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I. La Corona.





Estoy exhausto.

Siento como pequeñas gotas de sudor caen desde mi frente, mis puños arden y entonces noto la sangre en mis nudillos.

Tenía que dejar de golpear el saco con tanta fuerza durante largos lapsos de tiempo.

—¿Su majestad? —Leonora irrumpe la habitación donde había creado un pequeño gimnasio, exclusivo para mi.

—¿Se le ofrece algo doña Leonora? —Pregunto a la dulce anciana que se había encargado de verme crecer.

—Su padre, el rey, me ha mandado a buscarlo, quiere hablar con usted, joven príncipe.

—¿Cuantas veces voy a tener que repetirte que sólo me llames por mi nombre? Las formalidades dejémoslas para los extraños, sabes que a ti te considero como de la familia. —Leonora sonrió mirándome con ternura, como lo venía haciendo desde que tengo memoria.

—Lo siento su alteza, pero me siento más cómoda llamándolo así, no quiero causarle problemas.

—Créame cuando le digo que no me puede causar más problemas de los que ya tengo. —Digo y percibo tristeza en su rostro. —Puede retirarse, Leonora. —Añado y ella hace una reverencia antes de salir de la habitación.

Decido darme un baño antes de ir en busca del rey, lo que sea que tuviese que decir podía esperar.

Salgo de la habitación dirigiéndome a mi alcoba, cuando entro lo primero que hago es deshacerme de la ropa sudorosa que traigo puesta, guió mis pasos hasta el baño donde sin más procedo a ducharme.

El agua fría de alguna manera me relajaba, últimamente el estrés que sentía parecía crecer con cada hora que pasaba, eran pocos los momentos en los que podía relajarme.

Salgo de la ducha enrollando una toalla alrededor de mi cadera y tomo otra para sacudir mi cabello escurriendo en agua, mis pies descalzos hacen contacto con el piso dejando pequeñas manchas de agua a medida que me acerco a donde mis bóxers se encontraban.

Después de terminar de vestirme regreso al baño para vendar mis nudillos, de lo contrario Leonora probablemente me regresaría a hacerlo en cuanto se diera cuenta.

Finalmente dejo mi recámara para ir en busca del rey, al bajar las escaleras noto a la reina, mi madre, parada junto al final de estas.

—Tu padre te ha mandado a llamar. —Dice en cuanto me encuentro a su lado.

—Lo sé. —Contesté con simpleza.

—¿Qué te ha pasado? —La reina pregunta en cuanto nota mis nudillos vendados.

—Nada de suma importancia. —Respondí sin querer entrar en insignificantes detalles. —¿Dónde está el rey? —La reina me mira mal antes de responder.

Tú padre se encuentra en el jardín, ve con él. —Dice y asiento.

Camino con tranquilidad en el castillo hasta que llego al jardín, pude notar inmediatamente al rey sentado en una de las sillas atravesando el lugar.

—¿Quería verme, su alteza? —Hablo quedando parado a un lado de él.

—Necesito que vayas a Dinamarca en nuestra representación.

NEVER KING  |N.G.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora