Capítulo 7

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Nieve. Nieve. Y más nieve.

Aun no se veía otra cosa que un muro blanco de copos de nieve. Lauren se alejó. La vista era preciosa. Un idilio navideño propio de un cuento ilustrado, nada con lo que quisiera estar relacionado.

Camila se afanaba en la cocina. Había murmurado algo acerca de hornear unas galletas.

Fue hacia donde estaba, no porque quisiera estar con ella, sino porque sus pies habían desarrollado un automatismo propio que simplemente lo condujo en su dirección. Hasta que se plantó de pie junto a ella.

―¿Estás haciendo galletas? ―preguntó innecesariamente, porque podía ver que era precisamente eso lo que hacía.

―Sí. ―Camila observó la masa que acababa de estirar. Sus ojos brillaron. Le divertía estar allí y preparar la masa para las galletas. No se precisaba ser psicólogo para verlo. Una cálida sensación se propagó por su estómago. Se veía tan hermosa con sus mejillas ligeramente enrojecidas, los ojos brillantes y un mechón de pelo colgando de su cara.

Entonces miró su barriga. La burbuja romántica que lo había traído hasta allí estalló en su cabeza al notar su forma redonda.

―¿Te gustaría ayudarme? ―preguntó ella.

―Sí, ¿por qué no?

Le colocó un cortador en la mano. Papá Noel con un saco al hombro. Bueno, ¿qué otra cosa podría ser?

―Toma, puedes darle forma a las galletas.

―De acuerdo.

Mientras Camila estiraba otro trozo de masa a su lado, Lauren cortaba las galletas. Trabajaban una al lado de la otra en silencio. Aunque Lauren no miraba a Camila, cada fibra de su cuerpo era consciente de su presencia. Como si irradiara algo que lo atraía irresistiblemente. Cuando extendió su mano para colocar las figuras que había recortado en la chapa de metal, le tocó el brazo.

El breve roce fue como una descarga eléctrica.

―Lo siento ―murmuró.

―No hay problema ―respondió Camila. Su voz sonaba más profunda. Diferente de lo usual. La miró brevemente por el rabillo del ojo. Sus mejillas estaban más rojas que antes. Tal vez tenía calor. Pero tal vez ella, al igual que Lauren, había percibido lo cargada que estaba la atmósfera que ambos compartían. Nuevamente la observó mientras amasaba. Sus manos estaban cubiertas de harina. A la punta de su nariz había ido a parar una poca más. Lauren alargó la mano y se la limpió. Camila la miró sorprendida.

―Solo había algo de harina ―le explicó.

―Oh. Gracias.

No lo hubiera creído posible, pero la atmósfera se hizo aún más intensa. Le hubiera gustado atraer a Camila hacía sí. Tan cerca, que su cuerpo se apretara contra el suyo. Y luego la besaría. Degustaría la dulce masa, que acababa de probar, en sus labios. Introduciría sus manos por debajo de su camiseta, las deslizaría por encima de su suave piel....

Tuvo que parar. Camila había dejado bien claro que no quería nada de Lauren. Su mirada recelosa cuando dijo que no confiaba en Lauren, todavía estaba muy presente en su mente. Así que volvió a su tarea. Cortó un estúpido Papá Noel tras otro. Luego colocó las últimas galletas en una bandeja de hornear engrasada.

―Ya se puede poner la bandeja en el horno, en la barra del medio. Está precalentando ―dijo Camila.

―De acuerdo. ¿Cuánto tiempo tienen que estar dentro?

―Diez minutos deberían ser suficientes.

Lauren introdujo el tiempo. Luego cruzó los brazos delante de su pecho y se apoyó contra la encimera de la cocina. Lauren probablemente no estaba aún muy satisfecha con la masa. Seguía trabajándola.

Tormentas y amor en Navidad - Adaptación CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora