Abelito 2x1

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                                                                                                                                 A José y Luca, mis compañeros de librería que me abrieron las puertas de su intimidad familiar y me quitaron el sueño pensando en el pequeño Abelito.



Cuando José, mi compañero de trabajo, me comentó sobre su sobrino me costó entender la cantidad de cosas horripilantes por las que había pasado aquel niño que se había negado a comer, cuya piel adquirió una tonalidad amarillenta y una noche le dijo a los miembros de su familia que muy pronto, todos, se iban a prender fuego.

Lo que siempre me pregunto cuando se me viene a la mente el nombre del niño, Abelito, fue el resultado de cuatro largas semanas escuchando el pronóstico extraño en el que estaba sumergido aquel infante.

Sin conocerlo, incluso, se llegó a meter en mi cabeza y cuando me iba a dormir me quedaba pensando durante largas horas.

¿Qué estará haciendo ahora mismo? ¿Estará bien? ¿Estará comiendo?


Abelito es el hijo de Sofía, la hermana de mi compañero de trabajo. Creció con una infancia bastante especial y, además, cabe destacar que siempre comía menos de lo que le servían en el plato. Llegó un día en que su almuerzo eran galletitas saladas y té. ¿Por qué? nadie lo sabía, pero Abelito se negaba a comer un plato abundante de estofado de papas con carne y salsa de tomate. Jamás había tenido interés en probar una de las suculentas paellas con pulpo y calamares que preparaba su tío José, manjares que yo pude probar y dar fe que se volvía adictivo comer de ese arroz acompañado por un buen vino. Sin embargo, el niño rechazaba cualquier cosa que implicara cantidad. Algunos pensaban que era una simple maña y otros, como su tío, estaban preocupados por su crecimiento y desarrollo. "Un cuerpo que no se alimenta bien no es más que un cerebro tonto cuando crece" repetía José cuando hablábamos de su sobrino.

Abelito llegó a mis oídos un día que José vino a trabajar totalmente preocupado, su habitual ánimo y chispa se habían esfumado de su cara.

Ahora, simplemente mostraba cara de preocupación y chequeaba su teléfono cada cinco minutos.

No aguanté más y le pregunté si estaba pasando algo de lo que quisiera hablar, que no lo veía bien. Me invitó a fumar un cigarrillo afuera del depósito y me dijo "Estoy mal, estoy preocupado. Mi sobrino, Abelito, está internado en el hospital Austral. Dejó de comer, tiene convulsiones y cuando está despierto divaga. Alucina, ve y habla con personas que en la sala claramente no están."
Nos miramos mientras los cigarros se desgastaban. "¿Y qué pensás que puede ser? ¿Algo parecido a una enfermedad mental o algo que viene por otro lado?" le pregunté.

José permaneció en silencio, yo seguí hablando porque me resultaba incómodo compartir silencios con él.
—Yo sé que no crees o crees a medias. Pero vos también estuviste metido en una iglesia de esas en las que el diablo y sus demonios buscan brechas emocionales para adentrarse sin permiso en el cuerpo de los creyentes de dios y se manifiestan siempre de forma violenta o negándose a vivir como humanos. En condiciones normales. Seres que cuando se meten en el cuerpo buscan destruirlo con daños constantes. La misión de esas entidades es ayudarnos a buscar diferentes formas de morir.
—No sé, Abelito dejó de comer y lo están alimentando por intravenosa. Cada 5 minutos sacude la cabeza y grita pidiendo ayuda. —José apagó el cigarrillo y me pidió otro. —Eso es todo lo que sabemos hasta que lo vea el neurólogo. —dijo José y miró hacia el cielo mientras se prendía otro cigarrillo.

•••

SEGUNDA SEMANA

La segunda semana que Abelito estuvo internado en el hospital Austral se turnaban entre sus tíos (eran muchos) para cuidarlo. Entre sus tíos estaban mi compañero de trabajo, José. Y, además, también estaba Luca... otro compañero laboral que estaba comprometido con una de las hermanas de José.
Los tres nos pasábamos las tardes tomando café y mates, hablando del nene que no comía y tenía convulsiones. Cuando nuestro lugar de trabajo se vaciaba, una librería antigua y con más de sesenta y cinco mil libros.

Terrores cotidianosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora