En estos momentos preferiría estar luchando con una hidra venenosa que estar en esta situación. La espera se hace larga y siento que Elise ha salido a buscar a Aaron y se ha tardado años. Mis pies parecen tener vida propia y no paran de moverse de un lado para otro. Además, que el descubrimiento de mis sentimientos me ha dejado en un estado de nervios y estupefacción.
Yo, Emma Fairchild he caído y me he enamorado del príncipe Aaron.
¿Se puede ser más idiota?
Sin embargo, sé que mis sentimientos no podrán ser correspondidos. Ni siquiera debería tener este tipo de pensamientos. Aaron ha sido mi amigo desde mi primer día en la academia y debo verlo como tal. Debe continuar como tal.
—Señorita, los jóvenes la esperan afuera de la habitación —escucho la voz de Elise, exaltándome. Miro a mi alrededor tratando de buscar una vía de escape. Podría tirarme por la ventana, así me ahorraría la vergüenza.
Pero, al contrario de mis pensamientos, me detengo y pienso en lo idiota que estoy siendo. Enderezo mi espalda y cuadro mis hombros mostrando una confianza, que a pesar de no sentirla; necesito fingirla. Dándome unos segundos, donde inhalo y exhalo para terminar de tranquilizarme. Hasta que decido acercarme a la puerta y girar el pomo.
Al salir, lo primero que veo es una melena roja pulcramente peinada en una coleta baja. Unos ropajes demasiado elegantes, que le dan un aire de duque a Fredic. A su lado, veo cabello castaño y me quedo sin aire. Ambos me dan la espalda, por lo que no me ven. Me permito observar su vestimenta, el rey Vincent se ha pasado con los atuendos. Fredic viste un chaleco negro de manga larga que le llega hasta mitad de muslo. El chaleco está decorado con rojo en las terminaciones y lo complementa con un pantalón color negro y zapatos de cuero negro.
Aaron es otro tema, chaleco blanco con terminaciones en dorado, pantalón blanco y zapatos negros. En las solapas del chaleco lleva unos adornos dorados añadiéndole anchura a sus hombros. Quisiera que el tiempo se detuviera para poder apreciarlo un poco más, pero, al contrario, carraspeo exageradamente para avisarles de mi llegada. Ambos se giran y de pronto me siento cohibida.
—Ya estoy lista. Cuanto antes terminemos con la cena, más rápido puedo quitarme este ridículo vestido. —rompo el silencio que se ha formado entre los tres
Fredic es quien sigue la corriente y se acerca.
—¡Vaya! Pero si eres una mujer —el comentario burlón logra sacarme una sonrisa, me acerco y le golpeo el hombro de manera juguetona
—Una mujer que puede golpearte el trasero. Así que deja las bromas.
Mi mirada instintivamente se posa en la de Aaron, el cual me observa sin decir una sola palabra. Siento mis mejillas calientes ante su intensa mirada, como si me estuviese estudiando. Quisiera decirle que dejara de mirarme, pero no encuentro como pronunciar las palabras. Nana Mei tenía razón, el amor hace que la gente se comporte de manera idiota. Me acuerdo cuando ella me decía que mi padre solía caminar sobre una nube cuando mi madre vivía.
—Estás...presentable —la voz de Aaron me trae a la realidad, golpeándome con palabras huecas.
—¡Que dices! ¡Está preciosa! —Fredic intenta apaciguar el tenso ambiente que se ha formado entre nosotros. Tal vez Fredic ya se haya dado cuenta de todo y trata de animarme sin que me dé cuenta.
—No trataba de verme diferente. Solo quiero terminar con este circo —ni yo misma me reconozco. Mi voz ha sonado sin vida, como cuando lees algo aburrido y sin gracia.
Camino sin mirar a nadie mientras que Elise nos guía hasta el comedor, el cual al entrar puedo ver una gran mesa rectangular a lo largo del salón. En la mesa se pueden sentar mínimo veinte personas; ya los platos para cuatro personas se encuentran servidos. Por respeto, esperamos a que el rey haga acto de presencia.
ESTÁS LEYENDO
La Guerrera de la Luna
FantasíaErase una vez y dos son tres una bella y hermosa princesa la cual fue rescatada por su príncipe azul y se casaron a pesar de haberse conocido hace un día. ¡Por favor! Como si eso sucediera de verdad, a veces los príncipes no se enamoran de las prin...