Tenía diez años cuando papá decidió que debíamos mudarnos a una casa de campo, ya que él creía que necesitábamos un cambio de aire.
Mamá no protestó y pronto estaba en una casa nueva, aislada del mundo donde todo lo que veía eran campos verdes que cubrían muchos kilómetros. El cielo estaba celeste y totalmente despejado de nubes.
A pesar de que era un gran cambio, no me sentía incómoda o algo por el estilo. Después de todo solo era una niña que, si bien tenía amigos, no estaba apegada a ellos.
Papá sacó su pequeña parrilla al enorme jardín. Su rostro entusiasmado me daba a entender que se sentía totalmente cómodo en el lugar, aun cuando llegar a otros lugares—como la iglesia— sería más difícil.
Él ya había encendido el carbón cuando unas enormes gotas de lluvia empezaron a caer, mojando todo el lugar, al igual que nuestra ropa.
Un suspiro de resignación salió de su boca a la vez que levantaba la parrilla en sus manos dispuesto a guardarla.
-Será mejor que entres a casa cariño. Podrías enfermarte -Con un asentimiento rápido entré corriendo a casa, donde mamá nos esperaba con el almuerzo.
Después de comer subí a mi nueva habitación, donde había una gran ventana. Las fuertes gotas golpeaban el vidrio que se veía muy frágil, como si pudiera romperse en cualquier instante.
Por mi parte, el clima no era un problema. Me gustaba el cielo soleado o nublado.
Dirigí mi vista a la pared y recordé que había algo muy importante por hacer, por lo que fui por mi mochila y saqué un pequeño crucifijo, que luego colgué en la pared.
Quería salir, por lo menos para jugar en el patio ya que estar en mi habitación no me dejaba muchas opciones.
Decidida, bajé las escaleras y salí al patio trasero. Inmediatamente la lluvia empezó a mojarme pero no me importaba.
Estaba sentada viendo el paisaje frente a mí, cuando algo llamó mi atención.
Casi al borde del jardín había una pequeña flor que, a diferencia de las rosas o lirios, no tenía color.
Sus pétalos eran transparentes, dándole un aspecto de cristal que podía romperse en cualquier momento. Se veía tan frágil que pensé que no sobreviviría a la fuerte lluvia; a pesar de esto decidí no tocarla, solo que me quedé observándola.
Pronto nació un deseo de hablar con Él.
-Es muy bonita. Seguro que tu la cuidas mucho.
No hubo respuesta audible pero sabía que me estaba escuchando.Pronto tuve que detener el diálogo porque mamá me pedía que entrara para no seguir bajo la lluvia.
-Perdón. Debo ser más cuidadosa en obedecer a mamá.Mamá volvió a llamarme por lo que me dirigí rápidamente al interior de la casa.
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Al día siguiente salí al jardín de nuevo a pesar de mi resfriado [Esta vez le insistí a mamá hasta que me dio permiso para salir], pero no pude encontrar la flor.
Grande fue mi sorpresa al ver que solo había una pequeña, cuyos pétalos eran blancos como el vestido que usaba en aquel momento.
-Jesús, ¿Dónde está?
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F L O S [ 花 🌺]
Short StoryMe gustaba hablar con Él cuando miraba la pequeña flor. Mirarla era como un recordatorio de que Él siempre estaba a mi lado, durante toda mi vida y aún cuando las gotas que humedecían la flor no era lluvia, sino mis lágrimas. Historia corta.