaba su teléfono.

No supo si fue bueno o malo, pero Gema se apartó de ella.

—¿En serio? A ver...

Gema escribió las órdenes en la pizarra antes de distraerse. Lo hizo lo más ordenado que pudo, y se apoyó junto a él para observarlo mientras tocaba la pantalla de su móvil.

—¡Oh! —se cubrió la boca con ambas manos. Lilian pensó que Gema era tan molesta con su reacción exagerada—. ¿Por qué no la conocía? Es la que tiene un anuncio enorme en la terminal.

El silencio de las Mariposas | GL | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora