Ácidos y presencias

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 Pasar miedo con alguien tiene un efecto muy misterioso una vez que el miedo ya pasó. Porque el alivio que se siente después de que nace y muere ese momento es único, hay como un afecto especial por compartir algo de miedo, siempre. 

—Sí... —me dice el Primo Nico mientras se toca la barbilla y piensa —... pero esta vez fue diferente. Y empezó a pasarme cada vez que consumía LSD.
—Fantasmas y LSD nunca me pasó —le dije sintiendo que lo decepcionaba—... así que empezá a desembuchar lo que tenés para contar.

Nos fuimos a un costado del patio lejos de la reunión familiar y más cerca de la parrilla que, ya sin humo y con brazas, funcionaba como un sector que desparramaba  un calor moribundo, producto de un fuego que nadie quería visitar ni avivar. El primo Nico no sabía por dónde empezar, buscaba en su cabeza los hilos necesarios para empezar su relato. Cuando pareció encontrarlos dijo "A ver..." y después de tomar airé empezó a contarme.

"No sé si era un fantasma, no te puedo decir que era un espíritu. Era algo, una energía, que estaba cuando te concentrabas para que aparezca o cuando la llamabas en la oscuridad. El juego empezó con un compañero de trabajo, sus viejos se iban de viaje y le dejaban la casa, ahí, por Tortuguitas. Me invitó a pasar un día libre, íbamos a tomar ácido y re-flashearla mirando los árboles, el cielo y por la noche cuando los grillos cantaran o si teníamos suerte, ver un bichito de luz en estado de alucinación, sinestesia y una atmósfera violentamente lisérgica. Los ácidos los habían comprado en la deep web, llegaron a mí por Juanchi, mi amigo dealer. Tenía entendido que salieron caros. Pero lo valían, cada peso. Creo que esa noche no sólo tomamos ACIDO, pero del posta, además se abrió una brecha... como una bisagra en nuestras mentes. Y ahora, ahora captamos cosas que antes no. Es eso o es hora de admitir que ya estamos re quemados. Yo te cuento y vos sacá tus conclusiones. Tito, mi compañero de trabajo además era mi amigo. Le pedí por favor que me dejara traer a un amigo y me dio el okey, aunque tuve que manipularlo un poco. Y para semejante experiencia, se me ocurrió llamar a Nati, obvio. Era mi mejor amiga y además, si Tito pegaba buena onda se podían coger y conocer, o conocer y coger. En fin, Tito accedió porque le hablé muy bien de mi mejor amiga no con el fin de venderla, sino para advertirle que si no pasaba nada entre ellos, seguramente se convertirían en amigos. Nati no se comía una, y siempre decía las cosas sin anestesia, por eso es mi mejor amiga... claro.

Mi novia no era fan del ácido así que esa noche me dio vía libre y me junté con los chicos. Nos mandamos una pepa cada uno. Ya fue, dijimos a coro y nos pusimos el pedazo de cartón en la lengua. Además, Nati nos hizo sacar una selfie con la lengua afuera y el ácido pegado. De esas selfies que nunca le vas a mostrar a nadie salvo que se lo merezca. Y fue la primera en decir "Esto no tiene sabor a nada. Es LSD del posta."
Los tres sonreímos en silencio y alguien, creo que fue Tito, puso el disco "The Piper at the Gates of Dawn" de Pink Floyd. Apagó el monitor, y nos quedamos apenas alumbrados por las pantallas de nuestros smartphones. "Che, ¿Los apagamos?" sugirió y yo le dije que sí. Le escribí a mi novia para decirle que me estaba quedando sin batería y que el viaje estaba por empezar. Qué bueno, agregó Tito y sacó un porro armado a  la perfección, de esos que escondía en su bolsa de tabaco.

Empezamos a hablar de Pink Floyd a medida que el disco avanzaba y nuestras percepciones se alteraban. Yo, sin darme cuenta me había puesto contra la pared mientras que Tito permanecía en la silla de su pc, con rueditas, moviéndose en cortitas distancias y Nati estaba el piso mirando hacia el tacho de basura y con los brazos acariciaba la alfombra. "Parece un oso, un piso de oso." Decía y se reía sola. Tito estaba en el modo "darks" como decíamos entre nosotros. Esa noche no paraba de hablar de cosas de miedo y quería escuchar nuestras anécdotas. Nati no era miedosa pero a eso le tenía respeto. Yo, por mi parte no tenía drama en hablar de nada. Pero era consciente que cuando uno lee o habla de algo que no llega a comprender, el miedo siempre aparece. 

Terrores cotidianosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora