Capítulo 2: Oportunidades

6 2 0
                                    

Martes 9 de enero del 2018

Los rayos del sol iluminaban mi habitación como nunca lo había hecho, se veía tan lleno de vida apesar de la situación que estaba pasando en el lugar. Serían más o menos las 9:00am por la fresca ventisca que acarició mi rostro al abrir mi ventana, todo anunciaba que sería un buen día, Dios me cuidaba y eso me motivaba.
Entré a la ducha y me limpié como pude ya que era más complicado sin Lupe que me ayudaba a tallar, casi no me movía para evitar lastimarme, pero, ella ya no está, depende de mí, además no puede ser tan complicado.

-¡Hijo de la chingada, comienza tu cuenta regresiva!- Gritó Alfonso mientras golpeaba con fuerza la puerta. Aquel grito me tomó por sorpresa y resbalé. Mi grito de dolor lo hizo enfurecer pues escuché otro golpe a la puerta y luego otra puerta azotar. Probablemente la de salida, ya que su trabajo iniciaba 9:30am.

No puedo levantarme, todo mi peso lo soportaron mis frágiles rodillas y siento cómo punzan, fue un gran golpe pero pudo ser peor ¿no? Pude caer de sentón y fracturarme la espalda que ya presenta otros problemas... No. No puedo ser un conformista, me está doliendo al grado en que lágrimas salen sin poder contenerlas. No hay quién me ayude, no puedo gritar porque nadie vendrá, solo me tengo a mí mismo para poder salir de esta aunque tampoco podré ir a revisarme... No tengo dinero. No tengo nada.
Me quedé en la posición de gatear, me había paralizado y cualquier movimiento me lastimaba. Solo podía escuchar el agua de la regadera y algunos sollozos que no podía ahogar. Esto es verdaderamente dolor, siento como mi corazón late con fuerza, pues claro, tengo miedo, la tristeza me invade pero aún queda la esperanza ¿no?
Aguantando el dolor logro poner uno de mis dos pies como pie de apoyo y mi mano derecha la recargo en la húmeda pared, lo más difícil es levantarse pero lo logro con mucho esfuerzo y reviso que mis rodillas no se hayan destrozado. Al parecer no. Gracias a Dios solo fue el golpe... El golpe que me ha hecho llorar.

^^^

Voy a buscar trabajo, por lo que he optado por una camisa blanca adornada con una corbata tinta y un pantalón gris, también me puse unos zapatos negros que creí que Lupe había tirado. Me di una última revisada en el espejo, donde antes veía a un viejo querido por su familia, uno que sonreía todo el tiempo incluso cuando Alfonso estaba cerca. Hoy en día solo puedo apreciar un anciano alto y prieto con mirada deslucida, un moretón bajo el ojo y una insignificante calva. Pero si mantengo mi voz firme y gruesa, tal vez pueda convencer a alguien.

El primer lugar al que me dirigí, fue a una carpintería donde trabajé hace muchos años. Tenía la esperanza de encontrar a Don Nacho y que escuchara mi historia, tal vez él prodría ayudarme hasta que encontrara un lugar. Tomé el autobus, una jóven me ayudó a subir los escalones y me cedieron el asiento amarillo... Comienzo a pensar que me veo demasiado viejo. Bueno, no esperaría menos a mis casi 80 años de edad ¡Podría apostar a que mis arrugas tienen arrugas!
Solté una risita y continué mi camino hasta bajar en Santa Teresita. Una colonia descuidada, religiosa a más no poder y llena de gente ruidosa. Es un lugar maravilloso, encuentras de todo y lo que no, también.

Al llegar a la carpintería, pude notar como todo había cambiado. Era un lugar más amplio, tenía máquinas modernas y más de 5 trabajadores. En mis tiempos este lugar tenía por nombre "CarpiNacho" pero actualmente o si no me equivoco de lugar, se llama "Tío carpintero".

-A sus órdenes- Un joven delgado y de piel morena se acercó a mí, tenía un desarmador en la mano. Tal vez lo interrumpí.

-Buenas tardes ¿Se encuentra el señor Ignacio Román?- mi voz estaba gruesa, firme y fuerte, justo como lo había planeado.

-No, señor- contestó con la mirada baja -falleció hace unos días en un accidente.

¡¿Hace unos días?! Don Nacho era 20 años menor que yo, supongo que ya había cumplido su misión con Dios y ya era momento de volver junto a él.

-Eso es malo, era un chico respetable y muy honesto- comenté -Yo lo conocí a sus 23 años de edad- sonreí.

-Bueno, tenía que irse tarde o tenprano- contestó -¿en qué le puedo ayudar?

-Oh si ¿solicitan ayudante?- pregunté algo inseguro.

Era de esperarse. Nadie contrataría a un pobre anciano que apenas puede mantenerse de pie para un trabajo tan duro; sin embargo, tuve la esperanza y mi Dios me lo tomará en cuenta. Me duelen las rodillas, seguro están todas moreteadas pero heme aquí, logré subir al camión y alcancé a tomar un asiento amarillo.
Mi siguiente destino será en Federalismo, donde también trabajé un tiempo atrás como maestro de pintura; es más fácil conseguir trabajo ahí ya que hace poco, Lupe me había llevado a pasear y al pasar por ahí, leí que necesitaban gente.
Mientras esperaba mi parada, una muchacha embarazada subió al camión, era castaña y de piel morena, muy linda la jovencita. El autobús estaba lleno de gente, nadie le daba asiento y la pobre chiquilla lucía agotada. Me levanté para darle el asiento y ella se sentó lo más rápido que pudo, le sonreí pero creo que lo tomó mal ya que me ha visto de pies a cabeza y se ha volteado hacia la ventana. No soy una mala persona, de verdad, tengo muchas virtudes y aunque he cometido millones de errores en toda mi vida, he corregido bastantes, no soy un abusador, no soy un malandro y no soy alguien que busque recompensa... Por favor, niña, no me veas así. Duele.

Basta.

Ya he llorado el día de hoy, soy un poco sentimental pero puedo con la vida. Estoy acostumbrado, sigo aprendiendo cual niño que va al kinder. Siguiente parada "ArtSchool".
No puedo esperar para encontrarme con Lucía y Leonardo. Ellos eran mis estudiantes y me decían que su mayor sueño era tomar mi lugar, ser maestros capaces de presumir lo que sabían, enseñar más de lo que hacían y jamás retroceder. Nunca olvidaría a ese par de gemelos.

Me he bajado del camión y caminé unas cuantas cuadras pero no he encontrado el lugar... ¿No estaba por estos rumbos?

Señor GuillermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora