Amor agridulce.

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¿No puede acaso una chica pelirroja de último año tener una vida normal?
¿Son realmente mi cabello y ojos rojos de mala suerte?

Aunque no creo en supersticiones me atrevo a decir que sí. Verán, justamente en mi último año de instituto regresó mi capricho de la infancia. Hace cuatro años se marchó, cuatro largos años en los que lo supuse haber olvidado y... ¡Demonios! Sólo lo veo un momento y ésta sensación de felicidad crece dentro de mí como una flor en la primavera, ¿debería ser un poco más cursi para explicarme? Espero que no.

Mi nombre es Karin.
Tengo diéscisiete años, odio las películas y libros de "comedia-barata-romántica", prefiero el horror o la acción y aunque sé que todos se lo esperan, no soy la típica chica que se preocupa todos los días por maquillarse como modelo y rellenarse el brassier. A mi por el contrario, me gusta aprender, el café, leer y más aún tocar la batería o el saxofón en el Café Luna -el Bar-Café del pueblo-, ahí es donde trabajo los sábados por la noche y donde por cierto, me dan café gratis al terminar. Como más de lo que debería aunque no subo ni un gramo y en mi clase soy la mejor, destacándome en cálculo, química e inglés. Apesar de que soy muy femenina <<o, almenos yo me considero así>>, no me gusta exhibirme... Bueno, me visto como hombre... sólo a veces, para ser exactos. Dicho esto se podrán ya imaginar que me han dicho más de una vez...

"eres muy rara"

Pues,

" lo siento por no ser el estéreotipo que esperabas."

Es lo que reciben como respuesta aquellos monos idiotas sin gusto que siempre se me acercan. Los reconozco cuándo apenas me han dicho, "hola".

Soy una Uzumaki.
Mi cabello rojo no crece correctamente además de ser muy corto a comparación con el de la abuela Mito o mi tía Kushina, me falta sólo un poco para ser ciega y mis pechos no son lo suficientemente grandes para mi edad.
-¡Uzumaki pirata!- Me decía mi primo Naruto de niños cuando me hallaba leyendo. Cielos... mira quién habla, ¡Si él nisiquiera es pelirrojo! Aunque, muy posiblemente tiene razón.
Estoy en mi último año, no volveré a ver a ninguno de mis compañeros en lo que me resta de vida y al fin podré estudiar lo que quiero.

Sólo un año...

Si sólo me falta un maldito año entonces... ¿Por qué? ¿Por qué tenía que regresar?

Soy Uzumaki Karin, y ésta es la historia sobre mi estrictamente académica relación con...

Mi estúpidamente sensual profesor de cálculo, Uchiha Sasuke.

VIAJE DE DESPEDIDA DE LA PROMOCIÓN. JUNTO A LA MÁQUINA DE SODAS ALEJADA DE LA PISCINA.

Su cuerpo cada vez más cerca del mío. Mi corazón palpitaba rápida y erráticamente con más prisa aún, si es que eso era posible.
Al no querer verlo a los ojos, bajé la mirada y me encontré con delgados hilos de agua que se formaban lentamente, siendo creados por la unión gruesas gotas que bajaban por su pecho desnudo. Gotas de agua que bajaban por el pecho de aquel hombre de veintiséis años del que estaba enamorada; mi hermoso, misterioso y brillante profesor de cálculo. Bajé un poco más y me encontré con su muy bien formado abdomen, hasta llegar a su... ¿Por qué no podría estar gordo, ser idiota, ó, no ser tan malditamente guapo?

Almenos así no me tendría en la palma de su mano.

Sentí de repente su cálido aliento en mi mejilla, muy cerca de mi boca.
Recorriéndo un camino hacia adentro de mi cabello con suaves besos húmedos. Cada uno más lento, más dulce, más apasionado y más lleno de sentimiento que el anterior. Al llegar a mi oreja, tiró y mordió mi lóbulo suavemente, haciéndome ahogar un pequeño grito. ¿Ya mencioné qué soy totalmente nula respecto a experiencia en estos temas?

Oh... ¡Dios! Juro que veré cada  estúpida película romántica que exista, sólo haz que esto termine por favor.

No pasó nada.

¿Acaso no mencioné que el llamado "Dios" hace siempre caso omiso a todas mis peticiones?

- Shhh. Tranquila. -me besó en la mejilla una vez más- No te voy a hacer daño. -susurró cerca de mi oído. Manteniéndo aún sus fuertes brazos a mi alrededor sin darme una oportunidad de escapar. Aunque cualquier otra mujer mataría por estar en mi situación, yo mataría por largarme de ahí; me sentía tan jodidamente vulnerable ante él, y es qué, en caso de no ser ya suficientes reacciones físicas, además del sonrojo y el ligero temblor en las piernas; su tacto alertaba en mi cada fibra nerviosa, todo. Absolutamente todo.

Su mano derecha que antes estaba en mi nuca, llegó hasta mi mentón, levantándolo. Mis ojos se encontraron con los suyos. Como siempre... tan hermosos, tan suyos, con ése negro oníz. Esos hermosos ojos en los que me perdería para siempre. Los ví durante varios segundos, sólo dejándome guiar por la profundidad de esos fascinantes pozos negros.

Y de un momento a otro... Mis pensamientos se volvieron difusos y todo estaba borroso a mi alrededor; fue ya demasiado tarde cuando me dí cuenta de lo que estaba pasando. Él se acercó a mi boca, y...

Me besó.

Sus labios durante la primer milésima de segundo sólo estuvieron sobre los míos, sin inmutarse. Me encontraba en una cuerda floja -infinita tal vez- entre la ficción y la realidad; sin saber cómo actuar, y es qué, su tacto fue tan ameno. Sus carnosos labios sabían mucho mejor de lo que siempre imaginé, se sentían tan bien sobre los míos, tan cómodos, posados de una manera tan sutíl, como si de dos piezas de rompecabezas que finalmente se unían después de estar separdas demasiado tiempo se tratase. Su cabello negro mojado se pegó a mi frente, se mezcló con mi cabello y empapaba también mi rostro.

Demasiado bueno para ser verdad.

Fue ahí cuando noté que no era un hermoso sueño del que ya debía despertar; como era la costumbre. Sino por el contrario, me encontré con esa suave, danzante y también cruel realidad.

Sus labios sobre los míos.

Me estaba besando. Él me estaba besando.

¿Debería corresponderle?

No...

- Linda. -murmuró en un instante en el que nuestros labios se separaron para de inmediato volverlos a unir.

Linda.

Soy una estúpida.

Sólo fue necesaria esa palabra para saber que era un juego, de nuevo. Pero, después de todo, ¿no es todo un juego para él? Sí, sí lo es. Yo ya lo sabía, y aún así me dejé llevar. Qué estúpida.

Su tacto se volvió amargo y doloroso, las gotas que caían de su cabello a mi rostro no me acariciaban más, sino que por el contrario, me lastimaron. Y sus labios... sobre los que se formaba esa estúpida sonrisa... esos labios, me quemaban como si del fuego del infierno se tratase. Pero ésa era una realidad, mi realidad y mi infierno. Y yo permití que él se convirtiera en mi eternidad.

Ésta vez, en el beso me dió un pequeño espacio, con la oportunidad de rechazarlo.

Lo hice.

Y obviamente él no esperaba algo así.

Pues ver tu ego caer ante mis pies, fue una mayor satisfacción que el primer mordisco de la manzana.

Ninguno dijo nada. Sólo bajé la cabeza y presioné suavemente con las palmas de mis manos su pecho desnudo, él bajó su brazo izquierdo para darme salida mientras lamía sus labios y miraba a ningún punto en específico, sólo sé que nunca fue a mis ojos.

Y aunque creí haber terminado con semejante tortura, él continuaba.

- Eres mía. Eso nadie lo va a cambiar. Ni siquiera tú.

No te voy a hacer daño, dijo.
Acaso, ¿no ve que me mata en vida? ¿no entiende que quiero ser sólo suya? Pero estoy harta de que me lastime, y así de simple lo acepté. Ya era suficiente de él.

- Eso lo veremos. -murmuré segura de mis palabras. Me giré un cuarto de vuelta sobre mis talones y empezé a caminar. Era momento de olvidarlo a él, a sus dulces labios, y a sus malditas y excelentes clases de cálculo.

||Historias One-Shot SasuKarin||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora