¡A por él!

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De pronto, salieron unos pájaros volando al haber sido asustados por los ladridos de los dos Beagles. Habían olido algo y estaban ladrando para llamar la atención de los señores. Los ladridos sordos, se escuchaban por todo el bosque. Si aquello que habían olfateado los perros, no era sordo, seguro que ya habría huido despavorido. De repente, todo el bosque se quedó en silencio, lo único que se escuchaba era el fuerte respirar de los perros. El señor Robinson, se acercó los dedos a la boca y silbó. En ese instante, los perros salieron corriendo y los caballos los seguían por detrás.
De pronto, en aquel instante frenaron  todos en seco. Justo en frente se podía ver, un poco más a lo lejos, si mirabas bien entre las hojas de los arbustos, podías llegar a ver un pelaje marrón con pequeñas rallas horizontales sobre su lomo. Todavía no tenían ni idea de que animal era, pero el señor Hastings susurro algo, pero lo dijo tan bajo, que solo ibas a poder adivinar lo que dijo leyéndole los labios. En ese momento, alzó la cabeza el señor Anderson, ya que todos se encontraban en el suelo, agachados debajo de un matorral, con los caballos atados a un par de robles. Cuando se levantó, dijo que era verdad, que si mirabas más abajo, podías ver un par de jabatos. Y concluyó diciendo, a por él.

Sobre la chimeneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora