Capítulo 1

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Este va a ser mi último año encerrada en este antro. Llevo en este orfanato dos años. Me echaron del último por mis "actos de rebeldía". ¿Qué creían? ¿Qué me iban a prostituir a los dieciséis y me iba a quedar de brazos cruzados? ¿En serio? Por lo menos estos últimos me iban a dejar con alguien. Los otros me dejaron apenas a mis doce años debajo de un puente ¿Por qué? Sencillo, el tipejo que se hacía llamar director nos mandaba a robar por la calle, y yo un día me rebelé porque todo lo que robábamos se lo quedaba él y a los internos no nos daba ni una migaja de pan para comer.

Así que se puede decir que ya soy toda una veterana. Nueve años en orfanatos. Solamente me quedaba uno para hacer la mayoría de edad y poder largarme lejos.

Era muy afortunada por tener un cuarto para mi sola con baño propio aunque estuviera todo en malas condiciones.

La gente tampoco me quería a su lado y entendía sus razones.

Son aproximadamente las 7 de la mañana. Como siempre no puedo dormir. Otra vez esas horribles pesadillas me habían despertado hace 3 horas aproximadamente. Mi cuello está ligeramente adolorido por los malditos colchones hechos de piedra. Estiro mis brazos y bostezo. Me levanto y voy al baño. Me siento en el retrete con las piernas cruzadas encima de la tapa mientras miro en el gran espejo la imagen de una chica con el pelo negro revuelto y unos ojos grises ligeramente hinchados por la falta de sueño.

No me doy cuenta de que me quedé medio dormida hasta que tocaron la puerta de mi habitación. Me levanto rapidamente y corro a abrir la puerta. No es ninguna sorpresa encontrarme a Katherine Lewis, la dueña del orfanato.
Es una señora de mediana edad. Lleva puesto un traje negro pulcro que se adhiere a su huesudo cuerpo. Su pelo oscuro se encuentra recogido en un moño muy apretado. Sus ojos café están delineados por una raya negra gruesa. Sus facciones son muy marcadas y una mueca adorna su rostro mientras me mira de arriba abajo inspeccionando mi pijama negro.

- Tienes visita- dice mirándome fijamente a los ojos.

Mi ceño se frunce.

¿Visita? No tengo familia y no conozco a nadie.

¿Quién querría contactar conmigo?

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Sigo mal y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola, y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo. - Frida Kahlo

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