La última nota

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Así de cruel y cobarde había llegado el amanecer. Berto despertó por la luz blanca que entraba por su ventana. Respiró profundo y se piso de pie. Sea como fuere no había nada más por hacer que terminar de alistarse.

El coche familiar estaba listo. Berto estaba recargado en él cuando vio a los padres de Max llegar en su auto. Pero no lo ve a él o a su hermano. Espera unos momentos mientras sus padre conversan con los suyos, le explican que Emilio había salido la noche anterior y estaba cansado. De su novio no dijeron mucho, no tuvieron tiempo, porque cuando había preguntado por él tuvo a bien aparecer detrás de él:

-¿Pensabas que iba a dejarte ir sin que me dieras un beso?

Todo el peso de su preocupación desapareció al verlo, con una cazadora vaquera, vaqueros negros, una playera a rayas marineras y su chapa de Dior en la solapa, algo que lo hizo sonreír y acercarse para abrazarlo. Su carita limpia sonreía, tratando de transmitirle seguridad a Berto, pero conseguía lo contrario.

-Madre mía, no voy a poder... -susurró, aferrándose a él, queriendo recordar su aroma, sus gestos, esa calidez que ahora percibía y que le había falta. Comenzaba a creer que no lo iba a conseguir. No estaba seguro sí podía vivir de ilusiones lejos de él.

No era justo, tanto que sus lágrimas aparecieron.

-Tienes que hacerlo -le dijo cogiéndolo por las mejillas -, yo aquí estaré -limpiando sus lágrimas -. Esperaremos que llegue el verano y te iré a ver. Nos llenaremos de croissants y vestiremos como mimos y... -haciéndolo reír.

-Y yo vendré a verte para Navidad... -repasando el plan que habían gestado por días. Aun seguía siendo poco reconfortante para ambos, pero era lo único que tenían en ese momento.

-Y para ese momento podrás volver y decirle a todos esos gabachos que tienes un novio universitario.

Berto rió. ¿Cómo una risa podía saber tan amargo?

-¿Lo hemos prometido, no? -levantando su carita.

Los padres también se despedían, habían conseguido hacer buenas migas que también fue un poco difícil de ir adiós a sus amigos.

-Bueno, tira que no tengo un sofá y un proyector para darte un último adiós...

Berto soltó una risa llena de mocos al oír eso y por fin soltó sus manos acercándose a la parte de atrás del coche.

-¡Espera! -recordando que llevaba algo en su bolsillo -, te he traído algo -sacando una cajita verde -. Ábrela cuando te hayas instalado. Después de la primera tarde sin mi.

-Bueno, no quiero ser yo el que lo haga pero... Andy, debemos irnos.

-Claro.

Se despidió de Paula y Armando y de nuevo un beso y un abrazo a su novio, subió al auto y mientras se ponía en marcha no volteó a ver Max y este se giró tan pronto escuchó el motor. No quería ver como lo mejor de su vida se alejaba y no podía hacer nada para detenerlo.

Se abstuvieron de llamarse. Ambos sabían que necesitaban tiempo para asimilar su separación. Berto despertó y se alistó. Había decidido que iniciaría las clases la próxima semana, así que tenía un par de días para asimilar el cambio y el hecho de estar lejos de Max.

Antes de salir por la puerta de su habitación miró la cajita que seguía en su escritorio. Al abrirla volvió a sonreír. Cogió un trozo de folio de los muchos que había ahí y lo abrió. Al principio pensó que había algo debajo de todos esos papeles pero cogió uno y lo desdobló y su sonrisa apareció así tan fácilmente.

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