Las tareas en la universidad cada vez aumentaban más y se estaba volviendo muy pesado trabajar y estudiar, hasta había llegado a pensar en buscar a mi padre y pedirle ayuda, pero no, yo iba a poder sola no sabía cómo pero iba a poder.
Hoy tenía que cubrir a una compañera en el bar, por una parte está bien porque ganaría más dinero pero por otro lado tenía que estudiar para los exámenes y no creía poder lograrlo. El bar cada vez se llenaba más y eso era muy bueno, la gente asistía como si fuera algún fin de semana y todos los que asistían bebían hasta que su garganta estuviera en llamas, y por eso no me quejaba, las propinas eran mayores.
Cuando llegue de la universidad a la casa encontré un sobre en el piso, era raro nadie nos mandaba cartas o algo parecido, deje mis cosas y al ver que no decía para quien iba dirigido lo abrí.
Otra vez no podía estar pasando, era él...era tan malo. —Como me encontró. —Recordaba que el tiempo que estuve con él solo fui su juego, era un maldito sadico que solo se había emberrinchando conmigo y juró jamás dejarme en paz, recuerdos dolorosos venían a mi cargados de su nombre pero rápidamente los deseché, no dejaría que él volviera a poner mi vida turbia, no más. No quería pensar en él, en sus manos o en sus hirientes palabras. Así que rompí el papel y lo tiré en la basura, tenía cosas más importantes que hacer, como irme a trabajar y olvidar el pasado.
—Aquí estás— Levante la mirada cuando Marc entro feliz mente a la barra.
—¿Donde mas estaría?— pregunte fríamente y él me miró sorprendido.
—Tranquila— él sonrió.
—Disculpa, es que ando un poco estresada—le sonreí de lado.
—No te preocupes, suele pasar.
Entonces me dispuse a agarrar mis cosas para recoger los pedidos de las mensas que ya estaban.
Las horas pasaron rápido y de pronto vi a Pablo en una mesa hablando con otro tipo de traje gris, iba a seguir en lo mío cuando una zorra, sin cuerpo y tan plana como mi espalda, se acercó a él, la vi susurrarle algo al oído a tiempo que él le regalaba una sonrisa y tras despedirse del sujeto la seguía por el pasillo. Tenía varios días que no había visto a Pablo por el bar y era raro verlo otra vez y solo.
Rodé los ojos y miré mal a Marc quien se dio cuenta de mi acoso.
—Relájate— Dijo el sin más.
Me giré hacia donde se había ido Pablo y ya no estaba, no supe hacia donde se fue, así que seguí trabajando.
La gente ya estaba demasiado borracha y comenzaban a marcharse cuando alguien entró por la puerta y la piel se me puso de gallina. Cuando sus ojos conectaron con los mismos comenzó a caminar hacia donde yo me encontraba, la música se volvió un silencio abrumador, otra vez no.
—Hola—Habló cuando estuvo demasiado cerca de mi.
—¿Qué diablos haces aquí?— lo único que quería era salir corriendo de ese lugar.
—Necesitamos hablar— me tomo del brazo y me arrastro hacia la salida. Estaba tratando por todos los cielos no comenzar a gritar, mi sangre hervía con solo sentir su mano en mi brazo.
—Qué me sueltes— Gruñi cuando por fin salimos del bar —¿Estás entupido o que?—Le pregunte mirándolo furiosamente.
Su mirada tan fría se posó en mí y supe que estaba realmente en problemas.
—Cierra la boca— Me ordenó él, mientras pasaba una mano por su brilloso cabello— Estas acabando con mi paciencia Lena— advirtió él.
—Que asco— gruñi limpiando mi brazo donde el me había tocado.
—No estoy para tus juegos— me miro tan enojado que me estremecí—¿Porqué te fuiste de tu casa?— pregunto sin quitarme la vista de encima.
—Eso es algo que a ti no te importa, no sé cómo diablos diste conmigo.
—Sigues siendo la misma ingenua de siempre— ser río burlándose de mí. —Es obvio que si no estás en tu casa, vas a estar con la estupida de tu amiga.
—¿Qué es lo que quieres?— pregunte mirándolo de mala manera.
—Quiero que regreses conmigo.
Abrí los ojos como platos cuando escuché decir eso, ¿Yo, regresar con él? Primero muerta, no volvería al infierno donde me costó demasiado salir. Fue mi novio por más de un año y para ser sinceros no fue nada bonito la mayor parte del tiempo, siempre fueron gritos, malos tratos, engaños, y muchas lágrimas que yo no iba a volver a soportar, fui una tonta al seguir ahí pero estaba "enamorada" o eso creía.
—Jamás—Mire de reojo la entrada del bar, no quería que Carlos apareciera por esa puerta, y se diera cuenta que no estaba haciendo mi trabajo.
—Mi niña— habló con una voz tan dulce que me hizo voltear a verlo con odio.
—No me llames así— mi voz tembló cuando lo mire a los ojos.
—Vete Damián, déjame en paz— iba a llorar, juro por Dios que lo iba a hacer.
—Entonces tienes que volver a tu casa ¿A caso no ves que estás haciendo las cosas mal?— Me pregunto, escaneándome con la mirada.
—No, no voy a volver a esa casa— Mis manos temblaban pero traté de esconder el terror que se estaba apoderando de mi. —¿Porqué no simplemente desapareces de mi vida?— Mi voz sonaba ahora más fuerte. — ¿Porqué no puedes ver qué te odio con todas mis fuerzas?—Los ojos de Orlando se llenaron de dolor pero no me importo.
—No me odias— Dijo, pero las palabras sonaron mas para el que para mí. —Mira, yo ya cambié y no dejaré que nada malo te pase Lena, no volverá a pasar nada que tú no quieras, lo prometo.
—Lárgate—Odio, eso era lo que había justo dentro de mi.
Me preguntaba si era posible vivir así, con tanto odio, en ese momento recordé todo y quise desaparecer.
—Que te largues—Grite, pero Damián no se movió de su lugar.
Mi pecho al igual que el de él, subía y bajaba rápidamente, el aire parecía haberse escapado de nuestro alrededor porque sentí que mis pulmones ya no podían trabajar correctamente.
—Ya fue suficiente— una voz sensualmente masculina sonó tras de mi. —Creo que ella dijo que te marcharás.
La mano de Pablo se envolvió alrededor de mi cintura y fue como si el aire hubiera aparecido de nueva cuenta y me sentí menos rota.
—Y yo creo que no estoy hablando contigo.—La mirada fría de Damián volvió.
—Hmmm—Murmuro Pablo mientras le regalaba a Damián una mirada oscura. —Si ella tiene que volver a decir que te vayas— Hablo lentamente. — No seré muy cordial contigo.
Sentí a Pablo tensarse cuando Damián le regaló una sonrisa burlona, y sin pensando enrede mi mano en la parte baja de la camisa de Pablo.
No quería una pelea, no quería que Pablo se metiera en problemas por golpear a Damián, sabía que este podía ser letal, en su mirada peligrosa se veía que podía hacerle daño si él quisiera. Pero por otra parte también sabía que Pablo no se quedaría quieto, y no me perdonaría que le hicieran daño.
—Damián...— trate de hablar fríamente pero mi voz se quebró.
—De acuerdo— Damián me miró una vez más, y como si fuera el rey del mundo, se giró, se subió a su carro y se marchó.
El silencio alrededor mío y de Pablo se hizo más tenso que nunca, y fue después de unos segundos mirando el piso que levante la mirada y lo mire.
—Tengo que entrar a seguir trabajando. —Y comencé a caminar hacia la puerta.
—Aquí te voy a esperar para llevarte a tu casa. — dijo él mirándome tranquilamente.
—No— Aleje mis ojos de los suyos y mire su hombro, no quería ver su cara. —Puedo irme sola, no tienes que acompañarme.
Necesitaba estar sola, necesitaba un baño de agua helada para pasar el sabor amargo que tenía en la boca.
—Te llamaré un taxi— dijo después de un tiempo y tras una breve mirada se marchó.
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Olvido
RomanceLe iba a dar la peor clase de venganza, lo iba a condenar a sentirse tan miserable como me sentía en ese mismo instante, le iba a dar el veneno de todo enamorado. El olvido.