El Orejón Baraka

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Con el orejón éramos amigos de la infancia, nos habíamos conocido en el barrio porque nuestras casas estaban situadas a una cuadra de distancia pero en la misma calle, por la misma que vivían todos los chicos de la banda que habíamos formado para andar en bicicleta e inspeccionar las casas abandonadas del barrio. Cuando el orejón, que se llamaba Ezequiel pero ninguno de los chicos lo llamaba por su nombre, se enteró que me iban a cambiar a una escuela privada decidió hacerme la cruz, no sé muy bien que lo llevó a reaccionar así. Todo se desencadenó una tarde de verano a la hora de la siesta mientras los dos más grandes: El Bebu y El Rodrigo se disputaban a los mejores jugadores para el partido de fútbol que íbamos a jugar. El orejón y yo quedábamos últimos en la selección porque éramos malísimos pero a pesar de eso nos tenían que elegir igual y yo estaba convencido de que era un buen defensor.

"¿Vas a ir a una escuela privada? Esas son de ricos y tu vieja no es rica." Me había dicho con una mirada de bronca, de indignación.
"Ya sé que no somos ricos, mi mamá me dijo que nosotros nunca vamos a ser rico pero que ella y mi abuela quieren que yo estudie y sea alguien en la vida"
"Pero en la escuela del estado también podés ser alguien en la vida"
me dijo él, y le empezó a temblar el labio de arriba casi de una forma incontrolable.
"En esas escuelas está lleno de piojosos me dijo mi mamá y que además seguro me van a cagar a palos" le dije yo y El Bebu pegó un grito para que me sumara a su equipo. El orejón me iba a decir algo pero fue inútil, lo dejé con la palabra en la boca y ese fue el último intercambio verbal que tuvimos durante mucho tiempo.

La piel del Orejón era casi naranja, y su pelo marrón claro, tenía la mirada punzante y la cabeza demasiado pequeña para sus orejas. Usaba la ropa de los hermanos que eran todos más grandes y se encargaban de hacerle bullying de forma constante. Él siempre aparecía con sus juguetes rotos, o siempre le compraban ropas que en realidad eran imitaciones de marcas originales y los chicos de mi barrio eran muy crueles con él... más de una vez lo hicieron llorar porque el Orejón se dibujó con tiza el logotipo de "Nike" en sus alpargatas negras y gastadas. Lejos de burlarme como los demás, había algo en el orejón que me remitía a Ron Weasley, quizás la cantidad de hermanos y su familia pudiente, las cosas usadas que lejos de renovarse se perpetuaban para los posibles nuevos miembros de la familia.

Crecimos, y cuando teníamos quince años nos cruzábamos en el barrio pero nuestras vidas habían atravesado procesos en que nos olvidamos muy bien de nuestra mistad. Una tarde que me lo crucé en la esquina, de la que decidió adueñarse, me escupió uniforme escolar: mocasines marrones, pantalón gris oscuro, camisa blanca y corbata verde con un guardapolvo horrendo en el que se leía "COLEGIO SAN ALBERTO". El orejón se puso iracundo al verme vestido así con el uniforme y era la primera vez que lo veía fumar porro y tan borracho. Tenía la boca llena de saliva y una botella de plástico llena de vino a la que le picaban pastillas como rivotril, decían todos. Eso lo ponía violento y terminaba por desconocer a la gente del barrio que pasaba todos los días para ir a tomar el bondi. Cuando le conté a mi mamá lo que El orejón me había hecho, lejos de enojarse, respiró profundo y me dijo "Ese pibe está mal, ¿ves ahora porqué yo insistí tanto con que fueras a una escuela privada?" y yo todas las noches dormía tranquilo, sonriendo y sabiendo que El Orejón era una lacra, una larva social y que incluso de seguir así merecía morir porque iba a terminar siendo delincuente.

Por pensar de esa forma, y verlo actuar de una manera tan extraña cuando me lo cruzaba empecé a tenerle miedo y él lo sabía. Ese mismo año que cumplí quince y ya me daban permiso para juntarme por las noches con mi primo Nico, que tenía 17 y compraba las cervezas, El Orejón estaba en su esquina sin luces jalando poxyran de una bolsita de plástico blanca que guardaba en la manga de su buzo re usado y sucio.

Terrores cotidianosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora