CAPITULO 10

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El fin de semana había llegado por fin, los días pasaron como un viento fugas en un dia de otoño, quería quedarme en casa, mis ánimos estaban de nuevo por los suelos, pensaba en lo increíblemente desastrosa que fue mi semana, paso de la rutina monótona a algo más interesante que contar y aunque había durado muy poco, me parecía como un sueño, o una de esas películas románticas que suelen tener finales felices, pero lo peor de esta historia era que ni siquiera existía un principio. No había vuelto a ver a David desde ese día que confesé que me gustaba, tampoco quería llamarlo o mandarle un mensaje de texto la tentación estaba ahí pero a mí, siempre venia la idea de que si él quería saber algo de mí me habría buscado , pero eso no sucedió.

Me levante y me dirigí justo al espejo pude admirar mi rostro, no era nada agradable verme de esa manera, tenía ojeras, y lucia muy cansada, observe a mi alrededor tenía un gran desastre por todos lados cuadernos, libros, hojas, ropa y algo de comida que había pedido porque en mi cocina no se encontraba nada de alimentos, si mi madre estuviera aquí no saldría de esta casa sin antes dejarla impecable.

Prepare mis cosas para darme una ducha, mi armario también estaba muy desordenado y no tenía ropa limpia que ponerme, como toda chica opte por ponerme aquello que usualmente no uso, como mi comodín, cuando suceden estas cosas bueno hay esta.  Saque una falda azul con botones al frente… mi cara era de horror afuera hacia mucho frio, tome una blusa blanca de manga larga y un suéter gris, y como no quería que mis piernas lucieran moradas y se congelaran saque unas medias color negro y zapatos del mismo color.

Tome mi abrigo y bufanda y me dirigí hacia la estación, esta mañana no asistiría a la escuela pero tenía que ir a trabajar a la cafetería, me puse los audífonos y en todo el camino escuche las canciones de Taylor Swift, esta chica siempre tenía una canción para cada decepción amorosa, y aunque no sabía si llamar así a  la mía, se sentía como si lo fuera; al llegar a la cafetería salude a la señora María  y a Mandí que por primera vez había llegado antes que yo, ella siempre llegaba tarde pero la señora María lo entendía; Mandí era madre soltera y a sus 26 años ya tenía 2 hijos muy lindos por cierto, el padre de los pequeños los abandono sin dar aviso y desde entonces Mandí se ha dedicado a ser madre y padre para ellos, esa es una de las razones por la que tiene 30 minutos de perdón para llegar tarde. Salude a ambas y agradecía que dentro estuviera calientito.

-Woo ¿iras de fiesta después de trabajar?- pregunto Mandí con una sonrisa en el rostro, y lo decía porque yo no salía a fiestas.

-No, claro que no, fue solo que hoy quise cambiar un poco.- Mentí, era vergonzoso decir que no había tenido el tiempo de lavar mi ropa.

-Eres muy joven deberías de disfrutarlo.

-Suenas como si fueras una anciana, y ahora tejieras para matar el tiempo.

- Tiene razón Mandí, sofí, además yo no mato el tiempo tejiendo.- Dijo la señora María saliendo de la cocina.

-Lo siento, no era mi intención.- Baje un poco la mirada.

-No te preocupes querida, ahora vuelvo iré a comprar algunas cosas así que se quedan a cargo.

-Claro – Dijimos al unísono Mandí y yo.

Mandí entro a la cocina a preparar algunos de los postres, aun no llegaba nadie así que comencé a colocar las cosas en las mesas. La gente comenzó a llegar, eso me ponía feliz y ocupada; las horas pasaban muy rápido y la gente seguía llegando, y el frio que antes había tenido se fue, sentía un poco de calor, un respiro no me vendría nada mal.

Eran las 3:00 pm, faltaban dos horas para que saliera, y lo primero que haría sería comprar comida, la limpieza de mi casa la dejaría para el domingo, estaba preparando algunos cafés cuando Mandí salió de la cocina un poco asustada y con su bolsa en la mano.

-¿Qué te pasa Mandí?

-Por favor Sofí cúbreme, Josh se cayó de las escaleras y está en el hospital- Se veía muy preocupada.

- Claro, anda vete yo te cubro y le aviso a la Señora María.- Me dio un abrazo y salió lo más rápido de la cafetería.

Mire a mi alrededor eso significaba que no saldría temprano como lo habría previsto, y la señora María tampoco aparecía, salió desde muy temprano y no había vuelto y ahora yo me encontraba sola y con muchos personas queriendo sus órdenes. Me adentre a la cocina y continúe con lo que Mandí había dejado empezado, entregue las ordenes y deseaba que ya no llegara más gente, me senté detrás de la barra lo necesitaba y recosté un poco mi cabeza en ella.

-¿Un día agitado en el trabajo?- Levante mi cabeza y ahí estaba él con su muy linda sonrisa de siempre.

-Hola… - que se suponía que le contestara después de que no lo había visto en días, y técnicamente huyo de mi.- Espera ¿Cómo supiste que yo trabajo aquí?

-Realmente no lo sabía, me encontraba por aquí y decidí entrar y te reconocí.- No me era muy convincente.

-No te creo.

-Bueno yo te estoy diciendo la verdad es tu decisión si decides creerme o no.- Tenia esa mirada divertida, y yo solo me limite a sonreír.

-¿Pedirás algo para comer o beber?- preguntando eso un grupo de chicos entraron a la cafetería me esperaba más trabajo.

- Yo puedo esperar anda ve con los chicos.

Para mi suerte la mayoría pidió algunos postres, malteadas y café suspire aun así tenía que prepararlo todo, cuando veo entrar a otras personas y me dirigí a tomar las ordenes al regresar a la barra David estaba aún hay espere a que me dijera lo que quería.

-¿Estás sola?

-SI… pero dime ¿qué es lo que vas a pedir?. 

-Nada yo te ayudare, prepara lo que te han pedido y yo lo entregare.- Mis ojos se abrieron por sorpresa.

-Muchas gracias, enserio- y le di un abrazo corto y me metí a la cocina y ofrecí el delantal de Mandí, él se quitó su abrigo y lo dejo justo donde estaba el mío. Mientras yo preparaba todo él estaba tomando las ordenes de algunas otras personas que recién llegaban, a pesar de que me encontraba algo atareada, sentía algo extraño, creí que nunca más lo volvería a ver y ahora se encontraba aquí conmigo ayudándome. Las personas poco fueron saliendo y todos contentos había podido terminar de entregarles sus pedidos a tiempo. La señora María llego tarde, eran las 9:00 pm, mis pies me punzaban y tenía hambre y la posibilidad de llegar a casa y aun así ir a un supermercado no era buena idea. David se marchó dos horas antes de que llegara la jefa, su celular sonó, se disculpó y se fue, me preguntaba quién era esa persona que hacia poner de aquel  humor a David.

-Siento no haber podido llegar antes, tuve unos contratiempos con mi familia.

-No se preocupe, todo salió bien, Mandí tuvo que Marcharse su hijo cayo de las escaleras y fue al hospital.

-SI, lo se me llamo y me lo conto… pero mira aquí está tu paga, yo me encargo de cerrar.

-Muchas gracias, que tenga linda noche.- Tome mi abrigo y me despedí.

-Pensé que saldrías más tarde…

-¡David! ¿Qué haces aquí?

-Decidí regresar por si una señorita quería que la llevara a casa, es muy tarde y el último tren ya salió.

- Iba a tomar un taxi.- sentía miles de cosquillas en mi estómago.

-Es peligroso, no sabes si te puedes encontrar con un loco psicópata.

-¿Cómo sé que tu no lo eres?.- pregunte divertida

-Créeme no lo soy, confía en mí, ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?

-¿Por qué no estuviste en la estación estos días?- La pregunta salió de mis labios, sin siquiera pensarla pude ver un poco de desconcierto en sus ojos.

- Te lo diré si me acompañas, sé que te gustara.- No sabía que responder mi subconsciente me decía que le dijera que no pero mi corazón decía lo contrario.

-Está bien.- Él Sonrió triunfante y me abrió la puerta de su auto.

El chico del abrigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora