Capítulo: FINAL

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Cercada de una media pared circular de árboles frondosos y verdes, en el centro de una laguna de blancas arenas había una solitaria choza construida de amarillos carrizos. El techo en forma de cono estaba cubierto de paja; y del centro, por dentro, colgaba un grueso y trenzado lazo blanco, el cual sujetaba un pabellón mosquitero. En la cama que protegía había, boca abajo, un femenino cuerpo. Éste yacía cubierto con una sola prenda: la inferior que consistía en una diminuta tanga que dejaba a la vista los redondos glúteos. De pronto y debido a un lengüetazo dado en uno de ellos, la mano femenina se movió hacia donde sintió la caricia, sonriendo ella que mantenía los ojos cerrados al haber pensado en quien había sido. No obstante, después de llamarlo...

– Terrence – y éste no contestarle, los ojos de la fémina se abrieron primero abruptamente; enseguida empezaron a reflejar susto cuando su mano comenzó a palpar el lado del lecho donde él había dormido a su lado. Sin embargo, ella se quedó quieta al sentir una hilera de espinas entre una piel escamosa. Y por lo mismo...

– Ay, no – expresó quedamente.

Quien la visitaba también quietamente la miraba, echándose a correr la iguana para perderse en la jungla al instante siguiente de gritarse aterradoramente:

– ¡Terrence!

Él, con el llamado, giró la cabeza hacia la choza. Y además de sonreír al imaginarse qué había pasado, se volvió para continuar atendiendo al hombre que los visitaba.

Ese, montado en una lancha al ser el único medio de transporte para llegar hasta ese lugar rodeado de dos cauces, pasaba lo que eran los alimentos de la pareja, esa que arribara ahí una semana atrás y un mes después de realizado lo que hubo sido su rescate.

La doctora, cómplice de las anomalías cometidas en el centro de rehabilitación, llamó a Archie para que éste continuara con el plan. Empero Candy, en lo que apresuraba a los internos, divisó a una brigada civil que iba a cierto lugar. Entonces ella, dejó a los primeros para seguir a los segundos; y al percatarse de las intenciones, de su celular mandó directamente un mensaje a Stear y él...

En el preciso momento que Neil se comunicara, el inspector policiaco comía acompañado de otros compañeros de trabajo. Por estar en tiempo de descanso, ya habían organizado irse a jugar billar. Pero el mensaje recibido y el gesto hecho, se preguntó ¿qué pasaba?

No dicho mucho al respecto, sino que lo siguieran hasta el centro de rehabilitación, los que aguardaban afuera fueron los espectadores de aquel futuro "traslado".

Con el mensaje de alerta por parte de Candy, Stear mandó otro. Recibido, los policías se dispusieron a seguir el vehículo donde llevaban a Terrence.

Por ser unidad del centro de rehabilitación y sin orden, no podían intervenir. Lo hicieron cuando, al percatarse su presencia, aquel transporte aumentó su velocidad.

Para apoyarse, los elementos de policía llamaron a otras patrullas; y las más cercanas alcanzaron a los sospechosos los cuales durante un viaje pudieron armar su coartada: la urgencia de llevar al interno al hospital del condado. ¿Motivo del ingreso? Bueno, su novia lo había visitado; y en el segundo siguiente de haberse entrevistado a solas con ella, el paciente salió de la sala de visitas y corrió con todas las intenciones de saltar la barda de seguridad, lastimándose así el costado y no sabiendo el contenido de lo inyectado. En su brazo estaba la prueba y en su sangre... una droga sintética, fabricada clandestinamente por quien la aplicara. En este caso...

– ¿Anita Brighton? – preguntó un policía, luego de entregado el enfermo.

– Ella fue la última en verlo.

Desintoxicado por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora