Capítulo 8: Mi nueva vida.

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Miércoles 17 de enero del 2018

Estoy abordo de un tren camino a Colima junto a mi nieta Jennifer. Ella tiene su cabeza recargada en mi hombro y sus ojos están completamente cerrados, se parece mucho a mi queridísima Lupita.
Sigo en desacuerdo, me negué a ir con mi niña, no quiero ser una molestia pero ella me obligó a aceptar aquel domingo después de verme ahogado en un mar de lágrimas. Petunia me dijo cosas horribles, no la culpo, soy un viejo decrépito pero no puedo elegir cuando morir aunque espero que sea pronto. Es triste, pero estoy muy viejo para hacer cosas ¿en serio creí que me darían trabajo a mi edad? Tenía esperanza pero tal vez solo era yo queriendo tachar la cruda realidad, donde Lupita ya no existe, donde ya no puedo moverme con facilidad... Donde Alfonso me corre de su casa y tira a la basura mi único recuerdo de ella. Me siento triste, Jennifer no tiene por qué cargar con esto, es molesto. Si yo pudiera moverme más, iría lejos, viajaría a un lugar solitario donde me alimentaría de mis cosechas y el agua del río.

Mi nieta despertó justo a tiempo y me llevó a un pueblo tranquilo, el piso es tierra pura, casi no hay carros y las casas son de piedra. Realmente se ve como un pueblo del viejo oeste como el que veía en las caricaturas. Incluso hay algunos caballos, pero no hay cantinas ni vaqueros. Me reí de pensar esto último porque es gracioso ser una persona mayor y tener pensamientos de un niño pequeño, una criatura inocente y pura.
Llegamos a la casa de Jennifer, es espaciosa y fría. Me gusta el frío porque el calor es fuerte y pesado, el sol brilla demasiado pero te hace daño y es enorme, más que la luna. Lupita solía llamar "Solecito" a Alfonso, de aquí mi definición.

-Permítame presentarle su nueva habitación, abuelito- Jennifer se ve tan feliz, me ha llevado a un cuarto cercano a la cocina y al baño. Es bastante grande, tiene fotografías por todos lados y pinturas; las paredes son color beige y tienen una línea café que decora la pared perfectamente. La cama se ve acogedora y hay una mesita con una lámpara, también un tocador pequeño a un lado de la ventana. Es realmente linda -Esta ahora es su casa- dice saliendo del cuarto dejándome aquí. Camino hacia la cama y percibo un olor a colchas limpias que me hacen recostarme un momento...

-Señor Guillermo, le he hecho algo para que coma- la dulce voz de mi nieta me ha despertado de un sueño en el que caí. Me siento más tranquilo que cuando venía de camino, tanto que me he quedado dormido en el primer instante. Que descortés soy.
Me levanto y salgo de la habitación para encontrarme con la mesa llena de platos con guisos. Esta jovencita ha trabajado muy duro para mi bienvenida y yo no tengo como agradecerle. Tengo ganas de llorar, mis ojos se han llenado de lágrimas y mi respiración comienza a agitarse. Mi nieta lo nota y se acerca a mí para abrazarme.

-Le prometo, abuelo, que no lo haré sentir inferior jamás. Solo tiene que quedarse conmigo para siempre- dice y me acerca a la mesa. Mi estómago está sonando tan fuerte que me da vergüenza... Tal vez se escucha hasta China. Ambos nos sentamos para degustar de la comida que ha preparado mi niña, todo es tan delicioso, me siento como un muerto de hambre por todo lo que deseo devorar en este momento. La comida está blanda, es perfecta para mí, no está fría y no me quema la lengua, es un punto perfecto, todo está bien cocido y huele muy bien.
Cuando por fin logro regresar a la realidad, descubro a Jenny observándome con una sonrisa y sus mejillas pintadas de rojo. Realmente le agrada mi presencia aunque solo he actuado como un perro el día de hoy.

-Lamento mi comportamiento- me disculpo y agacho la cabeza. Al instante ella me toma por la barbilla haciendo que la levante.

-Nada de deprimirse, usted no ha comido bien ¿cierto?

Me quedo callado y desvío la mirada. No deseo recordar cóno me encontraba los últimos días o qué hacía, probablemente se moleste y no quiero que le haga frente a Alfonso o a Petunia. Sigo comiendo, disfrutando cada bocado como si fuera el último del día y cuando por fin termino, me quedo sentado esperando a que mi nieta también termine su comida.
Se ve tan linda, tiene las mismas expresiones que Lupita, comen igual e incluso tienen el mismo pozo en la mejilla cuando se ríen. Es mi Lupe junior.

Pasa la tarde y nos hemos puesto de acuerdo en varias cosas, yo quiero ser útil en la casa pero obviamente ella se niega, aunque ahora sabe que tomo algunos medicamentos para ciertos malestares que he adquirido con el tiempo.

-Escuche, Don Memo- comienza -yo me voy a trabajar en las mañanas pero regreso a la hora de comer- puedo notar como sus hermosos ojos se posan en mí mostrando algo de preocupación -Le dejaré el desayuno en la mesa y el televisor prendido, no quiero que haga nada que pueda lastimarlo ¿de acuerdo?

Estoy acostumbrado a la soledad, no será muy diferente estar aquí solo que estar allá, después de todo, son casas ajenas y debo portarme bien. Asiento con la cabeza para darle la seguridad de que no seré un doble estorbo, suficiente tiene con cuidar de mí como para ponerme a renegar.
Ella me besa la mejilla y se retira para recoger la mesa.
Nuevamente tengo ganas de llorar, soy tan estúpido, el llanto aparece por cualquier mínimo detalle. De verdad me siento como una carga, aunque estoy disfrutando, aunque me siento cómodo, ella tiene una vida que debe gastar para ella, no para mí... ¿Cómo se lo hago entender? Es demasiado terca.

¿O tal vez yo estoy exagerando?

¿Por qué soy tan inseguro?

Señor GuillermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora