Capítulo 5

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Me quedé sin aliento cuando leí el mensaje que me envió John hace un par de segundos.

John Swift
Ey!
¿Dónde estás? Las clases empiezan en tres minutos y ayer me contaste que tenías examen en el primer período.

Ni siquiera pude responderle, estaba en una especie de estado de shock. No sabía que hacer pues no había estudiado para aquel examen, y para comtratiempo, era una de las materias que más me pesaban a la hora de aprender: biología. Y en mala jugada, me perdí la clase en la cuál pasaron materia del examen porque me sentía mal por no haber comido lo suficiente. Tampoco tuve tiempo para pedirle apuntes a alguno de mis compañeros de clase. Estaba frita, literalmente, no podía hacer nada.

—¡Llegamos! —informó Taylor aparcando el coche en la acera.

Pero lo último que yo quería era llegar a la escuela.

—Anahí, date prisa —me apresuró Aaron dejándome un espacio por dónde poder salir del coche.

Les miré. Estaban todos ya fuera del coche, esperando a que me dignara. Después me dije que no importaba, era una simple nota que podía mejorar con otro examen, y que sólo podía culpar el estrés que se me acumuló, y en consecuencia, no alimentarme bien. Sin embargo, era una excusa patética. Esto no era el kindergarden para niños pequeños, estábamos en la preparatoria, el contraste es significativo en esta situación.

Así que me relaje, bajé del auto y caminé  a la entrada de la escuela. Tenía la única opción de, ir rápidamente al salón de clases, excusarme con algo que se ocurriría en el momento, sentarme y dar el examen. Toqué la puerta con los nudillos y ya podía sentir la gota de sudor bajando por mi frente. Admito que a veces puedo ser muy melodramatica, y ello se lo debo a mi madre, y en parte a John.

La profesora notó mi presencia fuera del salón de clases y con una sonrisa me miró y se dirigió a la puerta. Evité fruncir el ceño ante su extraña expresión y actitud efusiva cuando abrió la puerta.

—¡Oh, señorita, Mendes! —chilló.

Ella era un poco... rara. Constantemente chillaba y sonreía tal como si estuviese loca. Durante las clases se movía por todo el salón mirándonos a todos con los ojos de lo más abiertos.

—Buenos días.

—Pasa, pasa, Anahí —clamó señalando el lugar que quedaba libre, justo en frente a su escritorio.

Suspiré con pesadez, observando aquél puesto de la desgracia, como lo llaman todos esos que pasaron por las clases de la profesora Allen. Es común que nadie se sentara ahí. Era como una silla de tortura, o así le decían mis compañeros de clase. Jamás me había sentado ahí, y tampoco tenía planes de hacerlo algún día, no después de haber escuchado que Marie Allen te hablaría de todo tipo de cosas estrafalarias y ajenas a uno mismo. Y, además, no es que lo dijera en voz baja, lo vociferaba a los cuatro vientos, como naturalmente ella hacía.

Mientras caminaba hacía aquella silla, mi mirada viajó rápidamente al reloj sobre el escritorio de la profesora.

–Llegas justo a tiempo —dijo la profesora tocándome el hombro al darse cuenta que miré demasiado tiempo su reloj—. Siéntese.

Me apresuré en obedecer.

—Caracoles —murmuré dejando el bolso sobre la mesa y sentándome.

La profesora Allen se colocó frente a la pizarra y entrelazó sus dedos con una sonrisa lúnatica. Me estremecí, ella realmente podía asustar a alguien con aquellas miradas y sonrisas dementes.

—El examen se canceló —soltó con una risita—. ¿Qué mal, no? —se encogió de hombros.

A veces me preguntaba cómo es que ella fue contratada para éste trabajo. Tenía actitud infantil, y no es la adecuada para enseñar.

Baby Sitting {old magcon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora