XI. Vientos de No-Paz

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Pasaron algunos semiciclos lunares. Cada uno inició el programa de preparación de sus tropas, y los soldados llegaron desde todos los frentes, incluyendo los marinos y navegantes que custodiaban los bordes de las islas y las costas ancestrales, artesanos de los pueblos, arqueros no entrenados, herreros, hechiceras y curanderas por doquier. Recibieron cargamentos enormes de comida, medicinas y pócimas, y debieron ocupar una gran cantidad de personas especialmente dedicadas a la revisión de cargamentos y abastecimiento de los campamentos que merodeaban el palacio.

La sombra que apareció aquella tarde se hacía más espesa, y siete días antes de la gran batalla se llamó a un gran ritual de sanación y oraciones con las brujas más poderosas de los aliados. Si bien se encontraban muy ocupados en la preparación militar, Miguel le ordenó a Ezequiel viajar a Gaia y traerla especialmente, a ella, traerla con todas las pociones, magias y oraciones que tenía en la casona donde lo había atendido, le entregó 10 hombres y una enorme canoa. "No le menciones a ninguno de tus compañeros ni a ninguno de tus soldados, te envío a ti porque conoces mejor que nadie el territorio y sé que jamás te perderías, sé que podrás enfrentarlo todo y que no te atraparán. Por favor, cuando la traigas, quiero la hagas entrar al Palacio y le des un cuarto de visitas abajo. Quiero que marques su puerta con una cinta roja y coordines con dos cuidadores que no salga en lo absoluto mientras yo esté merodeando", le explicó un tanto impaciente y nervioso, mirando a todos lados de que nadie más pudiera oírlo en ese rincón de los jardines.

-"Está bien, lo haré como usted me pide. Nadie se enterará de esto. Si Aury o alguno pregunta donde fui, ¿qué les dirá?", preguntó resignado Ezequiel.

-"No les diré nada, simplemente que es parte de nuestra estrategia y que traerás un botín muy valioso. Ahora ve, y tráela.", replicó un tanto perturbado Miguel, con una expresión en el rostro que llevaba arrastrando por semanas. La expresión que mezclaba en su semblante la ira, el miedo, la desconfianza y toda clase de ideas perturbadoras que iban apropiándose de su mente que siempre había sido tan clara y luminosa. El final de la guerra estaba socavando lenta y profundamente todo el ambiente al interior de la magnífica edificación en la que se refugiaban las grandes fuerzas de élite. Ezequiel entendió con esa última mirada que Miguel ya no era el mismo, y que tal vez, sólo tal vez, estaba preparándose para sobrevivir y tomar el control de todo una vez acabara esa guerra. Pero lo que más lo mantenía perturbado era la urgencia con la que quería ver a nada menos que su amada, Aurelia, justo antes del ritual masivo que preparaban en el palacio. Más aún, debía ir a buscarla, enfrentarla, no sólo a su recuerdo que lo perseguía día y noche, sino que a ella misma, tras tantos años de una promesa que se negaba a dar por incumplida. Debía volver a verla y cuidarla sin haber terminado la guerra, sin ser libre de volver a su lado, con las manos vacías, sin haber cumplido lo que había jurado con su propia sangre antes de abandonar su pueblo. Aurelia...

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⏰ Last updated: Apr 17, 2018 ⏰

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La Fuga de Los ÁngelesWhere stories live. Discover now