Capitulo Siete: El sueño sobrevivira.

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Las mujeres que habían ingresado al burdel llevaban días desde que habían llegado a vivir el horror en carne propia. No habían pedido ser esto, no querían ser esclavas, querían volver a recuperar su vida, pero sabían que eso era solo un sueño difícil de conseguir.

—Quiero volver a casa —dijo una de ellas comenzando a llorar.

Los días parecían ser eternos, las mujeres sufrían absolutamente todos los días de abusos sexuales, obligadas a prostituirse para vivir.
Pero ¿Que las mantenía con vida? Como toda persona en los peores momentos. La esperanza era lo único que las mantenía de pie. Eso que las hacía ver luz en su oscuridad.

Una de ellas observaba una pequeña fotografía de una niña con una sonrisa nostálgica.

—Prometo que estaré a tu lado algún día —dijo la joven con tristeza.

Aquella mujer se mantenía firme ya que tenía una razón por la cual vivir y era su hermana.

Se trataba de Helena, una jovencita que había soportado ese infierno por tres largos años. Tenía la esperanza de volver a ver su hermana, esperaba con ansías que le dieran su libertad, cada que pensaba que estaba a punto de colapsar su ánimo era el ver a su hermana de nuevo, ver esa tierna sonrisa que no había visto en años, escuchar nuevamente su tierna voz y sentir sus abrazos que la hacían llenarse de vida.

Caminaba con dificultad por aquellos pasillos hasta llegar a una oficina.

—Señor ¿Puedo hablar con usted? —preguntó la joven  tímida.

El hombre asintió mientras observaba algunos papeles.

—Por favor toma asiento ¿De qué quieres hablar Helena? —preguntó el hombre aún observando los papeles.

La mujer sintió una ola de nerviosismo invadirla.

—Bueno... Señor Blake... yo quería decirle... que he trabajado aquí largos años desde que usted me trajo aquí... y yo quería saber si... mi deuda había sido pagada... quiero mi libertad—explicó la mujer con miedo.

Al escuchar la palabra libertad, Joe dejo de ver los papeles y le presto atención.

—¿Libertad? —preguntó con burla una voz proveniente a espaldas de la mujer.

Sebastián se encontraba justo detrás de ella, con su típica sonrisa arrogante.

La mujer bajo la vista sintiéndose impotente por no poder hacer nada a un monstruo que la privaba de su libertad que le pertenecía, pero por el miedo no se atrevía a reclamar.

—Contesta —exigió el hombre.
—Si... señor.—contestó la mujer con algunas lágrimas cayendo por sus mejillas.

El hombre soltó una carcajada, las mujeres que llegaban a sus manos le pertenecían y nunca dejarían de ser una mercancía de su pertenencia.

—Comprende que todas ustedes son de mi propiedad y nunca dejaran de serlo, hasta que se mueran dejaran de ser unas prostitutas... no puedo creer que en estos últimos años no te hayas acostumbrado. Joe ya debió de haberlas educado.
—Yo no soy eso.—murmuró Helena mirando a Sebastián con reproche.—No es mi culpa que siempre nos humilles, eres un cabron, y no voy a acostumbrarme a algo que no quiero. No me gusta y los odio por hacer de mi vida un infierno.
—No me interesa si no te gusta, mucho menos si nos odias, y si no comienzas a dar tu culo por las buenas, me da lo mismo, Me importa una mierda tu patética vida—soltó el hombre frunciendo el ceño, mientras se acercaba a Joe con una sonrisa de burla.
—Sebastián, basta, por favor —pidió Joe intentando calmar la situación.

DIVERSIÓN SIN LÍMITES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora