Madrid

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Max lo había conseguido. Berto había aparecido de nuevo y ahora los cuatro conversaban aunque ellos no mucho. El plan marchaba bien y si lo hacía bien, caería en 14 de febrero la gran confesión que estaba planeando.

-Vamos a por unas cañas -sugirió Emilio un viernes previo a la semana del catorce, después del Insti. Cuando todos estaban fuera terminando el día.

-Me uno -dijo Alfonso animoso.

-¿Hermano? -precinto emocionado.

-No -mirando a Berto que no terminaba de acomodar sus cosas en su macuto -, hoy tengo que hacer recados.

-Y tú, Berto. ¿Vienes?

-No, yo... -girando la cabeza, divisando a alguien conocido caminar hacia él con una enorme sonrisa. -Madre mía... -dejando sus cosas y corriendo hacia aquel chico que le extendía lo brazos para recibirlo.

-¿Qué? -preguntó Alfonso girando para ver al mismo sitio y con lo que se encontró no fue nada agradable.

-¿Quién es? -preguntó Emilio extrañado.

-Madre mía, es... ¡Christian! -viendo que aquel rubio que había llenado de besos a Berto incluso un par en la boca, le llamaba.

Max se quedó viendo furioso la escena. Viendo como lo abrazaba, lo apretaba y le se miraban el uno al otro como sí en años no se hubiesen visto. Cosa que era cierta.

Alfonso señaló a los hermanos y el rubio quiso acercarse a ellos y a las cosas de Berto. Ninguno de los dos le quitaba la vista.

-¿Quién es él? -exigiendo con la mirada una respuesta.

Pero Berto no le miraba. Estaba algo avergonzado, que Chris tuvo que intervenir: -¿quién más puedo ser yo? Soy su novio -cogiendo sus cosas y extendiendo su mano -, soy Christian.

Emilio, Alfonso y Max se quedaron con la boca abierta.

-¿No se lo habías contado a nadie? -a prestándolo y besando su cabeza.

Berto sólo pudo reír bajito y admite que le había echado de menos.

-Chris acaba de proponer ir a por unas malteadas -mirándolo emocionado -, ¿os apuntáis?

-No. Te he dicho que tengo...

-Per favore, hombre. Para conocernos mejor. Será molto divertente!! - apretando su mano.

-Sí -secundó Alfonso que no se iba a zafar tan fácil así que quería alguien que le acompañará así su aceptó a regañadientes y Emilio también pero más por curiosidad.

Christian tenía una complexión menuda, tenía la misma altura de Berto pero de alguna forma se veía más pequeño junto a él. Su cabello rubio cobrizo alborotado, apoltronado en un flequillo esponjoso, con ojos azules apagados, a juego con sus gafas redondas y labios delgados, rosados de tanto chuparlos y morderlos pero que formaban una sonrisa larga, lo hacían más que guapo, muy mono y deseable, de esos chicos lindos que todas preferirían a uno grande y musculoso.

Uno al que Berto no dejaba de ver y hacerle burla por sus nuevas gafas. Por ello y más, Christian se hacia odiar con facilidad. Porque se reía con Berto, porque era extranjero, porque no lo dejaba y más que nada, no le soltaba la mano. Ese encuentro fue de lo más agobiante que jamás había pasado Max.

Alfonso lo miró.

-Max, tenemos tiempo de hacer esos recados.

-¿Eh? Ah, cierto. Nos vamos -queriendo apartar la mirada de aquel intruso. -Adiós -insistió Max, pero a Berto le estaba susurrando algo al oído Chris, algo que lo hacia reír entre sus manos.

-Sí es que soy un idiota -maldiciendo tan pronto salieron del local.

-Sí -afirmó Alfonso viéndolo montar un drama -, y más sí le has creído a ese rubio de bote.

-¿Qué?

-Que ese imbécil no es su novio -dijo falsamente enojado, tenía que hacerle saber que estaba de su lado -. Es su mejor amigo. Un italiano del internado en el que estaba -mirando hacia atrás.

-¿Y por qué ha dicho eso?

-Por imbécil. Sí es que no creí que le volvería a ver. ¿El recado que ibas a hacer tiene que ver con Berto? -cambiando pronto el tema.

A Alfonso le estaba molestando esto. Él también seguía y sabía bien de donde sacaba la inspiración su primo para sus relatos que verlos hacerse realidad le estaba gustando. Pero iban demasiado lento. Y se estresaba por las personas que se interponían en ella. Así que cuando vio que Martín se había hecho su amigo, supo que esto se había complicado y... ¿Había ya dicho que lo estresaba? Era un romántico, por eso leía esas historias, hacían ver el amor con mejor cara. Hasta le daba ideas para aplicar con su novia.

Además, se había emocionado tanto al ver que a su primo, por fin estaba sintiendo lo que sus personales sentían y vivía lo que tanto escribía: amor. Pero por alguna razón que desconocía todo se estaba yendo por la borda y conocía a su primo. De verdad que sí.

-Sí. Es... una sorpresa -sacando un folio arrugado. Lo había escrito todo durante la clase de Física.

-¿Qué ha pasado? Lo he visto algo pachucho y veo que ya no salís muy seguido... -revisando la lista.

Alfonso miró como Max guardaba silencio.

-Yo... tal vez es mi culpa. Me preguntó que por qué le besé en el conci de Carlos Marco.

-¿Os habéis besado? Ay madre. ¿Y qué le has dicho?

Alfonso quería gritar más de lo había hecho. Su primer beso. Tenía que hacer algo para que su primo le contara todo.

-Nada. Me quedé callado y he escapado como un cobarde.

-Ay madre. Sí yo lo sabía, bueno. No lo sabía pero es que... ¿Por qué?

-No lo sé yo... -sacando ese trozo de folio -, creo que él se equivoca. Él es el valiente y yo el cobarde - que llevaba desde ese primer día en que le vio con detenimiento -, que no sabe cómo acercarse a él, tan imponente, tan... perfecto. Y no. Comprobé que no es miedo es... es que le quiero, ¿sabes? Le quiero y tengo miedo de arruinarlo.

Sentándose en el primer banco que vio. Alfonso miró el folio. Siempre había envidiado la caligrafía de su primo y la facilidad con la que con una simple frase montaba él un escenario perfecto en el cual, esas palabras tan trilladas cobraban sentido, relevancia y tenían peso.

-Lo estás arruinando antes de siquiera empezar -mirando la hora. Estaba anocheciendo, y las luces anaranjadas comenzaban a encenderse, creando un ambiente acogedor, con el viento corriendo, las personas charlando al caminar y el cielo cambiando de blanco a un azul claro a uno más oscuro, morado. Berto le había hecho notar todo aquello que pasaba a su alrededor.

-Mi padre me ha dicho lo mismo -avergonzado.

-Pues nada. Menos laureles y más trabajado. A ver, muestráme qué tienes planeado para resolver este desaguisado...

-Espera -reaccionando ante el abrupto conocimiento de Alfonso de la situación -, ¿sabes que me gusta tu primo?

Alfonso le miró y giró los ojos.

-Que cruz, eh. Que cruz. Si lo sé desde siempre. Te ha visto desde que llegamos. Pasó días sin creerse que tú le hablabas, que te gustaba lo mismo que él.

-¿Por eso tampoco te fiabas de Martín?

-No exactamente. Martín es algo a parte, como Christian. Verás, mi primo se distrae fácilmente, de todo y por todo. Sí tú no le haces caso y alguien le presta atención es fácil que se entretenga con él.

-Ya.

-Así que, por favor. Ya no te quedes callado. Que sí algo enseña el silencio son rutas de escape.

WonderingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora