Cuatro.

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"El hombre es menos sincero cuando habla en su nombre. Dadle una máscara, y os dirá la verdad."

  —O. Wilde. 





Isabelle usaba el día de hoy un vestido de encaje blanco. Cuando cerró a puerta, Robert notó que llevaba el cabello en una trenza y que usaba zapatillas que le hacían parecer ligeramente más alta. Sus piernas eran visibles hasta justo por encima de las rodillas pero, cuando se sentó —al tiempo que Robert le imitaba—, pudo ver parte de sus muslos. Tenía una paleta de caramelo de fresa en la boca, y se la sacaba para hablar.

—Buenos días, Robert —dijo. Sus labios y lengua estaban teñidos de rojo por la paleta.

—¿Cómo te va, Isabelle?

Ella no respondió. Se limitó a encogerse hombros en un gesto despreocupado, observándolo con seriedad y una media sonrisa.

—Nuestra última entrevista nos quedó corta, hubo aspectos que no pudimos cubrir.

Ella se sacó la paleta de la boca de un solo movimiento.

—Siempre podemos continuar en el callejón.

Ella fingió que no lo decía de manera sugerente, y él fingió que no se había dado cuenta de lo que había intentado hacer. Juntos hacían un excelente grupo, expertos en hacerse los despistados.

—Isabelle —continuó Robert, con una sonrisa que servía de transición a su nuevo semblante de seriedad—, ¿quién es Noelle Williams?

Ella rompió la paleta con sus muelas sonoramente. El caramelo se partió parciamente, y ella perdió todo atisbo de humor en su expresión.

—La conocí en internet —aseguró—. En un sitio de confesiones. Ella confesó algo que me pareció digno de discutir, y le hablé por mensaje directo. —Robert no tardó en anotar esa información—. ¿Por qué?

—Katherine y yo éramos colegas —sonaba irónico utilizar solo esa palabra, considerando que era una media verdad a las espaldas de alguien que ya no vivía—. De hecho, ella fue quien me recomendó para este trabajo. Puede que haya mencionado el nombre de tu amiga en alguna ocasión, así que imagínate mi sorpresa cuando la nombraste.

Isabelle sonrió con desagrado, de pronto desconfiada. Robert intuyó que ella no esperaba abordar ese tema, y que la había tomado desprevenida por completo, cosa que debía sucederle muy poco.

—Noelle era una chica con muchos problemas.

—¿Hay alguna razón para que hables de ella en pasado?, ¿acaso le ocurrió algo?

Isabelle apretó los labios.

—Nunca volví a saber de ella, para ser honesta. Un día, simplemente dejó de responder mis mensajes.

—¿Era estudiante de Belmont?

—No.

—¿Y alguna vez hablaron personalmente?

Ella inclinó hacia adelante, sus pechos creando un bulto en el espacio entre sus brazos.

—¿Me estás interrogando, Robert? —cuestionó, con la voz desafiante y petulante— Por estoy totalmente segura de que no vine para eso.

—Katherine me dijo, antes de morir, que debía continuar con el tratamiento de Noelle Williams. —ella subió las cejas, preguntando "¿y qué?" silenciosamente. Robert decidió explicarle con tranquilidad, procurando que no sonara de ninguna manera como una acusación—. Me dijo que su expediente estaba en su consultorio, pero alguien arrancó casi todas las páginas. Noelle era un caso difícil, su expediente debía ser casi un libro.

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