VI. Festín de forasteros

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Los soldados engulleron con fascinación la sopa de cordero, se pasaban de un puesto a otro la fuente con papas doradas y hierbas silvestres, untaban el pan y bebían aguas frescas una y otra vez, riendo y disfrutando el momento con confianza. La señora de la casa se acercó a preguntarles si deseaban algo más, y todos votaron por repetirse. En el intertanto, Aiken se quedó mirando una de las jarras, que tenía un tono morado y pequeños frutos que flotaban en el líquido de su interior.

-"Descuida, no es lo que piensas.", le dijo Ezequiel mientras cortaba un pedazo de pan con las manos. "Es arándano del ártico, zumo de arándano del ártico. Los navegantes lo traen sólo una vez al año, somos afortunados de que nos conviden una botella", señalaba sonriente.

-"Pues entonces, habrá que sacrificarse y probar", dijo entre risas Aiken, que casi nunca se veía tan contento y afable. Contagió rápidamente a los demás, excepto Aury, que estaba ido desde que salió de la habitación donde dejaron a Miguel.

-"Aury desconfía, está preocupado, pero no debería desconfiar. Su cabeza se quedó en la habitación con el Príncipe", dijo con seguridad Mainery.

-"Estoy bien", dijo Aury. "No es como ustedes piensan. Estoy concentrado porque tendremos que repetir la operación por la mañana, y debemos movernos con agilidad ya que debemos devolvernos río arriba. Miguel podría recuperarse, pero seguro que aún estará delicado y debemos ser ágiles.", enfatizó.

-"Es cierto", afirmó Simón con seriedad. "Miguel podría recuperarse, pero estará delicado... O demasiado cansado después de...", bromeó entre, mientras sus compañeros le entendieron con la mirada. Nunca presenciaron realmente una curación, simplemente sabían que debían dejarlo en cierto lugar con cierta fémina y que se quedaba solo con ellas, por lo que siempre especularon de qué tipo de "sanación" recibía de ciudad en ciudad. No obstante, era un tema que nunca tocaban de forma explícita con su Maestro, y ninguno de ellos se había atrevido a preguntarle jamás.

-"Pues yo creo que debe estar muy bien atendido. Las chicas acá son realmente estupendas", dijo Ezequiel con una sonrisa casi perversa. Sus compañeros aullaron y continuaron con sus carcajadas que inundaban el comedor de la anciana. Ella se acercó a la mesa a paso lento y les dejó otra bandeja con papas doradas, y una fuente rebosante de uvas rosadas y blancas. Aury aprovechó el acercamiento y preguntó animosamente a la mujer el nombre de la muchacha encargada de atender a su general. La anciana, que había escuchado por largo rato las bromas y comentarios de los soldados, contestó con firmeza:

-"La joven es Aurelia. Aurelia de Las Ánimas", mientras dirigió una mirada perspicaz a Ezequiel. El soldado se paralizó, tenía más de una razón para sentirse aludido por esa mirada. Tragó como si estuviese evitando forzosamente un ahogo y se puso de pie rápidamente. La anciana se alejó de la mesa y el joven ayudante de cocina sirvió nuevamente los platos con la sopa humeante.

-"¿Qué te ocurre?", preguntó intrigado Aury. "Pareciera que hubieras visto a un sobrino de Iliak...", dijo con la boca llena de pan.

-"Voy a ver Tabai, nos olvidamos por completo de él. Debe estar congelándose allá afuera", replicó con severidad.

-"Le dimos un cobertor de oveja apenas lo vi afuera, pero seguro está hambriento", le contó el delgado ayudante con una voz aguda y nasal.

-"Le llevaré algo entonces. Gracias", dijo Ezequiel, con un rostro fúnebre. Cogió la cesta de pan y el pocillo con picante y especias en el que habían estado untando y se marchó raudo hacia el exterior. Tabai lo miró con incredulidad y le dijo

-"Ufff! ¡Hasta que se acordaron de mí! ¡Han estado riendo a carcajadas! Apuesto a que todo el pueblo se ha enterado de nosotros."

-"No exageres tanto, hermano", le contestó Ezequiel con relajo. "Ten", le entregó amablemente el pan y el pocillo, y se devolvió al interior por una banca de madera intentando ser discreto. Se sentaron juntos, como siempre, como confidentes.

La Fuga de Los ÁngelesWhere stories live. Discover now