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Camino por el pasillo arrastrando mis pies con la mirada pérdida, paso por mí casillero en camino a la dirección. Seguramente me van a castigar por fumar en la institución pero ya hace dos semanas que mí chica no me escribe

Ya nada me importa, nada más que ella. Se volvió el centro de mí jodido mundo.

Suspiro mientras doblo en la esquina, como es de costumbre miro mí casillero y sonrió al ver un sobre pero esta vez es rojo, lo saco y me apoyo en mí casillero sentándome en el suelo.

Comienzo a leer y con cada palabra mí corazón se iba rompiendo y más lágrimas corrían por mis mejillas mojando el papel.
Tironeo de mí pelo y comienzo a gritar su nombre, Melanie.

Miro el papel y se notaba que se había mojado y en lo bordes unas manchas de sangre.

Me levanto del suelo de un solo salto y salgo corriendo del instituto en camino al hospital.

Sé que ella no quería que la busque pero la necesito.

Con cada paso mí corazón se partía, mí estómago se retorcía y mí mente me retaba por cada momento en el que pude haber hecho algo.

Al llegar le pregunté a la secretaria y me dio el número 503, subí lo más rápido que pude mientras me chocaba con la gente pero aún así no paraba ya que solo me importaba ella, mí chica, abrí la puerta de una patada.

La veo acostada en una camilla, sus ojos están cerrados, sus labios cortados y pálidos igual que su piel. Sus manos vendadas. Noto que está muy delgada. Miro a la señora que está en un sofá con un sobre grande en sus manos, se levanta y lo deja en la cama

-Joan te dejo con Melanie -sorbio por su nariz y se fue mientras rompía en llanto. Mire a mí chica y de a poco una mini sonrisa aparecía en su rostro

-dije que no vinieras -susurro apenas audible, sonrió y entrelazo nuestros dedos

-sabias que iba a venir -sonrie y asiente levemente- Mel, te amo -noto como sus mejillas se tornan rojas

-te amo Joan -muerdo mí labio y agarró sus mejillas para besarla. Comenzamos a llorar y la abrase

-Mel, quiero ayudarte -digo al separarme pero ella negó

-es tarde Joan -tomo del agua a su lado -tengo anemia, Joan ya nadie puede ayudarme -comienzo a llorar desconsoladamente

-por favor Mel, no quiero que te vallas. Mel me cambiaste. Hiciste mí vida mejor. Me enamore de una chica anonima. De vos. -miro voz se partía pero aún seguía hablando

-lo siento Joan -susurra

-quise decirlo hace más de diez cartas atrás, no pude -lloro aún más

-Joan quiero que duermas conmigo -susurra, asiento mientras limpio mí nariz y me cómodo a su lado.

Ambos estábamos abrazados, yo acariciaba su pelo  y susurraba lo hermosa que era, besaba su hombro y acariciaba sus mejillas, de vez en cuando le robaba un beso, le sacaba unas cuantas sonrisas. Ella estaba durmiendo hasta que comenzó a convulsionar en mis brazos, llame a los medicos pero no lograron hacer nada por mí chica.

Me arrastran hasta sacarme de la habitación, la madre de Mel me da el sobre y se va hecha pedazos.

Me siento en una silla y miro a la nada.

Su pelo tan suave. Su sonrisa tan brillante y única. Sus ojos marrones tan soñadores.
Su risa tan contagiosa. La forma en que me miraba, me prestaba atención en cada detalle. Sus labios aunque hallan estado cortados eran únicos.

Nadie será como mí chica anonima, como Mel. Nadie jamás hará que la olvide por que ella es muy especial para mí.

Giro mí cabeza y miro el sobre azul con mí nombre en el. Lo tomo entre mis manos, lo acerco a mí nariz y sonrió al oler su perfume tan único, su olor a fresa. Suspiro y comienzo a abrirlo

La chica anonimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora