Al abrir mis ojos veo una luz cegadora frente a mí, tapo mis ojos con mi mano mientras me levanto del suelo. Busco con la mirada algún indicio del paradero de Abrahael, pero no tiene caso. Estoy sola en este enorme lugar, a mi alrededor me rodea un enorme y bello prado. Decido caminar para descubrir mi paradero, y una forma de salir de aquí. Con mi mano sobre el mango de mi espada, comienzo la caminata siguiendo siempre una línea recta imaginaria. No quisiera perderme en este lugar, por lo que sigo la misma ruta.
A lo lejos veo una casa la cual encuentro familiar. Al seguir caminando y acercarme, una sonrisa involuntaria se asoma en mi rostro.
Es mi casa.
Sin importarme nada más corro hacia ella. De alguna manera Abrahael no me arrastró con ella al inframundo, por alguna razón me he quedado en mi casa. Esta igual a como la recuerdo, incluso el arce rojo se encuentra en el patio brindándole sombra a la tumba de mi mamá. Al llegar a la puerta, me detengo para tratar de controlar mi apresurada respiración. Cuando mi respiración vuelve a la normalidad abro la puerta, buscando algún indicio de mi familia.
Pero, solo me encuentro con mi infierno personal. El suelo ha sido pintando con la sangre de mis seres más amados. Nana Mei, Fredic, papá y Aaron se encuentran decapitados en el suelo. Un grito sale de mi garganta tan fuerte que amenaza con romperla, llevo mis manos a mi cabeza. Esto no puede ser cierto, ellos no pueden estar muertos. Cierro los ojos un momento, tratando de ahuyentar la imagen frente a mí.
Abro los ojos de nuevo encontrándome en otro lugar. Esta vez, el salón del palacio se muestra frente a mí. Doy un respiro de alivio, la imagen anterior debió haber sido una alucinación. Tal vez, todos estén fuera del palacio esperando a que salga. Escucho gritos a lo lejos, pero no el tipo de grito que quisiera escuchar. No es un grito de euforia, ni celebración. Mas bien es un grito lleno de dolor y suplica, sin esperar salgo corriendo dejándome guiar por el sonido desgarrador. Llego hasta una puerta donde los gritos son más fuertes, más intensos.
Temiendo lo que pueda aparecer detrás de esta puerta, tomo una gran bocanada de aire antes de abrir la puerta. Al abrirla, abro los ojos con espanto. Daniel se encuentra atado a una silla con múltiples cortes por su cuerpo, el cual se encuentra bañado en sangre. Para completar la infernal escena Fredic se encuentra encadenado a un lado de la habitación gritando y observando como su amado es mutilado. Los gritos; los cuales provienen de Fredic; comienzan una vez más suplicando que dejasen a su amado y lo torturasen a él.
Intento moverme para liberarlos, pero mis pies se mantienen pegados al suelo. La desesperación por ayudarlos se incrementa, las lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas mientras mis intentos por moverme continúan fallando. Pronto, mis gritos se unen a los de Fredic pidiendo ayuda, pidiendo clemencia. Preferiría mil veces ser torturada a ver a mis amigos ser torturados.
Mis ojos se cierran por un segundo, el cual es suficiente para hacerme desaparecer la terrible escena frente a mí. Esta vez estoy en las caballerizas del castigo, limpio el rastro de lágrimas de mis mejillas. Deseo con todo mi corazón que esto no sea otra imagen, no lo soportaría. Unas risillas me alertan, desvió mi mirada hasta dar con la fuente del ruido.
Si fuese posible, juraría que escuché mi corazón romperse.
Un Aaron algo mayor se encuentra tirado entre la paja de los caballos con una hermosa mujer de cabello castaño. Veo como él le susurra palabras al oído haciéndola sonreír y sonrojarse. Los besos no se hicieron esperar demostrándose todo el amor que destilan por los poros. Intento cerrar mis ojos y cambiar esta escena, pero no sirve. Al abrirlos continúo viendo a Aaron en brazos de otra mujer. Sin fuerzas mis piernas ceden ante la presión y caigo al suelo arrodillada.
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La Guerrera de la Luna
FantasyErase una vez y dos son tres una bella y hermosa princesa la cual fue rescatada por su príncipe azul y se casaron a pesar de haberse conocido hace un día. ¡Por favor! Como si eso sucediera de verdad, a veces los príncipes no se enamoran de las prin...