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—¡Doctor! ¡Doctor! ¿Dónde estás?—llamaba Rose. El Doctor se había esfumado de su lado y eso no le gustaba. Ante ella había un pasillo largo que conducía hasta una puerta, su instinto le dijo que debía abrirla, ¿y si estaba allí?

Rose se convenció de que debía ser valiente, el Doctor no la iba a abandonar. Nunca lo hacía, no la dejaba atrás,…

Eso comenzaba a ser una broma de muy mal gusto.

El corredor olía a humedad y estaba repleto de cuadros situados en hilera que imaginó que debían ser muy valiosos. La mayoría eran retratos de un hombre del que no pudo distinguir bien el rostro debido a la escasa iluminación de la casa, era algo que empezaba a detestar en ese sitio, no había luz; si el Doctor hubiese estado a su lado usaría el destornillador sónico para alumbrarlo, esa función la conocía.

Rose giró el pomo de la puerta con sigilo, todavía no sabía si la casa estaba deshabitada, pero entre esas cuatro paredes también hacía mucho frío. La joven pensó que las chimeneas, estuvieran donde estuvieran, estarían apagadas.

Al entrar en la habitación vio a tres personas que le hacían señas con las manos para que se marchara, pero ella desobedeció y se quedó dentro de la estancia observando sus semblantes atemorizados, entonces Rose comprendió que necesitaban su ayuda.

La puerta se cerró tras de ella con un estruendo.

El Doctor corría por pasillos en busca de Rose. No podía haberse desvanecido de su lado, tenía que existir un motivo para eso.

—¡Rose! ¡Rose!—La llamó, pero no le contestaba. Eso le preocupó.

La buscó por cada rincón de la casa, hasta que se dio cuenta de que había estado dando vueltas en círculo durante más de media hora, sin encontrar una salida. Las puertas con las que se iba encontrando estaban cerradas con llave y el destornillador sónico no las desbloqueaba. No lo entendía, las cerraduras eran metálicas, debía funcionar.

El Doctor estaba atrapado y eso le divertía.

No obstante, tenía una prioridad más apremiante: encontrar a Rose.

De forma que usó su artilugio sónico para averiguar qué sitio era ese y buscar algún rastro de su compañera de viaje. El destornillador detectó cuatro señales de vida humana y tres presencias imposibles.

No tenía ni idea de por dónde empezar pero daría con ellos costase lo que costase, ya se ocuparía de saber qué era aquella cosa desconocida.

El suelo crujía bajo sus pies mientras corría de un lado para otro.

AtrapadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora