VII. Ezequiel

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-"Dime qué pasó. Ya empiezo a asustarme", dijo Tabai mientras colocaba el pocillo en la banca y tomaba un trozo de pan. Conocía de memoria la expresión de Ezequiel cuando algo realmente no andaba bien.

-"Sucede que conozco a la chica", le comunicó mientras miraba hacia el horizonte de la aldea.

-"¿La viste?, sabes que está prohibido verla, especialmente en una noche de sanación", reprendió certeramente Tabai, mientras untaba pan en el pocillo.

-"No, claro que no la vi. No ahora. Aury le preguntó su nombre a la dueña del caserón. Fui un estúpido de no darme cuenta. Nunca pensé que la memoria me fallaría de esta manera", respondió con desconsuelo.

-"Pero estás seguro de que es ella? A todo esto, gracias por traerme algo de comer, este pan está delicioso"

-"Claro que estoy seguro", dijo Ezequiel desconcertado. Sus ojos se pusieron vidriosos y el tono verde dorado le resaltaba a la luz de la luna. Parecía tan impactado que ni siquiera se dignó a percibir el frío de la noche. "Dijo su nombre y su procedencia", mientras empezó a salirle vapor de la boca.

-"¿Y cuál es el problema?", le dijo Tabai engullendo con ahínco el pan empapado en picante y hierbas. "Es decir, tú te criaste aquí, es tu tierra, y está perfecto. Sabías que la chica iba a ser local, así ha sido en casi todos las estancias donde hemos llevado a Miguel. La diferencia es que nunca lo vimos como hoy y eso es lo que debería preocuparte", le apuntó con migajas en los dedos.

-"Ella era mi amor de la infancia. Hicimos un pacto. Ella...", se detuvo y suspiró entre risas. "Ella era la chica más hermosa de la aldea, labios rosados, delicados, cabello largo y rizado, piel blanca de seda, inmensos ojos marrones que parecían castañas sacadas de algún árbol sagrado de más allá de los mares..."

-"No, no, no, no. Espera. ¿No te has involucrado con la chica, verdad?", hizo como si lo fuese a detener con las manos. "Cuando tomamos este trabajo, cuando empezamos a seguirlo a Él, dejamos todo atrás. Renunciamos. Fuera todo lo demás. Todo tu pasado ha quedado atrás, debes olvidarla y ya", le aconsejó Tabai agudizando su voz. "Pareces un niño, hermano...".

-"No tienes idea, nunca te has enamorado", dijo casi sollozando. "Teníamos quince años cuando nos separamos, siempre pensé que me casaría con ella. Yo era su guía desde que tenía uso de razón. Nadábamos juntos en la cascada, colectábamos flores para sus infusiones, sellábamos jarras que eran enviadas a las otras ciudades, la vi crecer frente a mis ojos, entregamos ofrendas a los volcanes, recorrimos a pie todos los senderos de Gaia, soñamos juntos, la amaba más que a nada en este mundo". Hizo una pausa intentando guardar el llanto. "Siempre pensé que volvería a verla, no hubo un solo día que no pensara en ella. Siempre pensé que la guerra terminaría y entonces, ella y yo...". Apretó las mandíbulas y los puños. "Cómo no lo pensé antes. Ella sería la hechicera más poderosa, la mejor curandera de toda Gaia. Siempre lo dijo, siempre lo supo. Siempre supo que este día llegaría", sollozó.

-"Escucha hermano, sea lo que sea... Yo no creo que pase algo más, ya sabes. Sé que yo mismo he inventado algunas bromas, pero no creo que realmente pase nada allá dentro, quizás en esos tiempos en que Miguel entraba a la curación caminando en sus dos pies, eso no podemos saberlo, pero tú lo viste hoy. No sabemos si es que saldrá de ahí, y más le vale a tu amiga ser la mejor de este mundo. Ven aquí, hermano"; extendió su brazo hacia Ezequiel y le abrazó con sinceridad, golpeándole el hombro. "Te aseguro que todo estará bien, si ella es para ti entonces no pierdas las esperanzas. A propósito, estás congelado. Ve adentro, descansa. Si no te importa, dile a Simón que venga a hacer guardia, ya quiero ir a cenar", dijo señalado hacia el interior y sonriendo.

La Fuga de Los ÁngelesWhere stories live. Discover now