Fernando Zamorano ha iniciado sesión

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Conocí a una chica a la salida del trabajo, Vicky. Iba caminando por una calle de tierra, llena de árboles que se extendían al cielo, como si en las alturas se formaran arcos vegetales, como manos que se unían y encerraban a un insecto. Ahí me la crucé. "¿Eso es porro?" me preguntó. Le dije que sí y me pidió una pitada. Le convidé con gusto. Se ofreció y me acompañó a la parada del 57. "Salí a comprar cigarrillos y un chocolate para mi novio y mirá en donde terminé".

Estuvimos hablando y a la semana nos vimos. Trabaja en un local de ropa, que se llama Maria Cher o algo de ese estilo que pretende parecer fino y elegante. Tiene una forma de hablar bastante finoli, estirada... no lo niego. Pero es soportable. Fuma, es atrevida y tiene carácter.

Cuando nos conocimos, caminando por la calle Las Magnolias, me dijo "Shhheo soy Vicky, no mejor Victoria. Sí, yo soy Victoria". Sentí que entendió mi prejuicio frente a esa manera de hablar. Tan de chica de Country de Pilar y chica de Recoleta. De un extremo campestre a uno rodeado de edificios y comercios, un asco las dos cosas.
Más allá de eso, Victoria resultó ser alguien más que interesante.  A ella le gusta hablar conmigo. Me dijo que soy como una especie de bolsa sin fondo y que navegan muchos temas de conversación ahí en mi interior infinito. Me dijo que nadie fuma porro con ella, que todos dejaron (tiene unos 28 años) y que cuando fuma sola no se puede relajar del todo, siente que se pone insoportable porque le gusta hablar y nadie le sigue el ritmo. Me dijo que eso le encanta de la marihuana, poder fascinarse con todo. Fascinarse con el movimiento rápido de las nubes cuando el viento sopla con furia, o sentarse a esperar la lluvia -super fumada- mientras se alimenta de ese olor previo al diluvio, y el primer minuto cuando todo el mundo parece inundarse de un aroma a tierra húmeda, a tierra que calma su sed después de haber estado sometida a un sol que castiga quemando todo lo que se le pone en el camino.

Hablé de muchas cosas con ella, entre tantos temas y un par de tragos, terminamos hablando sobre el juego de la copa y espíritus.
— ¿Jugaste? —Me inquirió ella con sus ojos clavados sobre los míos y una sonrisa que se le dibujaba despacio, muy despacio en la cara.
—Jugué... ¿y vos? –le devolví la sonrisa en cámara lenta.
—Sí, ¿querés que te cuente? —me desafío. —Mira que a la noche no vas a poder dormir.
—Contame, Victoria, contame que después te cuento algo yo. —le dije y prendí un cigarrillo—... aparte, ya es de noche.

Victoria se ató el pelo, se prendió un cigarro y fumó con fuerza. Se estiró y dijo "Nunca se lo cuento a nadie. Pero me hacés acordar tanto a mi cuando tenía tu edad. Y deberías creerme si te digo que entre los veinte y los treinta, cada año, es dos pasos para adelante o tres pasos para atrás". Me acomodé, le di mecha al misil que habíamos armado y que ninguno quería tocar porque ya estábamos demasiado colocados. Victoria se aclaró la garganta de forma actoral, como preparada para relatar su peor pesadilla y al mismo tiempo como si se tratara de una de sus favoritas.

"Me pasó cuando iba a la facultad, cuando tenía tu edad o un poco menos. Apenas. Ahora tengo 28. Estoy en el point de la vida. Estudiaba abogacía con un grupo de amigas. Sí, todas una manga de conchudas que fingíamos hacerle caso a nuestros padres y a sus mandamientos sobre qué estudiar, charlas sobre ser alguien en la vida y cosas que no llegábamos a escuchar porque realidad no nos importaban y los aborrecíamos porque vivían hablando por celular y juntándose con gente más horrenda que también vivía en esos barrios cerrados, como criados en peceras. Nos criaron en peceras. Nos acostumbraron a desconfiar de todos y todas las personas y cosas que sucedían fuera de nuestro barrio privado.
Entre las materias que teníamos en la carrera, había una que detestábamos: derecho de no se qué mierda. Sinceramente cuantos menos detalles tenga de este episodio, mejor. Vivo con la esperanza de que un día se me borre de la cabeza y que nunca más pueda contarlo o acordarme de lo que pasó.

Terrores cotidianosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora