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Los días se suceden y, con ellos, nuestro viaje. No hemos vuelto a discutir desde que me partiste la nariz que, por cierto, está mucho mejor. A pesar de estar rota no deja apenas señales, aunque muy de vez en cuando sangra. En lo referido a la travesía el mar esta tranquilo y el viento es favorable. Al tercer día de viaje llegó a nosotros la noticia de que la guerra había estallado en el sultanato de Egipto y que Alejandría estaba asediada por hordas de mamelucos. Dicha noticia nos hizo cambiar el rumbo: en vez de hacer escala en Alejandría haremos nuestra ruta sin paradas, directos a Siracusa.

-Ánaer...

-¿Si?

-¿De verdad soy yo la primera mujer que te ve desnudo?- preguntas con cierta vergüenza. Ambos estamos tumbados en la cama, desnudos y acurrucados el uno en el otro.

-Sí, eres la primera, a parte de mi madre, claro- digo con una sonrisa-. ¿Por qué te extraña?

-Por nada...- dices mientras me acaricias la barbilla. Me acerco lentamente y te beso.

-Aley...

-¿Si?

-Te apetece... ¿jugar?- pregunto sin saber exactamente a lo que me refiero.

-¿Jugar a qué?

-Tú responde, que ya me encargaré yo de mostrarte el juego- respondo, pícaro. En un principio se te ve algo alterada y poco dispuesta, pero a medida que el tiempo pasa pierdes el miedo y te decides por jugar-. Cierra los ojos.

Obedeces sin rechistar. Te tumbo en la cama boca arriba y te cierro los ojos.

-Comienza el juego- digo antes de asaltar tus labios. Tu aroma se me impregna en la piel lentamente, mientras que mis dedos se agarran a tus caderas. Saboreo cada rincón de tu boca hasta la saciedad y, una vez saciado de ella, comienzo con el resto del cuerpo. Tus mejillas se sonrojan bajo el tacto de mis dedos y el roce de mis dientes, y sucumben a la fuerza de mis besos. Tu cuello me llama a gritos, y con él voy ahora. Mi lengua hace virguerías allá por donde pasa, y cuando abandono tu cuello tus labios exhalan un “no pares...”, pero no me puedo retener ahí. Hay otras partes de tu cuerpo que requieren de mi intervención... Con la nariz te acaricio entre los senos, y noto un lunar, ¡sitio curioso para estar! Tras la nariz introduzco mis labios, y con ellos mi lengua, que babea todo a su paso. Me encanta esa sensación, y por eso introduzco en la boca uno de tus pezones y lo saboreo. Araño un poco con los dientes y lamo con la lengua mientras sueltas interminables jadeos y tu respiración irregular invade la habitación. Paso a tu vientre cuando tus pechos ya están repletos de mis besos y lametones, y de tu vientre a tus piernas. De fuera hacia dentro voy lamiendo... hasta llegar a tu entrepierna. No sé que hacer, pero mis instintos me piden que introduzca mi lengua por la abertura de tu sexo y que te saboree a más no poder. Decididamente, hago caso a mis instintos. Beso tu sexo rasurado con autentica devoción e introduzco mi lengua hasta donde puedo llegar, que no es poco. Un alarido sale de tu interior, un alarido de placer ínfimo. Sabes divinamente, mi diosa, y me pene erecto siente ganas de entrar, siente ganas de penetrarte y de hacerte gemir hasta la saciedad de nuestro orgasmo, pero cuando me quiero dar cuenta un liquido viscoso sale de tu sexo e inunda mi boca. Tiene un sabor curioso y apetecible. Mmmmm.... tu corrida me inunda. Te penetro con mi lengua como si de mi pene se tratase hasta que no puedes más y, tras un grito, te desplomas y dejas de correrte. Tienes todo el sexo manchado de blanco, y antes de subir lo limpio a lametones.

-¿Te gustó el juego?- susurro en tu oído. Apenas puedes hablar.

-Sí...

-Me alegro- digo mientras me tumbo boca arriba en la cama, a tu lado.

-Oye...

-Dime...

-¿Podemos repetir?- preguntas. Te miro sorprendido.

-¿Quieres más?

-Sí... mucho más.

-Aley... yo... yo me alegro pero... yo estoy cansado...

-Ya, pero yo no- dices mientras te incorporas, te subes encima mía y me besas el cuello. Comienzas a bajar...

De Ánaer y AleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora