Capítulo 4

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Lauren redujo la velocidad. Una sombra oscura se materializó en el lado izquierdo de la carretera, apenas perceptible por el velo blanco que la envolvía. Al acercarse a la sombra, se vieron los edificios que bordeaban el costado izquierdo de la carretera. Habían llegado al lado canadiense del paso fronterizo. Solo les llevó unos minutos, luego pudieron continuar hasta el paso fronterizo estadounidense. Una vez fueron revisados sus pasaportes también allí, se encontraron de nuevo en suelo americano. Lauren respiró aliviado. No se había terminado de creer a Camila cuando afirmó no ser una criminal. Solo ahora se percataba de que había estado esperando que los detuvieran para interrogarlos.

―Ya estamos aquí ―dijo innecesariamente, por si ella no se había dado cuenta.

―Gracias a Dios.

Camila señaló un edificio rojo que se podía ver fácilmente a pesar de la intensa nevada.

―Si quieres, puedes cambiarte allí. Tienen casi de todo lo que se necesita para vivir.

―De acuerdo, es una buena idea. ―A pesar de sus palabras, sonaba vacilante, como si no estuviera segura de querer quitarse el disfraz. Lauren apagó el motor y la miró.

― ¿Tienes dinero? Te fuiste precipitadamente de Lac-Mégantic.

―Sí, tengo. Tengo el monedero en el bolsillo, igual que el móvil.

―Está bien, entonces.

Aun así Camila no se movió, se quedó mirando fijamente el edificio como si pudiera hacerle algo.

― ¿Vamos? ―preguntó él de nuevo.

―Sí. Por supuesto.

Lauren se había bajado y probablemente no le quedaba otra opción que seguirla. El miedo hizo que se formara un nudo en su garganta. Si salía ahora, estaría completamente indefensa. Cualquiera podría pasar por allí, agarrarla y arrastrarla hasta un coche. O, más fácil aun, sencillamente atropellarla. O dispararle desde un coche.

Alto.

Tuvo que dejar de imaginarse formas en las que se vengarían de ella.

―Está bien, yo me ocupo. ―Lauren estaba de pie delante de la puerta abierta del pasajero. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Lauren había abierto la puerta.

―Gracias. ―Vacilante se bajó del coche. Su corazón latía acelerado en su pecho. La adrenalina fluía por sus venas, casi mareándola.

―Vamos. ―Lauren le cogió suavemente por el codo― Acabemos con esto antes de que se te suba al regazo un tropa de niños que desean un regalo de Papá Noel. ―Miró a su alrededor― No es que haya muchos niños aquí ―añadió.

Se dirigieron a la entrada, Lauren abrió la puerta. Apenas habían entrado en el edificio, cuando fueron envueltos por un soplo de aire caliente. Por los altavoces se oían canciones navideñas. Lauren la soltó del brazo y siguió adelante. Parecía conocer el camino, porque se afanaba en llegar a la parte de atrás de la tienda sin dudar. Allí, donde se veían algunos estantes con ropa: sudaderas y camisetas de manga corta. Sin pensarlo mucho, Camila eligió un par de prendas. Quería salir de allí lo más rápido que fuera posible. Los pocos clientes con los que coincidieron, los miraban fijamente. Probablemente allí no compraba muy a menudo Papá Noel. Solo cuando casi estaban ya en la caja, se dio cuenta del error que había cometido. Se lo había llevado todo demasiado pequeño. Con la barriga, que recientemente acarreaba, necesitaba al menos tres tallas más.

―Vuelvo enseguida. ―Antes de que Lauren pudiera reaccionar, ya se había marchado. Rápidamente cambió las prendas por otro par de talla más grande. Solo podía esperar que le vinieran bien.

Tormentas y amor en Navidad - Adaptación CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora