I. Bitácora de Aurelia

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"Me entregaron su cuerpo como una nube cubierta de barros y tormentas.

Había preparado mis mejores rituales, conjuros y hierbas para ese momento, pasé cien horas macerando cada hoja e hirviendo cada infusión, recopilando cardenales, orquídeas orientales, vainillas, flores que crecían a los pies de los espesos bosques vírgenes del monte Olimpo; hice mieles con el polen de rosas plateadas y doradas recogidas desde yacimientos subterráneos, colecté perla por perla del fondo del mar y las pulvericé para preparar ungüentos y pomadas, refiné savia de árboles milenarios, tomé polvo de estrellas y diamantes del cofre de la antigua Reina, estudié cada pergamino, cada diario, cada caverna dibujada, cada corteza tallada, cada libro y cada canto para tener la mejor combinación de esencias, los mejores remedios que pudieran curar su dolor, sus heridas, sus tormentos, sus visiones de cuerpos inmersos en la sangrienta guerra que estaba llevando a cabo contra el Emperador, sus pesadillas con las angustias y el fuego derramado, sus furias y sus lamentos. Había preparado todo para curarlo, para sanarlo con la delicadeza y el poder de la tierra, con todos los poderes que había heredado, y todos los mensajes que había grabado a fuego en mi corazón. Pasé cien noches trabajando sin descanso y cien tardes colectando uno a uno todos los ingredientes necesarios..." Escribió Aurelia en su bitácora a la mañana siguiente, mientras con la otra mano se secaba las lágrimas. "Había preparado tanto durante tanto tiempo, pero nadie me había preparado para la potencia del momento en que lo vería a Él..."

La Fuga de Los ÁngelesWhere stories live. Discover now