Capitulo Cuatro: Dañar a los inocentes.

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Sebastián se dirigía nuevamente a la casa junto al niño, lo observaba con detenimiento, esperaba encontrar algún rasgo de él en aquella cara enmarcada por la niñez.
Observo a través del cristal las nubes grises, algo que lo hacía sonreír, ya que las encontraba majestuosamente bellas, prefería los días nublados y sin sol. Esos días era como él oscuros y tristes, pero detrás de aquellas nubes oscuras y grises se encontraba oculto los rayos de luz que emanaban del sol.
Las gotas comenzaban a caer del cielo, las gotas comenzaban a llenar el cristal.
Tim abrió la puerta del vehículo para que el castaño saliera, lo esperaba con una sombrilla, este no se había percatado de que ya habían llegado a su destino.

—Lleva al niño a mi oficina —ordenó el castaño mientras bajaba del vehículo.
—Si señor —respondió el guardaespaldas.

El castaño se detuvo.

—También a la mocosa —dijo Sebastián para después seguir su paso.



Tim bajaba al sótano donde se encontraba Danielle, introdujo la llave en la cerradura de la puerta, giro la perilla y entro en aquella habitación horrible.
La joven se encontraba abrazando a sus rodillas con la cabeza hundida en estas, en su tobillo se encontraba un especie de grillete que se encontraba atado al frío suelo.
Tim se acercó a la muchachita, está al sentir la mano del hombre se exaltó haciendo que Danielle se encogiera más, este introdujo la pequeña llave en la cerradura del grillete, haciéndola liberar.

—Señorita tiene que acompañarme —dijo el guardaespaldas amablemente.

La jovencita alzó la mirada, el hombre se estremeció al ver lo pálida que lucía, sus ojos estaban llorosos y se veía tan frágil.

—¿El va a matarme?¿Verdad? —pregunto la joven sin sentimiento alguno.

En ese momento sentía una oleada de lastima.

—Por favor venga conmigo —le pidió el hombre.

La joven asintió sin ánimo, se puso de pie con dificultad, las lágrimas caían por sus mejillas incontrolablemente mientras una oleada de miedo se apoderaba de todo su ser.
En tan solo segundos estaban frente a la oficina del castaño, el guardaespaldas toco a la puerta y se escucho un simple "Adelante", ambos entraron a la oficina, Sebastián le hizo una seña a Tim para que se retirara.
La joven no pudo evitar observar al niño dormido en el sofá. 

—Mátalo —ordenó Sebastián.

La joven no dijo nada, el hombre se dirigió hacia ella y apuntó con un arma hacia su cabeza, Danielle se acercó más al hombre quedando pegada a aquel metal mortífero.

—Por favor dispara... —dijo la mujer comenzando a cerrar sus ojos.

Muchas de sus víctimas habían rogado por la muerte y sentía satisfacción, pero estaba vez era diferente.

—No lo haré, quiero ver tu miseria —dijo el hombre mientras bajaba el arma.

Danielle comenzó a llorar con decesperación  y se puso de rodillas.

—No quiero vivir... por favor... mátame... te lo ruego —suplico la joven con tristeza.
—Esté mundo es oscuro... aquí no hay compasión, tus lágrimas no arreglaran nada. —Sebastián toma una copa de vino entre sus manos y bebe un poco.—Ten en cuenta algo, todos somos iguales, unos hipócritas, insensibles, que hacemos daño a todo lo que encontramos a nuestro paso, con un solo propósito; dañar y dominar a los inocentes. En este mundo tienes que ser egoísta.

DIVERSIÓN SIN LÍMITES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora