Te amaba. A pesar de tus cambios de humor, de tus dudas sobre mí; aunque pensaras que lo nuestro no llegaría a ningún lado. Abracé todas las incertidumbres que surgían día a día en tu mente.
Te amaba, porque tuvimos tantos momentos divertidos y gratos; agradezco que no todo fueran discusiones y llantos en solitario a la media noche. Siempre disfruté de tu compañia. Cada segundo a tu lado fue valioso para mí.
Amaba todas tus facetas, aprendí a vivir con ellas. Por mucho tiempo quise que tú también hicieras lo mismo conmigo.
No había otra persona a la que hubiera amado tanto como a tí. Yo no puedo negar mi pasado, las personas que conocí y con las que estuve, llegué a reconocer las ocasiones en las que me equivoqué y todo el mal que pude llegar a ocasionar. Busqué tu perdón todo el tiempo, y siempre me jurabas que lo tenía. Pero, ¿realmente lo tenía? No quería que fuera otro método para calmar mis angustias y exasperante actitud. Yo sólo quería la verdad, por más que doliera.
Y créeme que duele, duele mucho. Todo lo que habíamos construido se derrumbó, por más que quise evitarlo, todo se perdió.
Y aquí sigo, queriéndote como el primer día.