7.- Noche

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Todo era oscuridad, fría y pacífica oscuridad

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Todo era oscuridad, fría y pacífica oscuridad. El silencio era tan relajante como la falta de sensaciones.

De pronto un resplandor, una explosión de rojo en medio de toda aquella oscuridad. Bastante lejano y pequeño pero cuando se apagaba volvió a explotar, creciendo y acercándose más y más hasta que lo abarcaba todo.

"¡No!" quería gritar "¡No perturben mi paz!" pero pronto el color me rodeo hasta abarcar todo a mí alrededor. Y cuando estuve completamente rodeada, cuando no había otra cosa que rojo intenso, la siguiente explosión fue directamente en mi estómago, mientras el color se incrustaba en mi interior. Esta vez el rojo implosionó dolorosamente y se introdujo en mi cuerpo, fue como si golpeara mi estómago, mi pecho y mi cara para poder entrar a mi cuerpo y romperlo desde dentro.

Cerré los ojos, el dolor le daba una forma definida a mi cuerpo y me di cuenta de que estaba inmovilizada, recargada en algo plano y cálido. Pronto las oleadas de dolor rojo dejaban a su paso muestras de heridas en distintas partes de mi cuerpo. Recordé que esas heridas las causaron las balas de los cazadores.

Abrí los ojos justo en el momento en que recibía un duro golpe en el abdomen, reconocí el dolor rojo aunque esta vez no pude ver el color. Todo en la habitación era blanco y plateado, lo que resaltaba más las salpicaduras de sangre que me rodeaban. Pude ver al cazador más robusto dando un paso atrás mientras se acomodaba un bóxer, seguramente de plata, en la mano derecha. Su mano y parte de su brazo estaba también cubierto de sangre.

—Por fin despiertas maldita, pensé que tendría que golpearte toda la noche —dijo, y antes de que pudiera responder volvió a golpearme en el pecho.

El impacto del golpe, aunado a la quemazón de la plata creaba un dolor casi insoportable, además de que seguía sangrando por las heridas de bala. Supuse que estaba atada con alguna aleación con plata, la plancha inclinada se calentaba en contacto con mi piel pero no quemaba atrozmente como la cuerda que aún rodeaba mi cuello. Gruesas bandas del mismo metal rodeaban mis hombros, mi pecho, cadera y piernas, otras más pequeñas detenían mis tobillos y muñecas.

—Escucha muy bien asquerosa vampira, nos dirás exactamente dónde descansa Velkian en el día así como el resto de ustedes, —dijo antes de darme otro golpe—. cuando lo hagas, tal vez te conceda la muerte.

Intenté hablar pero la sangre acudió a mi garganta y me ahogó, tuve que toser e intentar aclararme.

—Mihail, sólo hablaré con Mihail... —logré balbucir, con lo que me gané otros dos golpes en el rostro.

—¿Crees que estás en posición para exigir algo? ¡Me dirás lo que quiero saber, ahora!

Levanté la cabeza para mirarlo, había rabia en sus ojos, pero también pude percibir un brillo extasiado, el cazador disfrutaba de la tortura.

—Únicamente le diré lo que sé a Mihail... —volví a insistir.

Pronto perdí la cuenta de los golpes recibidos, no tardó en aparecer el hambre voraz en mi interior a causa de la sangre perdida y se mezclaba con el dolor hasta hacer imposible el definirlos.

—Aprenderás a no meterte con la familia Rossblack —me gritó en varias ocasiones, entendí que su orgullo se había visto herido al no poder proteger a su primo menor.

No sé cuánto tiempo había pasado cuando el cazador pareció cansarse y se detuvo. Salió un momento del cuarto y regresó a los pocos minutos con una bolsa de transfusión.

—Se supone que debo ofrecerte esta sangre como intercambio por tu información, pero dado que te has mostrado tan poco participativa... —Abrió la punta de la bolsa con los dientes y la acercó.

Mi interior se comprimió dolorosamente cuando el olor me llegó, cuando la bolsa quedó a menos de un metro de mí el cazador volteó la bolsa dejando que su contenido se derramara en el suelo. Mi cuerpo forcejeó para poder alcanzar aquella deliciosa sangre que aliviaría en parte mi sufrimiento, pero las ataduras eran bastante buenas y no pude moverme mientras toda la bolsa era desperdiciada. La lúgubre risa del cazador acompañó al horrible espectáculo todo el tiempo.

Al final me arrojó la bolsa vacía y abandonó la sala. Aproveché el instante de paz para intentar pensar a pesar del dolor que corroía mi cuerpo, el olor de la sangre inundaba la habitación con su torturante esencia. Solo esperaba que Mihail viniera antes de que me mataran, pues debía asegurarme de que Lía estuviera bien, en cuanto estuviera segura de que ella estaba a salvo buscaría hacer que los cazadores me mataran y me otorgaran el tan anhelado descanso.

A los pocos minutos entró de nuevo el cazador, Sergei, aunque esta vez seguido por su hermano. Les miré atentamente mientras se acercaban a la mesa que estaba recargada en la pared de mi derecha. Luego llegaron frente a mí cada uno con un cuchillo corto en la mano.

—Muy bien sanguijuela, nos dirás dónde duermen tu maestro y tus hermanos —dijo Nikolas mientras clavaba la punta de su cuchillo en mi hombro, ya herido por una bala.

Gruñí y me revolví el poco espacio que me permitían las ataduras.

—Mihail, se lo diré, a él... —dije, aún mientras él seguía escarbando en la herida.

—¿Lo ves? Te dije que quería hablar con Misha, pero no entiendo por qué —se quejó Sergei

—Debe estar tramando algo.— Volvió su mirada a mi rostro—. ¿Para qué lo quieres? ¿Qué planeas con él?

—Quiero ver, a Mihail, solo a Mihail... —me empeñé, aunque el dolor ardía en mi hombro.

—¿Acaso crees que él va a liberarte después de todo lo que le hiciste? ¿No crees que ya le has dañado suficiente?

Al parecer ese Nikolas era más hablador y tranquilo que su hermano, pero no apostaría con la seguridad de Lia.

—Solo quiero hablarle. —Levanté la mirada hasta él.

De pronto el otro cazado clavó su puñal en mi abdomen hasta la empuñadura, arrancándome un grito gutural cuando lo retorció.

—Todo lo que ustedes quieren es causar caos y destrucción —gruñó.

—Espera un momento Serch, tal vez debamos traerlo, a fin de cuentas la criatura está inmóvil y débil, no hay nada ya que pueda hacer.

—Lo que deberíamos hacer es sacarle la entrañas hasta que nos diga lo que queremos saber. —Sacó el cuchillo con un solo movimiento, la sangre salió a borbotones de la herida.

—Dime una cosa... ¿Eso en qué te diferencias de mí? —murmuré hacia el cazador, aunque de inmediato me arrepentí, no por temor a lo que me pasara, sino a que me matara antes de saber que Lia estaba bien o de encontrar una manera de ayudarle.

Sergei clavó de nuevo el cuchillo, esta vez un poco más arriba. La sangre entró a mis pulmones y casi me impedía respirar.

—La, diferencia entre nos... —escupí más sangre, su sabor solo me atormentaba más en lugar de ofrecerme alivio—. nosotros es que tú, tú disfrutas, hacer esto.

La sonrisa que me mostró a continuación me recordó bastante a Velkian.

—Tal vez, pero eso sólo debería advertirte de lo que soy capaz de hacer si no me das la información que quiero ¿Dónde duerme Velkian?

—Le diré lo que sé a Mihail —insistí.

Nikolas negó con la cabeza antes de salir del cuarto. Sergei por su parte abrió una pequeña compuerta donde ardía un fuego, como una chimenea.

—Tengo toda la noche para convencerte de que me lo digas a mí y no a mi primo —dijo con su sonrisa macabra mientras introducía un largo bastón de metal al fuego hasta que se puso al rojo vivo.

Suspiré, sospechaba que tendría que soportar mucho antes de que me dejaran hablar con él o bien que me mataran. Tal como sospechaba, me esperaba una muy larga y dolorosa noche, al final con el cuerpo lleno de quemaduras, cortes y magulladuras de los que ya casi no salía sangre, sentí como el sol comenzaba a salir y me sumí por fin en el sueño mortal, esperando conseguir un poco de paz para aguantar otra noche.

RossblackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora