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La academia de los Señores del Tiempo estaba intacta, sus pasillos vacíos y su biblioteca rebosante de libros de las épocas del universo y todos los idiomas que se existían a lo largo y ancho del cosmos. Por aquel entonces el Doctor todavía no tenía la TARDIS, no la había robado. Esa fue su mayor locura y, sin embargo, la mejor decisión que había tomado en su existencia.

Pero el Doctor nunca descansa, el Doctor siempre va hacia adelante. No mira hacia atrás.

Volvió a sentir frío.

No tenía miedo, pensaba en que Rose estaba cerca y no tardaría en dar con ella.

Gallifrey se diluyó en el suelo de forma repentina.

El Doctor sonrió.

No obstante, la presencia que encontró en su lugar le hizo torcer el gesto.

—Ya está, lo arreglé—dijo un hombre vestido con indumentaria militar, ojos azules y una gran sonrisa dibujada en su atractivo rostro, sujetaba una especie de pistola con la mano derecha—.Ya no habrá más ilusiones ópticas.

—¿Jack?—Inquirió el Doctor, haciendo una mueca.

Este le saludó como si fuese un mando superior.

—Nos volvemos a encontrar, Doctor—dijo el capitán—.Pero no tenemos mucho tiempo para ponernos al día. Llevo investigando aquí desde que me enteré del accidente de anoche y aún no sé lo que ha sucedido, pero ha desaparecido gente y esto tiene mala pinta…

El Doctor asintió.

Por unos instantes le costó admitir que su presencia era muy oportuna: el capitán Jack le daba mala espina. Sin embargo, por una extraña razón los dos hacían un buen equipo cuando había emergencias.

—¿Sabes cómo salir de aquí?—le preguntó.

—Puedo intentarlo—dijo Jack, ladeando la cabeza.

El Doctor le explicó lo sucedido desde que aterrizó en Edimburgo y entonces Jack pensó en un plan apresurado. Tenían que ser rápidos actuando porque el ser que estaba recreándose en esa casa les había encontrado, sabía que uno de los dos estaba arruinando sus planes y no le hacía ninguna gracia.

El Doctor y Jack corrieron juntos de nuevo.

AtrapadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora