2. Ravenclaw

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JongDae era perfecto.

Sus ojos tenían una forma extraña que los hacían más brillantes la mayor parte del tiempo, y más pequeños cuando sonreía o se concentraba. Era de contextura delgada y ligeramente construida, con el estómago plano y algo marcado y los brazos duros de tanto jugar basquett con los del grado superior. Llevaba el cabello de un castaño claro brilloso, algunas veces lo alisaba antes de ir a clases o dejaba que las ondas naturales de su cabellera tomaran lugar sobre su cabeza, volviéndolo más fresco y simple.

Pero lo que más amaba MinSeok de aquel chico, sin duda alguna, era su sonrisa.

Decir que era hermosa parecía estúpido. MinSeok la consideraba como la sonrisa más bella del mundo. Sus comisuras se alzaban, sus labios se hacían más finos, aquellos hermosos ojos avellana se volvían en forma de media luna y esa dentadura perfectamente blanca y pareja completaba el hermoso espectáculo que tenía frente sus ojos.

JongDae riendo era como sus manos rozando el cielo.

— ¿A quién acosamos?

Como si fuera una costumbre cruel que el destino preparaba, MinSeok saltó del susto haciendo que los libros en el estante se agitaran con un rudio imposible de ignorar. Y por si fuera poco la risa de JongDae había parado.

— ¿Qué te sucede?— exclamó MinSeok en un susurro. Si el chico sentado en la mesa decidía pararse para buscar el origen de aquel estruendoso desastre y lo encontraba agazapado como un acosador psicótico, estaba muerto.

Entonces fijó sus ojos en quien lo había asustado, y pedir que la tierra lo tragase no parecía ser suficiente.

— J-JongIn...

Kim JongIn le sonrió, ladeando la cabeza. Sus ojos buscaron algo por detrás de MinSeok y, al encontrarlo, se abrieron con total sorpresa reflejada en aquel iris oscuro, entiendo la situación.

— ¿Espiabas a mi hermano...?

MinSeok saltó con las manos hacia delante y tapó la boca de JongIn en un desesperado intento de que se callara. Si JongDae lo escuchaba estaba muerto. Si JongDae iba hacia ellos y lo veía en esa situación junto a su hermano menor ya podía decirle adiós a sus esperanzas.

El chillido de la silla arrastrándose alertó a MinSeok.

— No digas ni una palabra— ordenó, cínicamente. A juzgar por la mirada aterrada de JongIn tal vez exageró un poco, pero no podía arriesgarse a ser descubierto.

— ¿JongIn?

No era un momento muy oportuno para que su cuerpo de colegiala enamorada reaccionara a esa voz que, dicho sea de paso, se oía muy cerca. Demasiado cerca.

— ¿Qué están haciendo?— preguntó, y MinSeok tomó aire lentamente para poder voltear a verlo.

JongDae los miraba con una ceja arqueada y las manos en su cintura. Al parecer no llevaba nada debajo de la camisa; la fuerza de su mano izquierda tiraba de la tela hacia abajo, revelando una porción de piel desnuda donde se marcaba el hueso de la clavícula. Se veía bastante guapo.

Concéntrate, idiota.

— JongIn me estaba ayudando a elegir un libro— se apresuró en responder. JongDae alzó ambas cejas.

— ¿Que yo qué...?

MinSeok le pellizcó el brazo con fuerza y JongIn hizo silencio. Si el muy estúpido no se quedaba callado hasta que su hermano decidiera irse, el propio MinSeok se encargaría de jugar dardos con su entrepierna como blanco.

JongDae parecía a punto de cuestionar algo, como... por qué el escándalo con los libros de la repisa si se supone que sólo hablaban, pero MinSeok fue más rápido, sacando como tema aquello que había notado en su investigación de campo con JongDae en la biblioteca.

— ¿Eso es Harry Potter?— preguntó, señalando con su dedo el libro bajo el brazo del otro. Los ojos de JongDae brillaron antes de contestar.

— Sí, de hecho es la octava vez que lo leo.— Sus hermosos ojos avellana se posaron sobre MinSeok, y cuando aquella sonrisa gatuna se hizo presente el chico pudo notar el momento exacto que su corazón dejó de latir—. ¿A ti también te gusta?

Tal vez fue el resplandor de sus dientes perfectamente blancos, o puede que halla sido el brillo en sus ojos pequeños ante el gesto. También podría ser el causante aquella voz única, a veces grave y aveces aguda, que enviaba descargas de felicidad por sus venas, pero, fuera cual fuera el promotor de aquello, MinSeok ya no podía revertir el tiempo cuando se escuchó a sí mismo decir con voz extasiada:

— Me encanta.

Y ni siquiera sabía si hablaba del libro o de JongDae.

El chico en frente suyo abrió sus ojos y desapareció su sonrisa, remplazandola por una expresión de desconcierto que luego volvió a ser alegría total.

— ¿Qué? ¡Wow! E-es la primera vez que yo...— JongDae paró sus balbuceos y sacudió la cabeza, como si pusiera sus pensamientos en orden—. Lo siento es que... en fin. ¿Cuál es tu libro favorito?

MinSeok quedó momentáneamente en blanco, pero luego recordó el libro que BaekHyun le había dado, el único del que sabía hasta ahora.

— Eh... Las Reliquias de La Muerte.

— Es un gran libro— concordó JongDae—. El mío es este, sólo no puedo cansarme de leerlo.

MinSeok asintió cuando el chico extendió el libro en su dirección. El Prisionero de Azkaban, sea lo que sea.

— ¿De qué casa eres?— le preguntó. MinSeok estaba enamorado de él y amaba su voz, pero ahora sólo quería que se callara y lo dejase partir a su casa para esconder su cabeza en una almohada de la vergüenza que le daba hablar de algo que no conocía.

— R-ravenclaw— murmuró. Gracias a Dios había recordado cuando ChanYeol mencionó que JongDae solía decir como MinSeok tenía pinta de ser de esa casa. Aunque él no supiese qué significaba eso. ChanYeol dijo que era por su inteligencia o algo así.

— Me lo imaginaba— sonrió JongDae, y MinSeok suspiró por dentro. Sólo no podía ser tan perfecto, era contranatura.

— Uhm, Dae...

La voz de JongIn le hizo darse cuenta de que nunca estuvieron solos. ¿Era mucho pedir algún encuentro romántico donde, de preferencia, JongDae lo besara para confesarle que todo ese tiempo estuvo enamorado de él? Vamos, MinSeok tenía necesidades.

— Deberíamos ir a casa— dijo JongIn. JongDae asintió y sonrió sin mostrar los dientes.

— Nos vemos luego, MinSeok.

— Hasta luego, JongDae.

JongIn lo miró una vez antes de irse, y MinSeok se aseguró que viera perfectamente el gesto de "estás muerto" que le dedicó. Si JongIn llegaba a mencionarle a su hermano que en realidad MinSeok lo espiaba como acosador empedernido podía decirle adiós a su sueño de casarse con él y tener muchos hijos.

Cuando JongDae y su hermano desaparecieron de su campo visual, MinSeok volvió a respirar. Tanteó con su mano la pared detrás suyo y se recargó en esta, tratando por todos los medios de que su corazón volviera a latir despacio.

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¡hey, harry!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora