Capítulo 1

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Tosiendo y agarrándose el cuello, la fémina conforme era sostenida por Archie miraba a aquel bruto maleducado que había vuelto a su posición anterior, ignorándoles.

Quien no lo hacía y la sangre le hervía por lo observado, las ganas de ir y patearlo las debía contener por tener entre sus brazos a su compañera la cual oiría junto con él:

– ¡Ya cállate o lárgate de aquí porque quiero dormir!

– ¡Ten por seguro que te pondré a hacerlo si...!

– A-Archie... – la guardia queda y dificultosamente lo había llamado y sostenido.

Perdiendo los estribos no iba a resolver nada. Lo haría ella, soltándose de unos brazos para ir de nuevo al interno y preguntarle detrás de su espalda:

– ¿Q-quién... te ha permitido –, se carraspeó, – la estancia en este lugar?

– ¡Qué te importa!

– ¡Candy! – gritó Archie frente al nuevo desplante, – ¡ven acá y dejémosle en paz!

– Óyelo – alguien dijo acurrucándose en su incómodo lecho, – y hazle caso, damita.

– ¿Crees... – la voz precisamente de la damita se recuperaría en cada palabra por decir: – que esto que hiciste... se va a quedar, así como así?

Para empezar no, porque por un pasillo se oían las rápidas pisadas de un pelotón armado. El que estaba a cargo de los monitores lo había presenciado todo y raudamente pedido el auxilio para el par de compañeros que yacían en el interior de la celda T281897. Su ocupante había atacado a uno de ellos; y por ende...

Escuchado detrás de ella los pasos de los guardias, ella se movió para ordenar:

– Póngale de pie

... y en cuestión de un tris tras rudamente acatarían la orden, sin poner el otro la más mínima de las resistencias. Al contrario, cuando fue puesto frente a ella, ella, además de notar la altura, la fornida complexión y el atractivo, podía percatarse de la sonrisa socarrona que él le dedicaba. Eso, la motivó a hacer un segundo movimiento.

Con la cabeza, la mujer había indicado sacarlo de ahí para llevarlo... bueno, los empleados de ese lugar conocían a la perfección la ubicación. Los internos que se portaban mal... también; y ese que llevaban, a pesar de pelear y gritar caminar por su propia cuenta sin la ayuda de nadie, por ser nuevo ingreso pronto lo sabría.

La indisciplina era muy bien castigada. Y el haber atentado contra un elemento, consiguió que un rostro sonriera del placer que se daría para cobrarse el maltrato de la fémina la cual se quedaba en la celda para analizar lo que pudiera analizar. Aunque nada había en ella. Sólo el angosto camastro donde su arma descansaba.

Agarrada y devuelta a un lugar de su cinturón, Candy posó sus ojos en el sencillo lecho. Empero al ser divisaba la almohada, un instinto la hizo tomarla, encontrando la mujer curiosos objetos metálicos, lo que la hizo pensar en víctimas anteriores. De ahí que definiera Archie: la peligrosidad del interno que en un patio y en el centro de un círculo fue colocado.

Por la falta de calzado, las plantas de sus pies ya habían comenzado a sentir lo caliente del suelo expuesto al sol. Entonces, creyéndose más inteligente, se quitó la camisa blanca para tirarla y pararse sobre de ella, quedándose su torso cubierto por una camiseta de tirantes de color negro. No obstante, lo que fueron pocos instantes gozó del no sufrimiento; ya que percatada su acción un guardia fue a él para quitársela y ponerlo a correr alrededor de una cancha de basquetbol. ¿Por cuánto tiempo? El que él estuviera dispuesto a aguantar. Había demostrado ser muy machito, ¿o no? Bueno, ella comprobaría cuánto; y lo haría desde la comodidad de su oficina. ¿Sintiendo pena por él? Quizá después. Por el momento, ella seguía adolorida y alguien debía aprender una lección, y si no, a ser un poquito más cordial. Aunque... acciones de esa índole muchas veces podían ser contraproducentes y, la guardia consciente de ello dejando su lugar fue en busca de una puerta; y no detendría sus pasos sino hasta estar donde el interno que, al divisarla, le dedicó una mirada ciertamente amenazante.

Desintoxicado por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora