- ¿Pero qué...?- Luis se quedó mirando a su alrededor en cuanto abrió la puerta. Solo iba a salir unos segundos de su cueva para tirar la basura cuando al abrir la puerta se encontró con muchos papeles sueltos por el suelo y pegados en la puerta y alrededor de esta.
Agarró uno de ellos y en cuanto lo leyó rodó los ojos.
Aitana Ocaña busca profesor de piano, paga bien y no suele portarse mal.
Recogió todo y lo tiró a la bolsa de basura que llevaba en la mano. Cuando iba volviendo a su casa, se encontró con que la joven volvía del instituto, supuso por la mochila, y quiso huir rapidamente aunque su voz aguda le paró.
- ¡Luís!
- Mierda... - Murmuró.
- ¡Luís!- Volvió a gritar. Los pies del chico se pararon instintivamente mientras cerraba los ojos maldeciendo. Esperó a escucharla detrás suyo para girarse.
- ¿Qué quieres?
- ¿Has visto mis carteles?
Como para no verlos.
- ¿Había alguna forma de no verlos?
La sonrisa de ella se ensanchó.
- ¿Y? Qué piensas sobre eso.
- Qué como piensas conseguir todo el dinero para pagarme. Has dicho que pagas bien.
- ¿Eso es un sí?
- Eso es un como piensas conseguir el dinero para pagarme. Ya está. No tiene más historia.
- Tu de eso no te preocupes.- La joven le miró con impetú, esperando una respuesta.
- No. No soy profesor de piano.
- No te pido que seas profesor, profesor de piano. Solo que me enseñes aunque sea lo más básico, lo demás lo podría aprender por mi cuenta.
- ¿Por qué eres tan jodidamente cabezona cuando te he dicho mil veces que no?
- Quien la sigue la consigue Luis, tu lo dijiste.
Se maldijo a si mismo por sus propias palabras. Por lo visto el mismo le había dado la fuerza para seguir jodiendole la existencia con tanta pesadez.
- Mira, Tatiana...
- Aitana.
- Eso.- Claro que se acordaba de su nombre, solo quería señalizar el disgusto que estaba sintiendo por ella hasta el punto de no recordar su nombre.- No es no, y si tu eres cabezota más lo soy yo y estoy se puede convertir en un bucle de malos rollos entre vecinos. Porque eso soy, tu vecino, no tu profesor de piano.
- Tu y yo sabemos que no voy a parar hasta que digas que si.
El mayor trató de respirar con calma cerrando sus ojos, y si tan siguiera despedirse se dió la vuelta y caminó hacia dentro del edificio.
Y no paró, claro que no paró. Al contrario, lo hizo todavia peor. Iba practicamente todos los dos días a su puerta y no paraba de llamar hasta que no la abría y tenían otra intensa y breve conversación sobre el piano.
Y eso era exactamente lo que estaba pasando en ese momento. Aitana había entrado en su hogar sin tan siquiera preguntar por permiso, con la excusa de que necesitaba miel y ahora estaban enfrascados en una pequeña discursión sobre las ventajas e inconvenientes de unas lecciones de piano. Para Luis todo eran inconvenientes, mientras que Aitana solo veía ventajas.
- ¿No te das cuenta que esto es un presagio de nuestras vidas? Yo, la positiva que lo mira todo de un mejor color, tu, el negativo que no le ve nada bueno a nada.
- Orgullosamente negativo.
- ¡Por favor Luis! Te daré lo que quieras.
- Quiero que me dejez en paz.
- No te lo puedo dar si no me has dado tu lo que yo te pido.- Una sonrisa divertida se dibujó en el rostro de la joven.- No seas tramposo.
Luis se quedó pensativo. Quizás debía darle lo que quería. Con unas pocas lecciones, podría darle a la joven los conocimientos más básicos posibles, ella le daría algún dinero por ello y además le dejaría en paz después de eso. Para lo único que la vería sería si alguna vez salía de su casa, y con suerte olvidaba hasta su nombre. Realmente, ya la tenía pegada todo el tiempo a él, no cambiaría nada salvo que le pagaría y además le dejaría en paz pronto. Quizás no era tan mala idea.
- Esta bien.
- ¿Qué?- Se quedó callada. Había estado hablando todo el tiempo donde Luis había estado pensativo, y esas dos palabras le hicieron caer en un enorme silencio. Cosa bastante extraña en ella.
- Que está bien. Acepto.
- Espera, ¿qué?
- Acepto.
- ¡Dios, muchas gracias!- Pegó un salto y le abrazó, aunque el hombre no tardo en apartarse asqueado.
- Sin tocar y respetando mi espacio personal. No hagas que me arrepienta.
- Lo siento. Dios mio, es que no me lo creo. Estoy muy emocionada, voy a ser una excelente alumna, ya verás.
- Pero tiene que haber reglas, ¿está bien?
- Lo que quieras.