Capítulo 5: Nada.

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Jueves 11 de enero del 2018

Alfonso lucía indignado, no podía creer que Petunia lo hubiese insultado. Ni siquiera yo me lo esperaba, pero tal vez ella era una mujer mucho más fuerte que un simple viejo desnutrido y falto de amor como yo.
Él se acercó a ella y clavó sus oscuros y demoniacos ojos en ella, pero no mostraba ni el más mínimo temor. Esa mujer en serio era increíble... Dentro de lo que cabía.

-¿Vas a tirar dos años de relación ala basura por un anciano?- le preguntó retador.

¡¿Dos años?! ¿Le ha sido infiel a mi hermosa hija por dos años enteros? No. Esto no es posible. Él es de lo peor, que Dios me perdone por no poder yo perdonarlo pero, ella era mi hija, era leal, lo amaba con todo el corazón y jamás hizo nada para dañarlo, en cambio este monstruo la engañó por mucho tiempo y nadie se dio cuenta. Que poco hombre.
Petunia probablemente sabía de su familia aquí y aún así se metió con él, aunque no me sorprende demasiado por como viste y cómo habla. Esa mujer es muy extraña. No quisiera hablar mal de ella en estos momentos que intenta protegerme, se lo agradezco de cierto modo, pero siento que ella viene de los barrios más bajos que existen en la ciudad. Tal vez Alfonso la encontró en un lugar más o menos decente y se la llevó. O simplemente estaba ebrio y coqueteó con ella hasta enamorarse. No estoy seguro pero ella no luce como alguien en quien confiaría mi vida. Esa es la verdad, lo lamento tanto, Petunia.

-No voy a permitir que dañes a alguien más débil que tú ¡eso no es de hombres, cabrón!- gritó.

En otros casos, él hubiera golpeado a quien se opusiera a sus desiciones pero me sorprendió mucho ver cómo contenía la rabia y se controlaba para no herirla física o verbalmente. ¿Ese hombre de verdad puede controlarse? Ella siguió insultándolo y amenazaba con terminar su relación, solo que, esta vez no estaba gritando.

-¡Ya cállate, estúpida! ¡Igual te saqué del prostíbulo y lo menos que puedes hacer es dejarme hacer lo que quiera!- golpeó la mesa con una fuerza increíble. Tanto que pensé que se rompería -¡En mi casa tú no mandas y si yo quiero, voy a matar al pinche estorbo!- al decir esto, jaló un cajón del mueble más cercano a la mesa y sacó un revolver. Eso hizo que mi corazón comenzara a acelerar y mi cuerpo se acalambrara. Esta vez me iba a matar y mis piernas no respondían. Dios mío, por favor, no me dejes morir en sus manos... No quiero que él sea la razón de mi muerte, te lo imploro de rodillas, te lo suplico. Sé que me escuchas y no me abandonarás... No lo harías ¿verdad?

-¡Vete al diablo, decrépito!- gritó y me apuntó con el arma. No podría explicar la expresión que tenía en ese momento, lucía bastante aterrador.

-¡No, no me mates! ¡Déjame ir!- supliqué y levanté las manos en seña de rendición -Prometo no volver a entrometerme en tu vida pero no me mates, por favor- retrocedí poco a poco y lágrimas comenzaron a manchar mi rostro nuevamente. El pánico se apoderaba de mí y sentí el peor de mis temores jamás vividos.

Él me lanzó una profunda mirada de odio y sonrió cínicamente. Ese sujeto estaba mal de la cabeza. Petunia seguía insultándolo pero al parecer él la había dejado de escuchar y eso la hizo enfadar aún más.

¡Todo esto es mi culpa! Si tan solo no hubiera vuelto por mis cosas, si tan silo hubiera aceptado vivir en la calle, si tan solo no fuera un debilucho mantenido... De acuerdo. Basta ya. Todo esto está ocurriendo por mi culpa. Me siento más triste que nunca. En estos tres días mi esfuerzo fue en vano, no encontré nada, no pude ir más lejos y tampoco hubo quién me extendiera la mano en ningún sitio. Este mundo a veces puede ser muy cruel.

Todo se volvió borroso y oscuro, escuchaba voces a lo lejos pero no entendía nada de lo que decían. Sentí un terrible dolor en la pierna y el brazo, incluso un tirón en el cuello, después, nada.

















Nada de nada.

Señor GuillermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora