Couture = paciencia

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El día escolar había terminado y Berto estaba ausente escuchando el palique de su vecino de taquilla que estaba por colmarle la paciencia.

-Y ha hecho un cartel enorme donde pone: quiero ser tu novio -recitaba emocionado.

Max no hizo nada para quitarle de la cabeza a su hermano que estaba enamorado de una chica. Nadie hasta ese momento se había tomado la molestia de decirle que era un chico quién traía vuelto loco a su hermano no mucho menos le había aclarado que ese chico era Berto.

-¿Y le ha puesto purpurina? -bromeó Berto mirando a su amigo serio -, que era broma... -regresando sí mirada al frente.

-Ya. En fin, un montón de cosas más. Ah. Y ha mandado a hacer macarrones franceses. De chocolate y... creo que de pistachos. Eran verdes con café.

Berto sólo hizo un ruido afirmativo.

-Oye. Creí que te emocionarías más.

-Y lo estoy... - ¿por qué? Se detuvo a pensar.

-Uh. Ya veo. Estás un poco celoso

-¿Por qué lo estaría? -extrañado por tal afirmación. Cerrando su taquilla.

-Pues porque tu amigo va a tener novia. Su primera novia, ya quiero ver lo empalagoso que se va a poner... -saliendo de su sueño -, bueno. Que me voy, llego tarde a mi entrenamiento. Adiós...

-Adiós - respondió Berto saliendo a un día un poco nublado.

Se lo podía imaginar. Se podía imaginar toda la escenita que le había contado Emilio, con lujo de detalle.

-¿Te importa sí te acompaño?- lo interceptó Max en la salida, sujetando su brazo -. Tu madre me ha dicho que me pasara hoy para recoger mi pedido -soltándolo, pero sin apartarse ni un centímetro de él.

-Claro -mirando al frente, abrazando su iPad, mordiendo sus labios,

Y ahí estaba, caminado de una lado a otro con las manos en los bolsillos, tratando de sacarle una sonrisa a Berto, que fingía que el piso era la cosa más interesante, más que el tonto que hacia aquel moreno. Que terminó por tropezar con sus pies y por hacer reír a Berto.

-Y... cuéntame. ¿Cómo os habéis conocido? -volviendo a su lado, sin sacar ni un minuto sus manos de sus bolsillos.

-¿Quienes?

-Pues quienes van a ser. Vosotros. Tú y tu novio -mirándolo fijamente.

-Christian no es mi novio. Bueno. Solíamos jugar a serlo sólo por diversión y porque cuando íbamos al internado, no conseguimos pareja para ir al baile de invierno. Así que, nos montamos la historia de que éramos novios.

Max sonrió y siguió caminando.

-Pues nada, pasa... -abriendo la puerta del edificio.

-Eh, sabes, ahora que lo recuerdo tengo que hacer un recado para mi madre. Nos vemos.

-Adiós... -viéndolo marchar corriendo.

Subió a su piso extrañado por varias razones y la primera que se le venía a la mente estaba sentado en el sofá, sin zapatos, con las piernas contraídas sin perder el porte; enfundada en una de sus tres faldas hechas a medida de Chanel y una blusa de seda blanca que le habían regalado con un sastre por haber ascendido a jefa de taller hace más de ocho años.

-Mamá, ¿segura que puedes con el encargo de Max?

-A ver. Que era costurera de Alta Costura, pero no por ello significa que se me va ir la vida cosiendo un pantalón y una camisa. Que eso se lo he entregado hace dos semanas, una semana después de que me lo pidiera -cambiando de posición y cogiendo una copita de chinchón.

Su hijo... Su hijo no dijo nada, se quedó viendo por la ventana para ver sí seguía ahí. No estaba. Eso significa que ese sábado...

-¿Por qué? ¿Te ha dicho algo? -pasando la página de la Madame Fígaro que estaba leyendo.

-No. Pero... como no le he visto venir a casa pues...

-Pues como en ese tiempo todavía llegabas pasadas las siete...

"En ese tiempo" repitió Berto en su cabeza.

-Que por cierto, cada día vuelves más temprano. ¿Te has quedado sin ideas? ¿O es que ya lo has visto todo en Madrid? -bromeó su madre maravillándose de un vestido de Dior que aparecía ahí, volviendo su vista a su hijo que se la pasaba pensando.

-No yo... es sólo que yo no...

-¿Es que ves su rostro por todo Madrid?

-Mamá, pero que dices... -caminando hacia su habitación.

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