C A P Í T U L O 4

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Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, tanto así que inesperadamente me vi a mí misma al borde de desaparecer.

La vida es un parpadeo o- como diría mi padre –un aleteo de mariposa. Pero mi corazón se sentía tranquilo, como si hubiese estado preparada desde hace mucho tiempo; había aprovechado cada momento y experiencia. Había amado aún en medio de las dificultades; fue una gracia de Dios.

Toda mi última semana de vida tuve la compañía de mi hija y su familia. Sin duda fue increíble contarle algunas de mis viejas historias a los gemelos, incluida la extraña flor que se mantenía fresca e inamovible en la ventana de mi habitación.

Estaba segura de que mi hija se había estado preparando para aquel momento. Fue como si día a día me iba apagando y despidiendo de mi familia.

El ciclo de la vida.

Una tarde, un par de manos se posaron sobre las mías, y un rostro tranquilo ante la inminente llegada de mi partida fue visible ante mis ojos.

-Gracias por todo mamá –Unas pequeñas y casi imperceptible lágrimas se asomaban en sus ojos. Le mostré mi mejor sonrisa y con unas últimas palabras de despedida, dejé ese mundo, aquel donde hice tantos buenos recuerdos. Y por fin pasé para estar eternamente con Él.

Me alegraba dejarla con la fe que nosotros le habíamos transmitido, pero que Jesús había hecho germinar. Sabía que estaría bien teniéndolo a Él en su familia y a su lado en cada instante.

Así como las ventanas y habitaciones se llenan de polvo en una casa abandonada,  la pequeña flor empezó a marchitarse y en poco tiempo, el último pétalo cayó.

Después de todo, solo era una simple flor cuya vida no duraría mucho más allá de la mía. Ambas fuimos pasajeras en el mundo y finalmente el viento elevó todo al cielo, esparciendo las semillas de la que fue aquella pequeña Diphylleia grayi.



F L O S [ 花 🌺]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora