Capítulo 1

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—Había una vez un reino muy unido y pacifico llamado Leal. Un lugar en que los seres mágicos y los humanos vivían en armonía bajo el reinado del rey Sebastian Hartford y la reina Charlotte Hartford. En el reino vivían hadas, brujas, elfos, enanos y todo tipo de ser mágico que te puedas imaginar; todos trabajan juntos manteniendo a Leal como un lugar seguro y armonioso. Todo era perfecto hasta ese fatídico día en donde el hechicero Kromos durmió a la reina en un sueño eterno. La profecía dice que solo un actor de amor verdadero la despertará —. escucho a mi Nana Mei con atención.  Mi padre no se encuentra en casa y ella aprovechó para contarme una de mis historias preferidas.

—Nana, ¿Qué es un acto de amor verdadero? —. pregunto ya que a mis ochos años sé luchar y manejar la espada de madera, pero no logro entender que es un acto de amor verdadero.

—Verás mi niña, cualquier acto que se haga de manera desinteresada, es un acto de amor verdadero. Pensar primero en la otra persona antes que tú —. Nana me explica lo más claro posible junto a una sonrisa en su rostro. Ella es como una madre para mí.

—Entonces, mi mamá hizo un acto de amor verdadero, ya que ella se sacrificó para que yo pudiese vivir.

A pesar de que mantengo una sonrisa en mi rostro, Nana se ve triste. Ella no le gusta que tome ese tema con tanta tranquilidad, incluso ella me cuenta que cuando era bebé no solía llorar. Ni siquiera en mi primer día de clases donde todos los niños lloraban para que sus padres no los dejaran. Yo simplemente me senté en mi lugar y esperé a que llegara la maestra. Por eso, los niños se burlan de mí; dicen que no me entristece que no tenga mamá y que no tengo corazón. Pero, mi mamá dio su vida para que yo viviera la mía y siguiera cuidando a papá por ella. Así que, escuchando la explicación de mi Nana, mi mamá hizo el acto de amor verdadero más puro.

—Bueno mi niña, dejémonos de temas tristes que tu padre ya mismo llega y sabes que no le gusta que estés escuchando historias, ya sabes lo que él dice —. la sonrisa de Nana es algo burlona.

—Una guerrera no escucha historias, las crea —. repito lo mismo que mi padre me repite a diario. Mi padre por alguna razón quiere que cuando crezca sea una guerrera. Por eso, me da ejercicios básicos con la espada de madera.

Me levanto del suelo donde estaba sentada y camino hasta la ventana abierta miro el gran arce rojo que se encuentra detrás de la casa, donde la tumba de mi madre reside. Por la venta, puedo sentir la suave brisa del viento. Es tan delicada que, si cierro mis ojos podría sentir unas manos acariciándome el rostro, a veces me gusta imaginarme que son las caricias de mamá, diciendo que todo está bien.

—¿Dónde está mi pequeña guerrera? —. escucho la voz de mi padre retumbar en la casa. Chillo de felicidad mientras me alejo de la ventana y corro hacía él. Al verlo parado en el umbral de la puerta no dudo ni un segundo y me lanzo a sus brazos. Mi padre me atrapa como si pesara una pluma y me levanta del suelo. —¿Cómo has estado pequeña? ¿Hiciste los ejercicios que te pedí?

Río al escucharlo, sabe que siempre los hago y aun así siempre me pregunta.

—He estado muy bien, los ejercicios los hice esta mañana. ¿Cómo estuvo tu viaje? — pregunto curiosa. Mi padre siempre llega con nuevas aventuras.

—Todo bien mi guerrera, ahora debo ir al castillo a dar mi reporte. ¿Quieres acompañarme? — chillo de felicidad, él sabe que me encanta ir al castillo.

Mi padre me llevaba a los entrenamientos de la guardia la mayoría del tiempo, los soldados de mi padre siempre me dan dulces y golosinas a espalda del temible General como ellos le dicen a mi papá. Mi padre me deja en el suelo para que me ponga los zapatos, salimos afuera donde Alba; la yegua de mi padre; nos esperaba. Una yegua completamente blanca, con los ojos marrones y su cabello rubio el cual me encanta trenzar y peinar.

Me monto en Alba con ayuda de mi padre, quien se monta y se sienta detrás de mí, me hace tomar las riendas mientras que coloca sus manos sobre las mías.

—Agárrate fuerte Emma

Sin decir más Alba comienza a correr tan rápido como puede. Definitivamente es la mejor sensación, sentir el viento contra tu rostro mientras el caballo cabalga a su máxima velocidad. Sientes que puedes salir volando en cualquier momento. Te brinda una sensación de libertad y que nada puede atraparte. Miro hacia delante para ver a los lejos el castillo de Leal acercándose a medida que continuamos cabalgando. El castillo de Leal es un lugar sumamente hermoso, pero que ahora es un lugar inundado por la tristeza. La pérdida de la reina fue un golpe duro para todos, pero más para el rey y para el príncipe.

Alba se detiene, miro alrededor para darme cuenta que hemos llegado al castillo. Mi padre desmonta a Alba para ayudarme a bajar y colocarme en el suelo. Caminamos hacia los campos de entrenamientos donde se escuchan los gritos de los soldados. Al llegar y darse cuenta que iba con el General dejaron de decir groserías.

—Voy a ir a dar el reporte de la misión, no hagan alboroto que está mi hija presente —. la voz que usa mi padre para dirigirse a sus hombres da miedo, es profunda y sin ninguna pizca de sentimiento en ella. No por nada le dicen el temible General.

—¡Entendido! — todos responden a la vez. Mi padre camina hacia el interior del castillo mientras yo por mi parte me acerco a los soldados.

—¡Hey Emma! Ven voy a enseñarte aquella técnica de la que te hablé la vez pasada.

—¡Hey! Es mi turno para enseñarle una técnica.

—¡Callaos, cerdos!

Mi risa detiene su discusión, haciendo que ellos se rían conmigo. Siempre que mi padre me trae son así. Dicen que aprendo rápido y que cuando sea grande voy a ser una excelente guerrera. Por lo que todos quieren ser parte de mi crecimiento. En realidad, yo no comprendo mucho, pero me parece gracioso sus discusiones.

—¡Así no! ¿Cómo es posible que aún no lo hagas bien? —el grito despierta mi curiosidad, camino hacia el circulo de pelea para ver al príncipe Aaron entrenar con Julián, uno de los mejores guerreros de papá.

El príncipe tiene entre sus manos una espada de madera la cual amenaza con romperse en cualquier momento. Está frente a Julián tratando de bloquear sus ataques, pero sus bloqueos eran muy bajos; de pelos Julián no le golpeaba la cabeza.

—¡Levanta las manos y sácalas de tu visión! — le grito, tal vez fue por el instinto que su cuerpo hizo lo que le dije y logra bloquear uno de los ataques de Julián. Con una sonrisa en su rostro el príncipe voltea.

—¡Gracias! — me agradece, agito mi mano en forma de saludo

—¡Emma es hora de irnos! —el grito de mi padre me trae a la realidad.

Giro sobre mis talones y corro hacia mi padre mientras en mi rostro se queda plasmada una sonrisa. Algún día me gustaría seguir los pasos de mi padre y pertenecer a la guardia Real, ya que al parecer el príncipe no se puede defender solo. 

La Guerrera de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora