Capítulo 1

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Su corazón latía como loco. Se colocó la faja rápidamente, lo que hizo que su barriga aumentara considerablemente de tamaño. Había más de treinta mil dólares escondidos en ella. Un dinero que no le pertenecía. Camila se puso su ancho abrigo rojo y se colocó el gorro cubriendo así su larga melena castaña. Se ajustó la barba blanca y salió de allí. Hubiera preferido quedarse allí, en la relativa seguridad que aquellos baños públicos le proporcionaban, pero eso no era posible. Tenía que desaparecer, y rápidamente, porque si no lo hacía tarde o temprano la iban a pillar. Y prefería que no fuera así.

Abrió la puerta y miró al exterior cautelosamente. Hasta ella llegó el sonido de la música navideña. La antigua y clásica White Christmas, cantada por Bing Crosby. Le encantaba aquella canción, pero en aquellos momentos no tenía tiempo para deleitarse con un anticipo de las fiestas, al contrario. Tendría suerte si llegaba a casa sana y salva, después de lo que hizo.

En los pasillos del centro comercial, la locura prenavideña seguía su frenético ritmo. Los adictos a las compras se empujaban y hacían muecas cuando se veían forzados a parar detrás de alguien que pasaba por delante de los escaparates. Había que ocuparse de los últimos regalos, organizar la comida y comprar los suministros. Las prisas flotaban en el aire. Eso le venía bien a Camila, así sería más difícil que dieran con ella. Afortunadamente, no se veía a los dos hombres que, armados con walkie talkies, la buscaban. Bajó el gorro hasta su frente con la intención de cubrir su cara todo lo posible y, luego, salió al pasillo mezclándose entre la gente.

—Maman, Maman! Le Papa Noël! ―Un niño la señaló con el dedo, emocionado, se puso a dar saltos a uno y otro lado, y se interpuso en su camino.

―Est-ce que nous pouvons faire une photo avec vous? ―preguntó la mujer de pelo oscuro que llevaba un costoso abrigo de piel y agarró al pequeño por los hombros. Hablaba francés, lo que no era de sorprender, ya que Lac-Mégantic se encuentra en El Quebec. El problema era que Camila no sabía ni una sola palabra en francés, excepto «merci».

― ¿Puede repetirlo en inglés? ―preguntó educadamente, aunque todo en su interior le urgía a desaparecer lo antes posible. Pero no podía hacer eso. El pequeño se había plantado frente a ella y la miraba con los ojos bien abiertos. Si lo empujaba y se marchaba, el espectáculo que se iba a montar estaba asegurado.

― ¿Puede hacerse una foto con nosotros? ―repitió su madre en inglés.

―Oh. Por supuesto. Con gusto dentro de media hora.― fingió mirar su reloj. Aquello le interesaba menos aun que la hora que fuera― Delante de la tienda de fotos. ―Señaló hacia la tienda, que había visto mientras caminaba, y al mismo tiempo trató de apartar al niño disimuladamente. Con la mirada, buscó el pasillo que tenía delante de ella.

―Maman! ―Como una ametralladora, el pequeño profirió varias palabras en francés. Por su expresión, Camila pudo percibir que estaba decepcionado. Parecía que no tenía un muy buen concepto de las Papá Noel femeninas.

De acuerdo. Es hora de largarse de allí. Antes de que el chico pudiera decir algo más, Camila se marchó a paso veloz. ¿Por qué se había parado a hablar? Ahora todos, en un radio de cien metros, sabían que una mujer vestida de Papá Noel deambulaba por el centro comercial.

Solo había que largarse de allí. Salir de aquella ratonera en la que no quedaba otra cosa que hacer para atraparla que colocar un hombre en cada una de las entradas. Cansada, aminoró la velocidad. Ya había llamado suficientemente la atención. Así que trató de dirigirse hacia la salida todo lo relajada que le fuera posible. Como si fuera un Papá Noel normal dirigiéndose a su próxima sesión de fotos. Sin embargo, empezó a sudar bajo el grueso abrigo rojo.

Tormentas y amor en Navidad - Adaptación CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora