l

239 10 0
                                    


l

En una imagen borrosa podía apreciar, como espectador y protagonista, aquella escena de mi cuerpo desnudo tumbado sobre un lecho de suaves mantas; como sus dedos ávidos y tibios se deslizaban sobre mi fría piel calentándola con cada tenue roce de sus yemas. Con cada toque mí corazón nuevamente volvía a palpitar desenfrenado, con cada caricia la piel de mi vientre se contraían y los vellos de mi nuca se erizaban con cada susurro...

Abrí mis parpados sintiendo adrenalina en mi bajo vientre; esa sensación de golpe placentero cuando vives una situación amena y deseas revivirla una y otra vez. Cerré mis ojos con impotencia, y a la vez, simplemente rememorando, fantaseando con aquella escena; inventando hasta las sensaciones que ya se habían esfumado. Y con frustración despegué mis pestañas enfrentándome a un nuevo día; anhelando, con regocijo, que aquella noche mi sueño se repitiera una y otra vez.

Pestañé repetidas veces. Había despertado hace diez minutos, pero la necesidad de sentir sensaciones perdidas pudo conmigo dejándome en un estado malogrado y confundido a la vez.

—Reita...

Murmuré su nombre girando mi cuerpo entre las mantas, ¿hace cuánto no sabía de él? ¿Siete años? No, tal vez diez o más... Sonreí levemente con los ojos cerrados, No entendía. ¿Habían pasado tantos años...?

Inevitablemente mi mente me trasladó a una época que creí olvidada y lo vi ahí. De forma vívida recordé su rostro iluminado por los fuegos artificiales que deslumbraban la oscuridad infinita del cielo aquella noche. Podía rememorar su rostro joven de ojos soñadores. No sabía quién era en aquel entonces, pero varias veces me encontré observándolo.

No recuerdo que me llamó la atención de él. Quizás, ¿Su forma de ser? Él era una incógnita; era difícil de leer. Era misterioso. ¿Su belleza, tal vez? No era superficial, pero él no era mi prototipo actual de "belleza"—sí, en aquel tiempo soñaba con hermosos cantantes que aparecían en la televisión por cable—. Lo que me atrajo fue su postura, su seguridad ante la vida, su misticismo, su romántica forma de observar. Sus ojos me inquietaban...

Cuando el espectáculo pirotécnico llegó a su fin nos quedamos sentados sobre la yerba fría bajo nuestros cuerpos. Charlábamos banalidades en vez de dirigirnos a la casa deshabitada, por aquel fin de semana, de mi amigo la cual nos podría cobijar del gélido clima. Estúpida juventud. Esbocé una sonrisa añorando aquel tiempo despreocupado.

—No fue un mal año después de todo—recordé a aquel chico: él era quien nos albergaría en su hogar aquella noche de año nuevo. Parecía melancólico con una lata de cerveza en una de sus manos congeladas y las mejillas rebosantes las cuales brillaban en conjunto al espectáculo pirotécnico.

—Tú deberías estar más agradecido, ¡casi no pasas de curso este año!—se oyó la voz de un tercero arremeter quien se ganó un golpe por parte del alto castaño. Aquella instancia debió haber sido registrada en una fotografía. Las risas de aquel grupo aún resonaban en mis oídos.

—No te enojes, de hecho, aún me tienes intrigado. ¿Qué tuviste que hacer para que el maestro te dejara pasar?—se carcajeó un moreno mientras una mirada picara se formaba en los ojos almendrados del anguloso chiquillo.

—Nada que tú no hayas hecho antes—le dijo seguro de sí mismo mientras dos chicos se trepaban sobre él aplastándolo con euforia para que le soltara aquella sabrosa historia. En medio del carcajeo colectivo puede ser partícipe como aquellos labios apetecibles y desconocidos esbozaban una sonrisa leve hacia aquel trio.

—¡Cállense!—gritó alzándose del césped mirando con las mejillas rojas a aquellos dos entrometidos. Al parecer la historia no era una invención en su totalidad. Expandí mis ojos mirando al castaño y tras un carraspeo incomodo entoné:

Despertando el pasado [Reituki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora